viernes, 6 de abril de 2012

Marathon man (John Schlesinger, 1976)


Lo que se ha dado en llamar el "nuevo holywood", nació a principios de los 70, de manos de autores de primera fila como Francis Ford Coppola y Martin Scorsese, y de otros menos conocidos. De alguna manera supone el nacimiento del cine contemporáneo, ya que el lenguaje y el estilo cinematográfico de las buenas películas apenas ha variado. Hablo, evidentemente, del cine norteamericano, ya que el europeo ha sido mucho más experimental, y han sido numerosos los autores que han explorado nuevas fronteras, muchas vecs con la consecuencia de que el público ha abandonado las salas.
     Por contraste el cine americano (mejor dicho, lo mejor de él) siempre ha buscado el equlibrio entre las inquietudes artísticas y el interés de la audiencia. Dentro de las características del cine "nuevo", que lo contraponen al clásico, está el naturalismo, el gusto por el antihéroe, y la explicitud tanto en la violencia como en la sexualidad. En mi humilde opinión, los 70 han sido el decenio más glorioso del cine, y una cualidad que comparten todas las buenas obras de esta época es su perfecta vigencia: no se percibe que hayan envejecido lo más mínimo y podemos decir que las sensaciones que provocaron a los que las vieron en cine son similares a las que provocan a los que ahora las vemos en DVD, blu-ray o televisión.
     Un lugar destacado en esta década lo ocupan el director John Schlesinger, el escritor y guionista William Goldman y el actor Dustin Hoffman. El primero es reconocido sobre todo por su película "Cowboy de medianoche", entre los guiones del segundo destacan el de "Todos los hombres del presidente" y "Dos hombre y un destino". El tercero es sobradamente conocido.
    "Marathon man" es una de las mejores peliculas de intriga o el cine negro, como quiera llamársele, de todos los tiempos. La historia de un hombre con una vida normal y tranquila, que da un giro completo e inesperado y se ve envuelta en una trama de espionaje, asesinatos y corruptelas políticas está narrada con fuerza, seguridad y sencillez. Los acontecimientos se suceden rápidamente, pero en ningún momento se tiene sensación de precipitación. La cámara de Schlesinger sigue a los personajes de manera natural, casi invisible, y en las secuencias físicas se adentra tanto que cuando corren parecemos nosotros los que nos cansamos. Entre otros méritos, esta película tiene el representar como ninguna la soledad del corredor de fondo y la sensación de cuando tu cuerpo, bien entrenado, es tu único aliado .
     El guión de Goldman es sólido, complejo y claro. A pesar de que lo contado no es precisamente sencillo, no se advierte ninguna trampa al espectador y toda la trama se sigue con facilidad; ahorrándote esa experiencia tan desagradable y común en las películas de espías de que tienes que hacer como que te enteras de todo, cuando no te estás enterando de nada.
    He reservado el final de mi opinión para alguien que no he nombrado hasta ahora, pero que tal vez sea lo más inolvidable de la funcion.  El perverso Dr. Szell interpretado por Lawrence Olivier. Los muchos que afirman que Sir Lawrence ha sido el mejor actor de la historia, tienen en esta película un motivo más. Pocos villanos en la historia del cine han sido tan malvados, frios y traicioneros, con el añadido de que Olivier le da un carácter vulnerable que lo hace doblemente aterrador. Pero lo más impresionante es cuando se despoja de su máscara y nos muestra su auténtica motivación: Entonces nos damos cuenta de que la maldad no se encuentra tanto en los actos, como en los oscuros sentimientos que los animan. El rostro de Olivier se vuelve transparente, y a através de sus ojos, de su boca y de cada uno de sus músculos podemos asomarnos al abismo del alma de su personaje, donde, a pesar de toda su aparente sofisticación, su vida se basa en la más absoluta mediocridad, cobardía y bajas pasiones.
    Una película imprescindible.

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