miércoles, 18 de diciembre de 2013

Guerra Mundial Z (Marc Foster, 2013)



No soy precisamente aficionado a la películas de “zombies”. Ni siquiera sé muy bien por qué La Noche de los Muertos Vivientes tiene tanto predicamento entre tantos círculos cinéfilos, haciendo de ella una película de culto. Muy a pesar de George A. Romero, el padre del subgénero, que nunca ha entendido esta nueva hornada de “caminantes” hiperactivos y ágiles, este tipo de películas ha vivido una segunda juventud desde el estreno de la interesante y muy británica 28 Días Después. Soy de la opinión de que el cine de ciencia ficción (y en sentido amplio, los zombies entran dentro de esta categoría) reflejan los miedos y neurosis de su tiempo y lugar. Si en los años 60, esta variante del apocalipsis se debía a misteriosos accidentes atómicos, hoy día la causa suele ser una infección vírica, que más que muertos vivientes genera individuos rabiosos, en el sentido más estricto de la palabra.
    Me resulta curioso que el venerable Romero critique la nueva visión con la excusa de la poca coherencia científica, como si esto fuera posible con estas películas. En este sentido, Guerra Mundial Z, un título, por cierto, mucho mas atractivo en sus siglas originales, WWZ, recoge la nueva sensibilidad y la lleva incluso un poco más allá, con unos infectados campeones de atletismo y con la capacidad destructiva de una marabunta elevada a su enésima potencia.
     Pero aunque espectacular, no es en las grandes escenas donde WWZ más brilla. Marc Foster es un gran cineasta, de estilo sobrio, potente y efectivo, aunque no siempre elija guiones a la altura de su talento. Los mejores momentos son los previos a a tormenta, aquellos en lo que la amenaza se intuye sin que se sepa por donde va romper.
     Sin ser una gran película, WWZ es una entretenida e interesante revisión del género, que introduce un original e inteligente contenido de política internacional en su trama, y cuyo guión en los aspectos “científicos” no es ridículo (lo que ya es mucho decir) y que no desprecia los componentes más humanos de la historia.
    En opinión de un humilde servidor, la mejor peli de muertos vivientes, por más que los puristas y mitómanos se puedan rasgar las vestiduras, y otro logro más en la carrera de Brad Pitt, que en los últimos años está mostrando una capacidad exquisita para involucrarse en proyectos estimables... En este caso, además como productor.

Elysium (Neill Blomkamp, 2013)

El sudafricano Neill Blomkamp ya demostró su talento en la magnífica Distrito 9, una de las películas de ciencia ficción más entretenidas y originales de los últimos años. Elysium sigue una línea parecida. Blomkamp sigue siendo deslumbrante en las  escenas de acción, y su capacidad para mezclar lo poético con lo bizarro continúa intacta, demostrando que puede ser al mismo tiempo Schubert y Metallica.
    Al igual que su anterior película, Elysium contiene una fuerte crítica social... un alegato contra la discriminación que incluye la denuncia profética y evangélica de que los últimos serán los primeros y los primeros los últimos. 
    La nueva película de Blomkamp no es perfecta. Sigue las líneas maestras de su anterior obra, por lo que la originalidad, una de las grandes bazas, se pierde. Sin embargo, aunque acusa de ciertos tópicos, el autor sudafricano (también escritor y coproducto del film), logra salir airoso de ellos, y si lo que vemos nos resulta familiar, la honestidad y profundidad con la que se cuenta logre que  lo perdonemos. Sin ninguna duda, la película elude el mayor peligro de este tipo de películas: optar por un sentimentalismo facilón y empalagoso.
     Elysium no será una obra maestra, pero sí una muy digna película de ciencia ficción, correcta en su planteamiento y soberbia en su ejecución. Con ella, Blomkamp sigue demostrando que tiene mucho que decir en el cine, tanto creando de historias, como contándolas. Sólo me atrevo a darle un pequeño consejo: que se busque un buen coguionista, que le ayude a darle otra perspectiva y riqueza a sus ya buenas historias, pues en general todos los escritores-guionistas, por capaces que sean, pecan en lo mismo: sus películas acaban por parecerse demasiado.