No soy precisamente aficionado a
la películas de “zombies”. Ni siquiera sé muy bien por qué La Noche de los
Muertos Vivientes tiene tanto predicamento entre tantos círculos cinéfilos,
haciendo de ella una película de culto. Muy a pesar de George A. Romero, el
padre del subgénero, que nunca ha entendido esta nueva hornada de “caminantes”
hiperactivos y ágiles, este tipo de películas ha vivido una segunda juventud
desde el estreno de la interesante y muy británica 28 Días Después. Soy
de la opinión de que el cine de ciencia ficción (y en sentido amplio, los
zombies entran dentro de esta categoría) reflejan los miedos y neurosis de su
tiempo y lugar. Si en los años 60, esta variante del apocalipsis se debía a
misteriosos accidentes atómicos, hoy día la causa suele ser una infección
vírica, que más que muertos vivientes genera individuos rabiosos, en el sentido
más estricto de la palabra.
Me resulta curioso que el venerable Romero
critique la nueva visión con la excusa de la poca coherencia científica, como si
esto fuera posible con estas películas. En este sentido, Guerra Mundial Z,
un título, por cierto, mucho mas atractivo en sus siglas originales, WWZ,
recoge la nueva sensibilidad y la lleva incluso un poco más allá, con unos
infectados campeones de atletismo y con la capacidad destructiva de una
marabunta elevada a su enésima potencia.
Pero aunque espectacular, no es en las
grandes escenas donde WWZ más brilla. Marc Foster es un gran cineasta,
de estilo sobrio, potente y efectivo, aunque no siempre elija guiones a la
altura de su talento. Los mejores momentos son los previos a a tormenta,
aquellos en lo que la amenaza se intuye sin que se sepa por donde va romper.
Sin ser una gran película, WWZ es
una entretenida e interesante revisión del género, que introduce un original e
inteligente contenido de política internacional en su trama, y cuyo guión en
los aspectos “científicos” no es ridículo (lo que ya es mucho decir) y que no
desprecia los componentes más humanos de la historia.
En opinión de un humilde servidor, la mejor
peli de muertos vivientes, por más que los puristas y mitómanos se puedan
rasgar las vestiduras, y otro logro más en la carrera de Brad Pitt, que en los
últimos años está mostrando una capacidad exquisita para involucrarse en proyectos
estimables... En este caso, además como productor.