lunes, 24 de diciembre de 2012

El Hobbit (Peter Jackson, 2012)

Siempre me ha gustado más la pequeña novela "El Hobbit", que la gran saga "El Señor de los Anillos". En general, en el arte prefiero las obras más modestas y menos pretenciosas, ya que suelo encontrar en ellas más encanto y frescura. El hecho de que el librito de Tolkien sea tan delicioso hace más inexplicable el fiasco que supone la primera entrega de la nueva trilogía tolkeniana firmada y filmada por Jackson.
        No me detendré mucho en comentar la primera trilogía del director neozelandés sobre las andanzas de la Tierra Media. Aunque a grandes rasgos las considero sobrevaloradas, no pueden negarse las virtudes de las tres películas basadas en "El Señor de los Anillos". Prodigiosas desde el punto de vista técnico y logístico, eran una fidelísima adaptación de la novela del Tolkien, con una calidad visual insuperable. No obstante,no pude sobreponerme a cierta sensación de tedio al verlas, y, aunque por momentos deslumbrantes, sobre todo me causaron aburrimiento. Comprendí que las premiaran con tantos "óscar" debido al esfuerzo titánico que debió suponer realizarlas, ya que probablemente "El Señor de los Anillos" sea el mejor ejemplo de que ya no hay nada imposible de trasladar a la gran pantalla.
        Y aquí está el principal problema de la nueva entrega: que intenta imitar y superar a su predecesora en el mismo terreno. "El Hobbit" es todo un ejemplo de película de aventuras no debe ser. Es pretenciosa, grandilocuente, exagerada y, en el fondo, acomplejada (la sombra de su antecesora es alargada). Tiene los defectos de su predecesora (esa retórica épica de libro de autoayuda, bastante cansina y poco convincente; la duración exagerada; la profusión de situaciones límite y desesperadas, cuyo abuso rompen totalmente el principio de credulidad y esas interminables y monotonísimas batallas y persecuciones que, vista una, vistas todas) más los defectos de otras inspiradores de tercera  o cuarta clase, como la infame "Piratas del Caribe" (tramas absolutamente predecibles, una superficialidad insoportable, recorrer una y otra vez los mismos tópicos, el intentar llegar a todos los públicos para no llegar a ninguno, ...).
      ¿Es qué no tiene ninguna virtud esta película? Sí, precisamente en los momentos (pocos) más fieles al libro. Y es una pena, porque da la impresión de que si hubieran optado por lo más sencillo, respetar el espíritu del librito de Tolkien, hubieran hecho una película de aventuras entretenida y deliciosa para todas las edades, pues el tono visual está más que logrado. Sin embargo, traicionando el espíritu de la novela han optado por refundar la trilogía "anillesca" con una película exagerada y desproporcionada. No tengo nada en contra de las adaptaciones libres, pero me resulta irritante que se falte de forma tan flagrante al espíritu original, pues se ve a leguas que no hay ningún interés en contar nada nuevo  ni diferente, sino en llenar la caja, estirando hasta lo insufrible la historia. A los cinco minutos ya estaba deseando que terminara porque sabía que no me iba a aportar nada.
    No quiero entrar en la polémica sobre los 48 fotogramas por segundo o las tres dimensiones, salvo decir que estos "hitos" tecnológicos todavía no han logrado hacer que una película me parezca más interesante, y si más confusa y mareante (y, desde luego, más cara).
    Es muy desagradable la sensación que tuve, nada más terminar la película, de que podría haberle dado un uso mucho mejor a mi dinero. Mi consejo es que lean el libro (si no lo han hecho ya) y se olviden del film.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Apocalypto (Mel Gibson, 2006)

Aunque pueda parecer lo contrario, es casualidad que comente de manera consecutiva dos películas en las que el australiano Mel Gibson ha jugado un papel destacado. Sin embargo, si en Vacaciones en el Infierno su papel es muy relevante, la película que ahora nos ocupa es cien por cien Gibson. Al igual que la Pasión de Cristo, en su estreno la película estuvo rodeada de acusaciones de racismo y de falsear la historia, al mostrar una visión aterradora de la cultura maya. No soy historiador, y no sé hasta que punto lo que cuenta está alterado o no. Sin embargo, tiendo a pensar que todos los imperios se basan en el dominio, el engaño y la violencia, y que probablemente los mayas no fueran una excepción. Además muchas de las críticas la película hace a esta cultura son aplicables a prácticamente todas las culturas poderosas, incluida la nuestra (puede que la nuestra con más razón que ninguna).
       No veo en Apocalypto tanto una crítica a la civilización maya, sino a la propia civilizazión. Pues con ellas nacen el poder, el sometimiento, la demagogia, la hipocresía, la pobreza y la destrucción del medio ambiente. A esto se contrapone el primitivo estilo de vida de los cazadores-recolectores, donde imperan la austeridad, la cooperación y el equilibrio con la nauraleza. Puede que esta visión peque de un cierto adanismo, y que, ni las civilizaciones complejas sean tan oscuras, ni las tribus primitivas tan intachables... pero muchas veces creo que hay mucha razón en este punto de vista, que más de un antropólogo ha defendido.
      Más allá de estas cuestiones antropológicas, Apocalypto tal sea la más lograda de las películas de Gibson, y la apoteosis de su manera de entender el cine. Rodada en lengua maya, opta por un gran realismo en su puesta en escena. No se puede evitar pensar que en efecto esas personas vistieran así, se maquillaran así y así fuera, en general, su modo de vida. En esto sigue la senda iniciada por la Pasión de Cristo. Sin embargo donde ésta falla, Apocalypto acierta. Aunque no exenta de crudeza y de una gran violencia, no se recrea tan morbosamente en la sangre. Como La Pasión es una pelicula desasosegante como pocas, pero también tiene un poderío físico y una carga de adrenalina realmente catártica.
      Apocalypto es una de las películas más físicas que conoco (si no la que más), una historia de supervivencia en estado puro, sin adornos... un relato sobre seres humanos sin artificios. Y el gran logro de la película es que transmite de manera eficacísima este mensaje, al mismo tiempo que desnuda de todo artificio al espectador, haciéndolo cómplice de una trama que básicamente consiste en correr para vivir.
      No quiero terminar sin elogiar al gran artífice de esta maravilla. En esta película, Gibson se vuelve a reivindicar como un director con un soberbio talento visual, de un vigor y una fisicidad narrativa incomparables, y un maestro en la recreación de atmósferas crueles y malsanas. En este sentido, es muy interesante su recurso, tomado de los pintores renacentistas, de expresar la maldad mediante la fealdad.
     Si no la habéis visto, no os la perdáis.
   

lunes, 29 de octubre de 2012

Vacaciones en el Infierno (Adrian Grunberg, 2012)

Está claro que la mejor virtud de Mel Gibson no es la diplomacia. Ha puesto mucho de su parte para caerle mal a mucha gente, y se ha ganado fama de racista, machista, retrógrado y de fanático religioso. Me considero en las antípodas de lo que muchas veces este cineasta (porque lo es) ha manifestado, pero no puedo evitar sentir simpatía por alguien que va tan de cara y al que aparentemente le importa tan poco la buena fama o el quedar bien. En unos tiempos en los que lo políticamente correcto nos ahoga, y en los que fácilmente se tacha de nazi al que se sale del guión establecido, es refrescante encontrarte con alguien tan auténtico, aunque no se compartan sus opiniones. Desgraciadamente, la polémica ha perjudicado mucho a Gibson y también a su cine, que es injustamente devaluado. Sin embargo considero que el actor australiano es uno de los directores más interesantes y talentosos de los últimos años. Para demostrarlo están las estupendas El Hombre Sin Rostro, Braveheart y Apocalypto. Dejo de lado La Pasión, porque, a pesar de su indiscutible calidad cinematográfica, me parece un morboso ejercicio de pseudo-gore empeñado en hacer sufrir innecesaria y exageradamente al espectador,
       ¿Por qué hablar tanto de Gibson si no es el director de la película? Porque es coautor de la historia, porque la película es de su productora, Icon, y porque Adrian Grunberg fue ayudante suyo en proyectos anteriores. No en vano, la impronta de Gibson es obvia en casi todos los aspectos de la película, lo que no quita que Grunber tenga un estilo muy marcado y personal, diferente al de su "maestro".
       Icon se está convirtiendo en sinónimo de calidad. Como todas las películas de esta productora, Como Pasé Mis últimas Vacaciones de Verano (ya que éste es su verdadero título) es una película directa, contundente, violenta, visulamente muy poderosa y alejada de lo socialmente aceptado. La película no se corta a la hora de retratar realidades tan duras como la corrupción, el crimen y el tráfico de órganos. No está exenta de una gran dosis de humor negro, que hace el cocktail más digerible; pero no por ello se convierte en una película fácil para el espectador. Sin regodearse en la sangre, por momentos es de una crudeza notable.
     Como Pasé Mis Últimas Vacaciones de Verano es un film diferente, original, fresco y muy entretenido. Sin dejar de ser una película de acción, denuncia con claridad cosas de las que preferiríamos no ser conscientes. No es una obra maestra, ni, en mi opinión, es tan buena como Drive (también de Icon) o Mátalos Suavemente, pero junto a estas dos, demuestra claramente que el cine negro o de acción estadounidense tiene mucho que decir todavía, cuando se aleja del efectismo, de la grandilocuencia y de la sobre-sofisticación tecnológica, y opta por una vía más física y directa y por historias más breves y sencillas.
    Muy, pero que muy recomendable. 

martes, 2 de octubre de 2012

Stolen (Justin Chadwick, 2011)

La palabra telefilm se suele utilizar en un sentido despectivo. Y normalmente no falta razón. Suelen ser producciones mediocres, con guiones manidos y actores de segunda, que normalmente amenizan las tardes de los fines de semana. Sin embargo, viniendo de la BBC, probablamente el canal de televisión que es referencia mundial, tal vez deberíamos replantearnos la equiparación de telefilm con producción de mala calidad.
       Y esto es lo que ocurre con Stolen, el primer telefilm que comentamos en este blog. Producción de 2011, esta cinta goza de un guión y una dirección que sería la envidia de muchas de las películas para la gran pantalla.
       La gran baza de Stolen es su maravilloso guión, que trata con una sensibilidad, sobriedad y dignidad extraordinarias (un equilibrio muy difícil de conseguir) un tema tan delicado y escabroso como el del tráfico de niños.
De manera que este telefilm se convierte en un producto de referencia y de casi obligado visionado. Sabíamos de la altísima calidad de los documentales de la BBC. Con Stolen han conseguido un producto que remueve con la misma eficacia las conciencias, y que además posee toda las ventajas del arte dramático. Stolen da que pensar y conmueve al mismo tiempo.
       En esta cinta los niños son los grandes protagonistas. Retratados con una fuerza y una dignidad muy poco comunes, parecen los verdaderos seres humanos, mientras que el mundo de los adultos parece ser el reino de la codicia, el deprecio por la vida y, lo que resulta más aterrador, la indiferencia generalizada.
          Otro de los grandes aciertos de la película es su protagonista, el policía especializado en tráfico infantil interpretado por Damian Lewis. Al contrario que la mayoría de sus colegas en la ficción, no es un saco de testosterona dispuesto a arreglárselas a base de tiros o puñetazos con el primero que se le interponga. El personaje de Lewis es policía antes con el corazón que con el arma, y, en una película en la que los adultos no salimos muy bien parados, es uno de los pocos personajes que nos dignifica.
         Stolen no es ninguna maravilla del séptimo arte, ni nunca lo ha pretendido. Y con esta falta de pretensiones ha logrado convertirse en una película digna, inteligente, casi necesaria de ver. Uno de los cantos más hermosos a la infancia que he tenido la oportunidad de ver, además de una fortísima denuncia de una sociedad (y ahí pocos se libran) tan despiada que destruye lo más valioso que tiene y lo que más debería proteger.
         Merece la pena verla

lunes, 1 de octubre de 2012

Take shelter (Jeff Nichols, 2011)

Take shelter es una película muy dificil de clasificar. En ella aparecen elementos fantásticos, dramáticos, de suspense y de terror. Cuando el cine estadounidense tiene un grave problema de originalidad (no es que se limite a unos cuantos géneros, sino que la estructura narrativa se limita a apenas media docena de esquemas básicos) Take shelter es un verdadero soplo de aire fresco; una carretera intransitada y sinuosa en la que no sabemos que nos encontraremos en la siguiente curva.
        Maravillosamente dirigida, con un estilo discreto y efectivo, la película juega continuamente con el espectador al gato y al ratón. Se sostiene especialmente sobre la interpretación de Michael Shannon, un formidable actor, con tanta capacidad para inquietar como para resultar entrañable. El centro de la historia es él, y este maravilloso intérprete soporta estupendamente el peso de todo el drama que sobre él se cierne. Lo acompañan su esposa (Jessica Chastain) y su pequeña hija sordomuda, Ana; creando uno de los mejores retratos de la familia que he visto últimamente, ni empalagosa ni descreída, como relación basada en el amor, donde los principales pilares son la confianza y el sacrificio.
       No quiero hacer una crítica muy larga porque sería inevitable desvelar algún elemento de la trama, y estoy seguro de que mientras menos se sepa mejor (al menos esa es mi experiencia).
       Una estupenda película, original, única, bien planteada y escrita, y maravillosamente interpretada, tan humana como inquietante. 
        No os la perdáis.

martes, 25 de septiembre de 2012

Mátalos suavemente (Andrew Dominik, 2012)

A veces bastan los treinta primeros segundos para darte cuenta que no estás ante una película más. Puede parecer una exageración, pero no lo es. Hay demostraciones de talento tan fulgurantes que a primera vistan ya manifiestan toda su capacidad. Pero dado el chasco, que últimamente era tan común, de películas que se planteaban fantásticamente, pero concluían de manera decepcionante; no me atrevía a creerme del todo mi primera impresión. Sin embargo, Mátalos suavemente no me decepcionó... es una película excepcional se mire por donde se mire.
        El genio detrás de la obra es Andrew Dominik, director que se dio a conocer por El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford (2007). En ésta ya hacia gala de un talento visual poco común, pero la exagerada  duración y tal vez un exceso de pretensiones lastraron la película, haciendo de ella una de esas obras que te gustan más con la cabeza que con las tripas.
       Dominik parece haber aprendido la lección. Al contrario que la mayoría de las películas actuales, Mátalos suavemente no es muy larga; y, aunque no oculta sus pretensiones, es una película que ante todo quiere ser disfrutada... y a Andrew Dominik la jugada le ha salido perfecta. Su obra es compacta, poderosa, entretenida, crítica e inteligente al mismo tiempo.
     Mátalos suavemente refunda el género negro y lo mezcla, en una simbiosis perfecta, con la crítica política más mordaz y demoledora. La película se apoya en dos poderosísimas columnas. El extraordinario talento visual de su director y el poder casi hipnótico de sus situaciones y diálogos, como si un guión de Tarantino lo dirigiera Fincher, con el mérito añadido de que la dirección y el guión son obra del propio Dominik. Este film contiene algunas de las secuencias más tensas y adictivas que he tenido la oportunidad de ver en los últimos años. No importa si se trata de un atraco, de un asesinato o de un diálogo sobre problemas sentimentales. Esta película logra que no despegues los ojos de la pantalla ni un sólo momento. Y, desde el punto de vista, intelectual contiene uno de los mensajes más rotundos y cáusticos que el cine norteamericano ha pronunciado sobre su propia matriz social.
     No quiero terminar esta crítica sin hacer una mención especial al hombre sin el que esta película no hubiera sido posible: Brad Pitt. Cada día siento más respeto y admiración por este actor. Junto con Clooney (ambos, además, insultantemente carismáticos y guapos), es la única estrella que se arriesga y que sacude de la morriña el cine de Hollywood. En ésta película además es productor, y es digno de alabanza que se haya embarcado en un proyecto tan difícil y arriesgado. Por suerte para todos los que nos gusta el cine lo ha hecho. En el cine estadounidenses pocos pueden presumir de esa voluntad de autosuperación, y Pitt demuestra que el que la sigue la consigue.
     Sólo puedo terminar recomendado a todos que veáis esta maravilla. Con el permiso de Drive la película más coj....da que he visto este año.
     
     

sábado, 15 de septiembre de 2012

Dead of Night (Varios directores, 1945)

Dead of night es una atípica película de terror. Compuesta por varios episodios, cada uno dirigido por un autor diferente, hay muy  pocas películas que se le puedan comparar por originalidad. Es cierto que esta estructura se ha aplicado de nuevo, e igualmente en el género de la intriga o del terror, pero nunca se han conseguido unos resultados tan coherentes o sobresalientes.
           Y es que Dead of night es una obra maestra absoluta, una película eternamente joven que merece una mención de honor en la historia del cine, no sólo de género sino del cine en general. 
          Hay películas, cómo ésta, que desmontan todo lo que creías saber sobre el séptimo arte, y te hacen replantearte tus principios. En general soy seguidor de la opinión del gran cineasta ruso Andrei Tarkovsky: el cine es una forma de arte propia y no reducible a las demás. Lo específico del cine es la selección de todo lo que es relevante en un momento dado, lo que en palabras del director ruso se denominaba "esculpir en el tiempo". Más que una disciplina narrativa, el cine es evocativo, y está más cerca de la poesía que de la novela. De hecho, los grandes directores de la época son poetas de la imagen. Lo fundamental es la labor del director, siendo el guión un elemento secundario.
         En general, sigo este opinión. Y el noventa por ciento de los que pienso sobre el cine se lo debo a Tarkovsky. Sin embargo, hay veces que encuentro películas que dinamitan todos estas ideas, tan coherentes y hermosas. En un primer momento, que ocurra esto es desconcertante, pero luego me alegro, por que me doy cuenta que no hay ninguna fórmula o receta, por muy poética o filosófica que sea, que determine qué es y qué no es una buena película: el cine, como la vida, se escapa a las predicciones.
       Dead of night no es una película de grandes directores. Ninguno de los nombres que aparecen nos suenan. En el mejor de los casos, la puesta en escena es simplemente correcta. Pero tiene un guión que es una auténtica maravilla: inteligente, preciso, detallando, intrigante, envolvente... La historia te atrapa para no soltarte en ningún momento, y cuando te coge de la mano no tienes ni idea de dónde te llevará, pero sientes que necesitas seguirla adonde sea, y la comprensión de lo que ocurre resulta una auténtica obligación.
       Puede que a los ojos del espectador actual, curtido en sangre y vísceras, denominar a esta película como de terror sea, cuando menos ingenuo. Me temo que los equivocados somos nosotros que confundimos el terror con los desmembramientos. El terror es ante todo un asunto intelectual, y tiene que ver con la intuición de que el universo está poblado de entes malignos cuyo comportamiento es misterioso e impredecible, y que se escapan a nuestra comprensión, ante los cuáles somos meros juguetes. Si Dead of night no nos da miedo, no es un problema de la película, sino nuestro, e indica nuestro embruteciendo.
     Recomiendo encarecidamente a todo el que no haya visto esta maravilla que lo haga: disfrutará de una hora y media irrepetible e inolvidable. Es difícil evitar pensar que sea la mejor película de terror de la historia, yo, al menos, estoy seguro de que es la más inteligente.
     IMPRESCINDIBLE.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Mother (Bong Joon-ho, 2010)

Probablemente, dentro del interesante cine surcoreano, Bong Joon-ho sea el director más a tener en cuenta. Si obviamos el despropósito de The Host, sus películas son, en el peor de los casos, de una más que gran calidad. Al contrario que sus compatriotas, Joon-ho no carga las tintas en la violencia y en la acción trepidante. Tampoco va de filósofo incomprensible, y con sus películas no busca el límite de tolerancia del espectador.
        Su estilo es en general sobrio y dotado de una gran fuerza lírica. Sus películas son tan hermosas como descorazonadoras. Trabaja el argumento de manera pausada, cuidando los detalles e incrementando casi imperceptiblemente la tensión, sin sobresaltos, ni giros bruscos. Y, sobre todo, es reconocible por su peculiar humor, un humor que suele basarse en lo absurdo de muchas situaciones cotidianas.
       Mother es una película más que notable. Al igual que la mayoría del cine de este autor y de Corea del Sur, en general, la crítica tiende a sobrevalorarla. Ciertamente no es la gran obra maestra que muchos aseguran que es, pero es una película realmente buena y original (aunque a mí el tono me recordó a Memories of murder, del mismo autor).
     Esta película de Joon-ho es un atípico relato de intriga en el que una madre, convencida de la inocencia de su hijo, acusado de asesinato, emprende una desesperada lucha por encontrar al verdadero asesino y demostrar que su hijo no es el culpable. Joo-ho, huye de todo exceso sentimental, y plantea el tema de manera sosegada y sobria. La acción, lenta y cuidadosamente construida resulta resulta apasionante y casi adictiva. Joon-hoo vuelve a perfilarse como un maestro de la intriga, como ya hiciera en la mencionada Memories of murder.
     Sin embargo, no estamos únicamente ante una película de intriga. En Mother los sentimientos de los protagonistas son tan importantes (o más) que la propia trama, y la película los presenta con toda su complejidad. Mother es una interesante reflexión sobre la maternidad y los límites del amor. La pregunta que panea continuamente sobre la película es ¿qué sería lícito hacer por amor? ¿de hacerlo, realmente estaríamos hablando, realmente, de amor?
     Puede que esta película no alcance las cotas de Memories of murder. Ésta estaba basada en un caso real, y, como bien sabemos, la realidad supera la ficción, en complejidad, en sorpresa, en imprevisibilidad... No obstante estamos ante una estupenda película, sin duda una de las mejores de intriga que se han hecho en los últimos años. De nuevo el cine de Corea vuelve a darle una lección al estadounidense, haciendo una película original, apasionante, profunda y, sobre todo, de calidad. 
       No os la perdáis. Entretiene y da mucho, mucho que pensar.

sábado, 8 de septiembre de 2012

There will be blood (Paul Thomas Anderson, 2007)

El año de sus estreno, There will be blood, traducida horriblemente en España como Pozos de ambición (El título original vendría a significar Correrá la sangre), dejo con la boca abierta a crítica y público.
       There will be blood es una poderosa película sobre el odio, el desprecio y la ambición como motores de la vida. Su protagonista (soberbiamente encarnado por Daniel Day-Lewis) es uno de los más estremecedores personajes que se han visto en la gran pantalla en los últimos años. Tan odioso y repugnante, como a veces indefenso y débil, es el centro de una historia, dura y sin concesiones, sobre la hipocresía y el materialismo como impulsores del progreso.
       Esta película deja en tan mal lugar al hombre como individuo como a la humanidad como comunidad. Asistimos impotentes al despliegue de los instintos más bajos para conseguir lo que se quiere y todas sus herramientas acompañantes (la mentira, la dominación, etc...). De la mano de su protagonista atravesamos un oscurísimo bosque de pasiones humanas, deseando, cómo él, encontrar algún claro por el que ver la luz; pero toda luz se desvanece, vencidas por la verdad o el orgullo.
      Pocas películas recientes recuerdo que hayan buceado tan profundamente en los abismos del alma humana y hayan presentado a un personaje tan complejo y poliédrico.
      La dirección de Paul Thomas Anderson es un prodigio de vigor y de contundencia. Demuestra una talento sobresaliente en las secuencias iniciales, donde apenas hay diálogos y todo debe narrarse con imágenes, el "Tour de Force" de cualquier director.
    Una película que lo tenía todo para ser una obra maestra y convertirse en un clásico incuestionable... así, como decíamos, la consideró buena parte de la critica. Sin embargo no puedo estar de acuerdo. Soy el primero en reconocer los méritos de esta estupenda película. Pero si algo caracteriza al gran cine es la sensación de una estamos ante una obra unitaria y coherente, pulida para que ningún elemento chirríe. Y es aquí donde falla There will be blood. Tras dos horas ejemplares que la hubieran situado en el olimpo de Hollywood, esta película da un brusco viraje y se convierte en una caricatura de sí misma donde el elemento predominante es un humor negrísimo. Acabamos con la sensación de que la película que hemos terminado viendo es muy diferente a la que empezó. 
    La gran baza de Paul Thomas Anderson era la seriedad y profundidad de su propuesta. Parece que le entró pánico ante tanta trascendencia y optó por reírse de su propia criatura. Una pena, el tono adecuado era el primero. Incluso el descomunal Daniel Day-Lewis acaba deslizándose por el tobogán de la sobre-actuación. Una pena.
     ¿Muy buena película? Desde luego. ¿Obra maestra? Me temo que no.

viernes, 7 de septiembre de 2012

El pueblo de los malditos (John Carpenter, 1995)

Si hay un cineasta maldito del cine norteamericano es John Carpenter. Director de un talento excepcional y capaz de logar puestas en escenas bellas, serenas, sobrias y aterradoras, a un tiempo, sus magníficas películas han sido vapuleadas una y otra vez por la crítica. No alcanzo a entender cuál ha sido el pecado original de Carpenter para que se le trate así, y es algo que me indigna y que casi me fuerza a convertirme en un reivindicador de este gran director.
         El pueblo de los malditos no es una excepción. Candidata al "Razzie" a la peor secuela o revisión, no creo que se pueda ser más injusto con esta película y con Carpenter en general. 
         En primer lugar es discutible que se trate de una revisión en sentido estricto. La magnífica película de 1960, dirigida por Wolf Rilla estaba basada en una novela de John Wyndham, por lo que realmente estaríamos hablando de dos versiones diferentes de una misma novela. Supongo que muchos críticos, querrían ensalzar la película de 1960 a base de denigrar la de Carpenter, pero es una actitud que no entiendo. ¿Acaso no pueden ser las dos buenas? También puede ser que a Carpenter se le criticara su falta de originalidad. Tampoco lo comparto: me parece legítimo que Carpenter quiera homenajear las películas que le han marcado en su juventud. Tiene la suficiente originalidad y talento para hacerlo. Todas sus revisiones son profundamente personales y enriquecedoras. Y por lo que hasta ahora he visto mejoran el primer modelo.
          Sí, aunque muchos se rasgen las vestiduras, creo que la película de Carpenter mejora la de Rilla (y que conste que tengo un concepto altísimo de ésta). En primer lugar Carpenter oscurece la historia: si la primera estaba más cerca de la ciencia ficción, la del cineasta estadounidense se acerca más al terror. Y no lo hace aumentando los litros de hemoglobinas, sino con un estilo sobrio, donde prácticamente nada se ve y todo se sugiere. Pero es que el maestro Carpenter no tiene que llenarnos de sangre y vísceras para darnos miedo. Puede hacerlo con una naturalidad asombrosa, enfrentańdonos con el mal absoluto, ese que se basa en la absoluta indiferencia por la vida humana; no exteriormente, sino interiormente, pues como muy bien descubrió Poe las motivaciones de los actos malos asustan infinitamente más que los propios actos.
        Esta película merece estar entre las grandes películas de terror. Y aún me sigue sorprendiendo el talento visual de Carpenter, su capacidad de crear atmósferas malsanas y de lograr que una historia que ya te han contado, te resulte al mismo tiempo conocida, por un lado y totalmente nueva por otra.
       Otra magnífica película de uno de los mejores directores de su generación, tan bueno como incomprendido. No me extraña que acabara que no queriendo saber nada del mundo del cine. Sólo espero que algún día se le de el lugar que le corresponde.
       

jueves, 6 de septiembre de 2012

El Idiota (Akira Kurosawa, 1951)

Lo primero que hay que decir es que esta película es una auténtica obra de arte. Adaptar a Dostoievski es terriblemente difícil. Muy pocos directores se han atrevido a hacerlo, y para los más grandes las novelas del genial escritor ruso siempre han supuesto un reto mayúsculo. Sus tramas profundas y concentradas, donde todo pasa en el interior de los personajes, y prácticamente no hay acción, resultan muy difíciles de plasmar en imágenes. Conozco dos adaptaciones espléndidas de novelas de Dostoievsky, una de Crimen y castigo, realizada por Bresson (The pickpocket, ya comentada en este blog) y la que nos ocupa ahora. Ambas son muy distintas en enfoque y estilo, pero tienen en común un elemento esencial: son adaptaciones muy libres, que no siguen la letra, sino el espíritu de la novela.
         Sin embargo hay una notable diferencia entre ambos. Bresson, fiel a su estilo, simplifica al máximo la puesta en escena y la trama. Kurosawa hace algo muy distinto. En su caso no simplifica. Su película es tan excesiva como la propia novela, o incluso más. Digamos si Bresson opta por el Zen, Kurosawa lo hace por el Barroco. Es curioso: el occidental se viste de el oriental, y viceversa.
         El gran milagro de Kurosawa es que, desde mi punto de vista, la película mejora la novela, lo que a muchos le pueda sonar a sacrilegio. El maestro nipón olvida toda la parte intelectual o filosófica del original , y se centra en las tormentas sentimentales de los personajes. Logra así una obra oscura de un fuerza y una contundencia dificilmente igualable, muy superior a la de su original, y mucho más clara e inteligible... una de las reflexiones más poderosas y terribles sobre el ser humano, el amor, el sacrificio y la ética, y logra lo  imposible, ganar a Dostoievski en su propio terreno. 
      Que nadie espere una película realista. La trama de El idiota al igual que sus personajes son extremos. Es una alegoría sobre la condición humana, en la que los personajes, más que individuos, representas estados del alma. 
          Una obra de arte mayúscula y única.

lunes, 3 de septiembre de 2012

La mujer crucificada (Kenji Mizoguchi, 1954)


Probablemente no sea muy arriesgado decir que Kenji Mizoguchi, el menos conocido de los grandes maestros japoneses (por supuesto mucho menos que Kurosawa, e incluso más desconocido que Ozu) es el más grande de los tres, así como el más sutil y discreto. Sólo conservamos una pequeña parte de lo que rodó (lo que sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial), pero es lo suficiente como para considerarlo uno de los grandes directores de todos los tiempos. Suya es una película de una belleza incomparable, Cuentos de la Luna Pálida, que espero tener la oportunidad de comentar algún día.
       Me gusta comparar los estilos de Kurosawa y de Mizoguchi. Aunque tienen en común el haber sido muy influidos por el cine occidental (influencia nula en Ozu), son directores diametralmente distintos. Kurosawa es el gran narrador de lo masculino: las batallas, el honor, la espada, los samuráis, la aventura,… Mientras que Mizoguchi es el gran exponente de lo femenino: la dulzura, la delicadeza, la capacidad de amar, el sacrificio… Probablemente algún lector no esté de acuerdo con este punto… espero que me perdone por utilizar unos arquetipos para exponer mis ideas. Soy consciente de que son una simplificación, pero creo que ayudan a expresar las diferencias entre uno y otros. Dicen que las comparaciones son odiosas, y ésta es una sentencia del Quijote que no acabo de entender. Creo que las comparaciones pueden resultar poco diplomáticas, pero son necesarias en cualquier argumento. Yo desde luego lo tengo claro, me quedo con Mizoguchi, a pesar de que me encante Kurosawa. Ambos tienen su propia antropología, y prefiero la del primero… Se  centra en los mejores y más hermosos aspectos de la humanidad, los encarnado por el arquetipo femenino.
Por otro lado el cine de Mizoguchi es un prodigio de sencillez. Este hombre que parece no dirigir, sino simplemente ser un testigo de una sensibilidad exquisita, logra que te olvides por completo de que estás viendo una película y te sumerge en la vida por completo en la vida interna de sus personajes. Creo que no hay nada más difícil y meritorio: que el creador desaparezca para que sus criaturas tomen vida, y Mizoguchi lo hace con una facilidad incomparable.
     Todo lo que digo de Mizoguchi es aplicable a la película que aquí nos ocupa, punto por punto. Es un prodigio de sencillez, belleza, verdad, amor y humanidad. Una auténtica obra maestra que te llega hasta lo más profundo del alma. Pero lo más impresionante es que tengo la sensación de que estamos ante una obra menor de este inmenso artista. Imaginaos como deben ser sus mejores películas.
       No puedo evitar extrañarme ante los que consideran a Almodóvar el gran director de lo femenino. Creo que el cine de Almodóvar ( que ha tenido sus buenos momentos) es ante todo pose… no tiene esencia, ni alma… es un conjunto de tópicos con los que ir de posmoderno. Propongo al espectador que lo compare con el de Mizoguchi: la diferencia es infinita.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Dial M for Murder (Alfred Hitchcock, 1954)

Basada en la obra del dramaturgo inglés Frederick Knott, y con guión del mismo autor, Dial M for Murder, un imaginativo y sugerente título, que desgraciadamente se tradujo en España como Crimen Perfecto, está película es una más que entretenida, intrigante y efectiva muestra del cine de Hitchcock.
       El origen teatral de la trama se percibe fácilmente, pues todo ocurre prácticamente en una habitación, de donde los personajes entran y salen. Sería fácil pensar que el mérito del gran cineasta inglés en este caso es más bien escaso, pues sería prácticamente el guión Knott quien llevaría el peso de toda la trama, quedando la dirección en un segundo plano. Pero conviene no confundirse, teatro y cine son dos artes muy distintas, y lo que funciona en una, no tiene por qué funcionar en la otra. Hitchcock respeta este aspecto, y no trata de hacer que la historia o el desarrollo sea distinto al original, pero eso no significa que la dirección, ni el lenguaje cinematográfico sean secundarios, más bien al contrario.
     Precisamente el hecho de que las opciones visuales sean tan limitadas, parece ser un estímulo para el gran maestro británico, y logra una dirección tan prodigiosa como efectiva y sutil. Es cierto que gran parte del peso corre de cuenta del guión y de los diálogos, pero la maestría de Hitchcock está en como al cambiar ligeramente la perspectiva, o mostrar un personaje u otro (o a ambos) modifica por completo el centro de gravedad de la intriga. Por increíble que parezca tiene un control absoluto sobre su film y las emociones que despierta. Es como un guía que te lleva por un bosque tenebroso, y te dice "párate aquí", "escucha esto", "ven y mira esto otro"... Es cierto que es el bosque el que da miedo, pero también lo es que es nuestro guía el que lo modula, haciendo que varíe en el tiempo y en el espacio.
     Para hacer lo que hacía Hitchcock (y que nadie más a hecho) hace falta un talento descomunal y también un gran conocimiento de la mente humana, o de, al menos, sus mecanismos del miedo y la inquietud. Ningún otro director en la historia a logrado lo mismo, y no hay más que ver la distancia que separa al maestro de su discípulo Brian de Palma, que no carecía de talento, pero al que faltaba sutileza.
     Dial M for Murder es entretenimiento de primerísima clase. Una película en la que la planificación y el relato de un crimen puedes resultar más emocionante que el crimen en sí, una intriga adictiva donde todo se decide en los pequeños detalles. Una verdadera lección de simplicidad, inteligencia y sutileza, que todo las películas de intriga contemporáneas, con su efectismo
 deberían aprender.
     Simplemente una película genial e irrepetible, como muestra el hecho de que entre ésta y la versión que se hizo en 1998, protagonizada por Michael Douglas, Gwyneth Paltrow y Viggo Mortensen, hay una pequeña distancia: la que separa el cerebro del bajo vientre.
   

martes, 28 de agosto de 2012

Yojimbo (Akira Kurosawa, 1961)

Yojimbo (guardaespladas) supuso, un viaje de ida y vuelta en la historia del cine. Del lejano oeste al lejano este, y de vuelta al oeste. Influido por el "western" americano, Akira Kurosawa decidió rodar su propia "eastern", protagonizado por un inolvidable Toshiro Mifune, en el papel de un "ronin" (samurai errante y sin señor) anónimo y muy peculiar.
        A diferencia de las películas del oeste, el protagonista parece incómodo en su papel de héroe y continuamente se esfuerza por no parecerlo. Desarraigado y descreído, hace como que nada le importa y se esconde tras una máscara de cinismo. Probablemente este "ronin" haya sido el primer gran antihéroe de la historia del cine.
      Otra gran diferencia con el cine norteamericano es la gran sobriedad de la puesta en escena de Kurosawa. No se deleita en los grandes paisajes ni en las bellas estampas, ni siquiera ofrece al espectador la posibilidad de disfrutar del color. Al modo zen, Kurosawa deja de lado todo lo que pueda distraer de la narración o embellecerla. Esta desnudez casi absoluta es una de las señas del cine del gran maestro japonés y esta película no es una excepción.
      En lugar de ello, Kurosawa dedica todo su talento a la construcción de la trama y de los personajes. Como dijimos a propósito de su continuadora, Sanjuro, Kurosawa hace una radiografía de las grandes pasiones humanas: la codicia, el poder, la cobardía, el valor, el honor, la amistad y el amor, y, de un modo especial, la violencia. Estos son los aspectos que interesan al gran director, y sobre los que diserta en profundidad.
     Viendo las batallas de Yojimbo parece que los personaje actúan más por miedo o cobardía que por convicción o valor. No recuerdo ningún otro director que haya ridiculizado tan inteligentemente la violencia.
     Pero que nadie se engañe, a pesar de su profundidad, Yojimbo es una de las mejores películas de aventuras y más entretenidas jamás filmadas, que además hace gala de un gran y profundo sentido del humor. El mayor centro de interés es su protagonista, un personaje único e irrepetible, que en algunos rasgos me recuerda a nuestro Quijote.
     Un par de apuntes. Al principio dije que esta película supuso un viaje de ida y vuelta en la historia del cine. Y es que todo lo que tomó Kurosawa volvió al oeste de la mano de Sergio Leone. El argumento de Por un puñado de dólares está calcado del de Yojimbo. Lo imperdonable es que el director italiano nunca lo reconoció. Kurosawa se inspiró en el western y como consecuencia cambió el género para siempre. El relato dominante pasaría de ser heróico a antiheróico. Sin embargo la gran diferencia entre la película de Leone (pese al plagio, una obra maestra), y de todas sus herederas, directas o indirectas, y de la Kurosawa, es que las primeras son convencidamente amorales y mucho más violentas y efectistas que la original. Estos serán rasgos definitorios del neo-western.
    Por otro lado, la semana pasada comenté la secuela de Yojimbo, Sanjuro. Lo lógico hubiera sido lo contrario, pero es así como han salido las cosas. Me es imposible decidirme por una. La primera tiene más aventuras, es más divertida, pasan más cosas,... pero Sanjuro profundiza mucho más en los personajes y en sus motivaciones, y perfila mucho mejor a su protagonista. Justo lo que hizo Cervantes en la segunda parte del Quijote. Lo que se pierde en novedad se gana en intensidad. Otra prueba más de la genialidad de Kurosawa.
    Una película imprescindible de ver por muchos motivos. Inolvidable.

domingo, 26 de agosto de 2012

El dictador (Larry Charles, 2012)

Olvídense del nombre del director. Esta película pertenece, al cien por cien, a Sacha Baron Cohen. Él es el guionista, la estrella,... la banda sonora está compuesta por un hermano suyo, y, aunque no pueda comprobarlo, probablemente también esté implicado en la producción.
      Como debo ser de otro planeta no he visto ninguna de sus películas anteriores, ni Borat, ni Hugo. Sé que Borat fue todo un fenómeno y que a la gente le encantó, y también que recibió en general buenas críticas, aunque algunos opinaba que el señor Baron Cohen se pasaba un tanto de rosca en sus chistes, que resultaban tanto ofensivos para los estadounidenses como para los kazajos (el personaje de Baron Cohen tenía esta nacionalidad). 
      Ya he dicho que no he visto Borat, pero desde luego he comprendido que la sutileza no es una de la virtudes de este "actor-guionista-productor-profeta-sociólogo". Leo que es el heredero natural de Peter Sellers, y me pregunto a qué facultad van los críticos.
     Desde mi punto de vista Baron Cohen es una versión multimillonaria de nuestro Carlos Latre. No es un actor, empecemos por eso, sino un humorista y un imitador. Y su humor es grueso, grueso, grueso. Parece un individuo fijado en la etapa anal (odio que tipos como éste me planteen darle la razón a Freud). Su humor es tan elaborado y complejo como la receta de un huevo frito. Se basa en caca, culo, pedo, pis,... es tan guárramente infantil que ni siquiera llega a parecer adolescente.
      Y lo peor es que todo este despropósito se viste de crítica política sobre los regímenes totalitarios de oriente medio, con lo que, además, resulta innecesariamente ofensiva para los árabes. 
      Una cosa que no perdono en una película es que como espectador me engañen. Si voy a ver una sátira política que realmente lo sea. Si voy a ver una sarta de chistes fáciles, alusiones sexuales dignas de adolescentes salidos, lenguaje de barriobajero y toneladas de excrementos y situaciones en torno al ano y a la vagina (y no exagero... la primera escena de amor ocurre cuando los dos protagonistas enlazan sus manos, literalmente, en el interior de la vagina de otra mujer... ¡ahí queda eso!), quiero saberlo. El "cine" de Adam Sadler  es pésimo hasta la muerte... pero al menos no engaña, sabes a lo que te expones si lo ves.
      El señor Cohen juega a crítico social, cuando realmente es vulgar cuenta-chistes-guarros. Y lo mejor (para él) es que se está quedando con nosotros y haciendo de oro. Es más, leo otras críticas, y en general los sesudos jueces del sétimo arte le ríen las gracias. Yo ni siquiera le perdono el título de su engendro: refiere y recuerda inmerecidamente a la gran película del grandísimo Charles Chaplin. ¿Esta es su heredera? Que Dios no asista.
      Siempre pensé que el humor estaba relacionado con la inteligencia... iluso de mi. Al parecer, el mejor camino hacia el humor debe ser la lobotomía.
      Un auténtico horror de "película", mala de solemnidad. Sólo me queda un consuelo: el "Síndrome Torrente" no es exclusivamente español.

viernes, 24 de agosto de 2012

The Matrix (Andy y Larry Wachowsky, 1999)

Probablemente si hay una película que todo el mundo haya visto es la que nos ocupa en este artículo. Por tanto, este artículo no tiene tanto una intención informativa como reivindicativa. ¿Pero, por qué habría que reivindicar la archiconocida y exitosa película de los excéntricos hermanos Wachowsky? Porque muchas veces el éxito comercial oculta y nos hace olvidarnos de la calidad de una película, sobre todo si ha tenido malas continuadoras e infames imitadoras. Con el cine viene a pasar lo de "dime con quién andas y te diré quien eres". Hay decenas de dignísimas películas olvidadas y despreciadas porque desconsiderados productores vieron en ellas la oportunidad de crear lucrativas y horrendas franquicias, o porque tuvieron la mala suerte de resultar tan influyentes que originaron horrendos subgéneros. La lista de estas desgraciadas películas es tan larga que daría para una monografía. La clave está en centrarse en la película en cuestión y olvidar lo que vino después.
       The Matrix es una de las grandes películas de ciencia ficción de la historia. Es arriesgado decir eso cuando apenas han pasado trece años de su estreno, pero creo no equivocarme. Técnicamente impecable fue la demostración absoluta de lo que se intuía con la segunda parte de The Terminator: que ya no había imposibles en el cine. En este sentido, The Matrix fue una película apabullante, con unos efectos especiales y unos recursos visuales poco antes inimaginables. En esta película no hay límete alguno para la acción de los actores. Lo que antes era un privilegio de los personajes de dibujos animados, ahora es posible para los actores de carne y hueso (no es ningún secreto que una de las grandes inspiraciones de The Matrix es el "anime" japonés, especialmente la sensacional The Ghost in a Shield).
       Pero no es ésta la gran virtud de la película. Por muy espectacular y efectiva que sea su acción y su puesta en escena, la clave del film está en su trama y en sus diálogos. Se ha hablado muchas veces de la escasa originalidad de la película, pero dado que realmente se trata de una revisión de la doctrina de Platón sobre la relación entre el mundo sensible y el mundo de las ideas, ejemplificado en el mito de la caverna (más algún toque de mesianismo) no creo que ningún novelista ni guionista pueda decir nada al respecto. Pocas inspiraciones me parecen tan nobles y elevadas como ésta. Pero es que, además, The Matrix adapta maravillosamente bien las milenarias cuestiones metafísicas sobre qué es realmente la realidad al mundo hipertecnificado e hipercomunicado que surgía por aquel entonces. Por otro lado, aunque compleja, la trama se comprende y sigue perfectamente, siendo todo un ejemplo de didáctica narrativa. La tensión está perfectamente dosificada. La película no resulta no lenta ni precipitada. Es lo que tantas veces hemos echado de menos en este blog: una película redonda, que se resuelve tan bien como se plantea.
       Aunque perteneciente al siglo XX, con The Matrix empieza el siglo XXI. Es la primera película 2.0 de la historia, en la que cobran una vital importancia dos elementos que cambiarían nuestra vida para siempre: los telefonos móviles y la Internet. En este sentido es profética, pues vislumbra la revolución que estaba en ciernes.
      Algunos han devaluado la película argumentando que los hermanos Wachowsky no volvieron hacer nada que merezca la pena. Es cierto que después engendraron algunos esperpentos insufribles, pero además de ser un argumento discutible desde el punto de vista lógico, conviene no olvidar la notable adaptación de la novela gráfica "V" for Vendetta de la que fueron responsables, aunque nominalmente el director fuera otro.
      En definitiva The Matrix es una maravillosa película. Creo que merecía la pena recordarlo.

jueves, 23 de agosto de 2012

Tsubaki Sanjuro (Akira Kurosawa, 1962)

Probablemente Tsubaki Sanjuro (algo así como "camelia de treinta años") no sea una de las películas más populares de Akira Kurosawa. Es posible que ni siquiera se encuentre entre las grandes obras del gran maestro japonés. No importa. Incluso las películas menores de Kurosawa encierran mucho más cine que cualquier película media que podamos ver, por muy exitosa o prestigiosa que sea.
        La película se concibió originariamente como una fiel adaptación de la historia corta de Shugoro Yamamoto Días pacíficos. Sin embargo, debido al gran éxito de Yojimbo, Kurosawa decidió rehacer la historia adaptada al excéntrico y carismático protagonista de esta, inolvidablemente interpretado por el gran Toshiro Mifune, por lo que el resultado final fue completamente diferente al inicialmente pensado.
        Y en efecto, la gran baza de la película es su incomparable personaje principal... ese samurai sin nombre, desaliñado, caótico, borrachín y esquivo, que desafía todas las convenciones sociales, pero que oculta un corazón de oro y una inteligencia preclara, que pone orden y concierto en ambientes donde sólo reina el caos y la violencia.
     Tsubaki Sanjuro es una película profundamente moral, como lo es todo el cine de Kurosawa. Cada día estoy más convencido de que Kurosawa es, por sus intereses, el Shakespeare del cine. Ningún otro cineasta ha profundizado tanto en aspectos de la naturaleza humana tales como el honor, la codicia, el poder, la venganza, la traición, el valor o la violencia. Esa es una de las razones de que su cine sea tan popular. Al contrario que el cine de otras grandes maestros (Bergman, Tarkovsky, Dreyer...), de personajes más reflexivos, los del maestro japonés son personajes de acción, pero no es una acción ciega y que sólo busque el entretenimiento del espectador... en los actos de los personajes de Kurosawa se manifiestan profundas reflexiones sobre el hombre.
    Sin duda, las dos grandes enseñanzas de la película son la primacía de la inteligencia sobre la fuerza bruta, y la inutilidad de la violencia. Y Kurosawa trasmite estas enseñanzas con la misma facilidad y naturalidad que respirara.
   Puede que una obra "menor" de Kurosawa, pero sin duda una gran película. Basta una secuencia para ver la diferencia entre un buen director y un gran cineasta. Los duelos de Leone son artificiosos, barrocos... el estilo distrae del contenido. Los duelos en Kurosawa son directos, casi irreales... un visto y no visto. No hay un ejercicio de embellecimiento. Con ellos te das cuenta de la fragilidad de la vida humana y de la irreparable pérdida que supone la muerte de un hombre. El estilo queda absorbido por el contenido. Es la diferencia que va del hablar al decir. En Kurosawa cualquier detalle encierra un profundo significado.
    Una película inolvidable.

martes, 21 de agosto de 2012

The Terminator I y II (James Cameron, 1984-1991)

Las dos entregas de The Terminator seguramente formen una de las más interesantes "dilogías" del cine fantástico. Separadas por tan sólo siete años, son dos películas totalmente distintas, pese a la abundancia de lugares comunes, que pertenecen a mundos diferentes.
         La primera entrega era la ópera prima de un director desconocido, realizada con un presupuesto bajo y con dificultades para su distribución, y protagonizada por actores desconocidos. Además pertenecía a un orden mundial muy concreto: el de la guerra fría, con dos superpotencias nucleares enfrentadas, con la capacidad de arrasar la humanidad entera cientos de veces, mientras el resto del mundo asistía impotente al terrible espectáculo de las amenazas mutuas, rezando para que ninguno de los dos gigantes diera el primer paso de la aniquilación. Pese a su escasa repercusión inicial, la película poco a poco se fue convirtiendo en una obra de culto que encumbró a todos los que participaron en ellas (desde el director al encargado de efectos especiales, pasando por los actores). Aún así creo que es una película poco vista y peor comprendida.
      Su continuación fue una superproducción en toda regla, con el presupuesto más alto de la historia en su momento, protagonizada por una estrella (Arnold Scwarzenegger) que por sí solo reventaba taquillas. Desde el primer momento se convirtió en un fenómeno sociológico y en una de las películas más esperadas de la historia. Técnicamente marcaría un antes y un después en la historia del cine. Terminator II mostró que, con la nueva generación efectos especiales creados por ordenador, no había nada que no pudiera hacerse... el cine entró en una nueva era, una en la que la única limitación técnica era la imaginación, en la que por cierto aún vivimos. Además, pertenecía a un orden mundial mucho más despejado, en le que la amenaza nuclear había desaparecido del horizonte.
    Así pues, en cierto modo la relación entre una y otra recuerda a la de David y Goliath. Creo que si se hiciera una encuesta la inmensa mayoría del público optaría por la segunda parte. Técnicamente esta a años luz, es mucho más trepidante y tiene un espíritu mucho más aventurero. Además, pese a ciertas escenas violentas, es una película agradable de ver y que incluso puede considerarse apta para toda la familia. Ha envejecido formidablemente bien y sigue resultando tan espectacular y entretenida como cuando se rodó.
    Sin embargo, sin desmerecer su estupenda secuela, yo me quedo con la primera. Esa humilde película contiene uno de los mejores guiones de la historia del cine fantástico, al que casi treinta años después sigo sin encontrarle fisuras. Está admirablemente dirigida y la forma en que mantiene la tensión admite pocas comparaciones. Tuve la suerte de disfrutarla cuando se estrenó y no dejaba de sorprender, pues su desarrollo desafiaba toda logica y te dejaba sin aliento. Oscura como pocas, estaba protagonizada por uno de los villanos más terroríficos e implacables que se habían visto en la pantalla. Un personaje que daba auténtico miedo y que te causaba una terrible sensación de impotencia e indefensión.
      Creo que mi decisión está clara, aunque sigo considerando a la segunda una magnífica película de acción. Pero la primera parte es algo más... una obra maestra. Desde mi punto de vista la mejor película de cine fantástico de los ochenta (pese a todos los Blade Runner del mundo). Alien le hubiera discutido el trono, pero es de 1979, así que le dejó el despejadito. 
       Envidio a quien no la ha visto por tener la oportunidad de descubrirla.

domingo, 19 de agosto de 2012

El legado de Bourne (Tony Gilroy, 2012)

Voy a empezar por el final, y luego intentaré explicarme. El legado de Bourne es una estupenda película, pero desgraciadamente se queda a un paso de ser una grandísima película, de esas que marcan un género.
      Dirigida por el guionista de las tres primeras entregas, su primer acierto es no presentarse como una continuadora de la exitosa trilogía, sino más bien como una historia paralela. De hecho, la trama es simultánea a la de El ultimatum de Bourne.
      El comienzo de la película es fabuloso y la presentación del nuevo protagonista, Aaron Gross (Jeremy Renner), es sensacional. Aislado y acompañado únicamente de una espléndida naturaleza, sin apenas diálogos, se nos dice de qué madera está hecho y qué es capaz de hacer. Con apenas, unas líneas el guionista nos da la clave psicológica del personaje: al contrario que su antecesor es plenamente consciente de todo, y está harto de ser un juguete del gobierno.
     En su primera parte, la película alcanza una profundidad inédita  en sus antecesoras. También es mucho más oscura, y las agencias que se ocupan de los trapos sucios del gobierno están descritas de manera mucho más sombría, al mismo tiempo que se muestra más despiadada y poderosa. La película alcanza cotas de tensión inolvidables, cuando los oscuros personajes que mueven los hilos se muestran con toda su maldad y frialdad. Realmente llegan a dar miedo.
    Al contrario de lo que cabría suponer, la cuarta entrega de la saga es la más clásica y reposada en su desarrollo, en las antípodas del montaje trepidante que caracterizaba a las tres primeras, en especial a la segunda y a la tercera. El legado de Bourne se despliega poco a poco, a fuego lento, siempre pisando terreno seguro, con una precisión asombrosa, pero también con la capacidad de acelerarse cuando es necesario hasta dejarte sin respiración.
    En lo argumental va un paso más alla de las tres primeras. Los nuevos agentes especiales está modificados biológicamente, e incluso genéticamente, siendo capaces de hacer cosas que para cualquier ser humano serían imposibles. En este sentido, la película está muy bien documentada, y las explicaciones que da son científicamente convincentes.
    Todos los actores están estupendos, Jeremy Renner está soberbio, y nos regala una interpretación convencida, convincente y poderosa. Rachel Weisz está espléndida, con una capacidad única para enamorar a la cámara, y Edward Norton está enorme, como siempre.
   Si hasta ahora sólo he dicho cosas buenas de la película, ¿por qué es pero inicial? Porque, al final, El legado de Bourne se olvida de sí misma. En la última media hora del film, este se desentiende por completo de sus virtudes y se resuelve de manera mecánica, recurriendo a los tópicos, precisamente lo que con tanto talento hasta entonces se había evitado. Siempre he pensado que lo más difícil de una historia es cerrarla... puede que sea eso, pero me temo que, más bien, se trata de que han primado los intereses comerciales sobre los artísticos, y se ha optado por dejar de lado la calidad y coherencia de la película para dejar bien refundada la franquicia. En cualquier caso, una pena, porque la película volaba muy, muy alto. 

viernes, 17 de agosto de 2012

La trilogia de Bourne (Doug Liman-Paul Greengrass, 2002-2007)

Una de las mejores noticias que nos ofreció el cine norteamericano en la primera década de este suglo fue la estupenda adaptación de la trilogía del escritor norteamericano Robert Lundum, que tiene como protagonista al letal y amnésico agente especial Jason Bourne.
    The Bourne identity (Doug Liman, 2002). Fue una gratísima sorpresa para todos los amantes del cine de acción (me atrevería decir que del cine, en general). Escéptico en todo lo referido a películas de agentes especiales y espías, debido a la saga Bond, la historia de Jason Bourne me cautivó desde un principio. No es un superficial, cínico y mujeriego personaje, armado con toda clase de cachivaches extraños e inverosímiles, y que es capaz de desarmar una bomba atómica, mientras seduce a la maciza de turno y mata al malo. Bourne es una especie de máquina de matar a su pesar. Sus habilidades casi escapan a su control, y su único propósito es saber quién es en realidad y vivir en paz, pero sus antiguos "jefes" no están por la labor y lo obligan a huir y a luchar por su vida y la de aquellos que le importan. Uno de los grandes aciertos del guión fue construir un personaje tan poderoso físicamente como frágil emocionalmente... una especie de robot desprogramado que lucha por recuperar su humanidad.
   The Bourne supremacy (Paul Greengrass, 2004) varía el tono. Más oscura y pesimista que su predecesora, es ahora Jason Bourne el que pasa al ataque, movido por la venganza. La historia se centra más en la personalidad del protagonista, y no tanto en su identidad. Psicológicamente es la más compleja, y probablemente la más emotiva.
   The Bourne ultimatum (Paul Greengrass, 2007) opta por otro camino. Aquí lo importante no es tanto el propio Bourne, sino los excesos que un gobierno, presuntamente democrático, puede cometer en nombre de la seguridad nacional (asesinatos colectivos, torturas, actuaciones contrarias al derecho internacional, programas de entrenamiento inhumanos, etc). Es la más política de las tres. Asimismo es una advertencia, sobre la posibilidad de ser vigilados y controlados con las nuevas tecnologías y la necesidad de nuevas herramientas que aseguren nuestra intimidad.
   Hasta aquí una breve descripción del argumento de las tres películas. Ahora bien, ¿que hace a esta trilogía especial? En primer lugar revitalizó un género o dos, que languidecían miserablemente. El de espías estaba monopolizado por el insoportable James Bond (nombre curiosamente similar a Jason Bourne), que había terminado convertido en una parodia de sí mismo. Por su lado el cine de acción norteamericano, cada vez era más ridículo, con sus peleas imposibles, sus interminables secuencias a cámara lenta y sus héroes y villanos de diseño. La trilogía de Bourne revitalizó el género, volviendo a los orígenes y a la sencillez en su desarrollo, pese a sus complejos argumentos. Bourne es un héroe tan efectivo como espectacular; sin ser huraño, no es el típico protagonista bocazas y sobrado. Todas sus acciones son implacables y carecen de cualquier adorno. 
      El gran acierto de la primera película es que nosotros nos sorprendemos, tanto por sus habilidades cómo el mismo, creando una simpatía instantánea con el personaje. Las secuencias de combates, persecuciones y emboscadas, que definen a los tres filmes son antológicas, y crearon escuela. Sin ir más lejos, tras las dos primeras, James Bond se redefinió a imagen y semejanza de Jason Bourne, como un personaje mucho más frío, duro, físico y amenazante, con el rostro de Daniel Craig. También heredó de su "competidor" ese carácter torturado y en constante conflicto con su propia naturaleza. Por otro lado no hay que ver más que cualquier secuencia del Batman de Nolan para darse cuenta de cuánto le debe el cine de acción de calidad, a la trilogía de espía amnésico.  
      Podríamos decir muchas cosas más sobre estas tres estupendas películas. Pero no es poco afirmar que redefinieron y dignificaron un género, y que demostraron que se puede entretener con películas de verdadera calidad, tan inteligentes como trepidantes. Y, al contrario, que muchos otros loables intentos de dignificar el cine "de entretenimiento" (y que conste que esta etiqueta no me gusta) en esta trilogía no hay ningún atisbo de grandilocuencia, que tanto empaña el resultado final.
       Tres películas magníficas. Sólo espero que la heredera, que ahora se exhibe en los cines, les haga justicia y esté a la altura de sus predecesoras. 

sábado, 11 de agosto de 2012

Chacal (Fred Zinnemann, 1973)

Coproducción británico-francesa basada en la novela The day of the Jackal, de Frederick Forsyth, Chacal es una de las películas más interesantes e intrigantes del cine europeo y del cine mundial. Sin duda, una de las cumbres del género negro, a mitad de camino entre el género policiaco y las películas de espías.
     Chacal narra la historia de un meticuloso e implacable asesino a sueldo, que es contratado por una organización terrorista francesa para asesinar al presidente de Gaulle.
       A mi modo de ver, el gran acierto de Chacal, y lo que ha hecho de ella una película por la que no pasan los años, es que lo ha apostado todo a la carta de la inteligencia, haciendo al espectador partícipe de una apasionate partida de ajedrez entre el asesino y las fuerzas de seguridad encargadas de detenerlo. Zinnemann ha optado por una desarrollo sólido, meticuloso y progresivo de la historia, que no se altera ni precipita nunca, en un continuo creciendo de tensión, que desemboca en uno de los finales más emocionantes e imprevisibles de la historia del cine.
        Y es que sobriedad es la palabra que mejor define la película. Sobriedad en la manera de actuar del asesino, tan lejos del histrionismo y de la sobreactuación que suele caracterizarlos... sobriedad en la manera de actura de la policía, ya que es una de las pocas películas en la que más que emplear sus armas, emplean sus cerebros... y, sobre todo, sobriedad en el desarrollo de la historia: sin giros, ni cambios de ritmo, ni golpes de efecto, sino con un  crecimiento natural y orgánico que va envolviendo progresivamente al espectador para no soltarlo nunca... una sobriedad tan acertada como ausente hoy día en el cine de género, y que ha hecho de las películas actuales ejemplos inmejorables de lo que significa "mucho ruido y pocas nueces"
       Al contrario que en la inmensa mayoría de las películas, en teoría similares, no hay persecuciones, ni tiroteos, ni huidas precipitadas. Todo funciona con una milométrica precisión que hace de esta película una recreación de una verdadera "guerra fría". A su lado, las demás películas de espías (léase James Bond) parecen auténticas payasadas infantiles. Incluso honorables sagas, como la de Jason Bourne palidecen en comparación con este auténtico trabajo de relojero que es Chacal, demostrando que la inteligencia, y el trabajo pausado y bien hecho, siempre es mucho más interesante que las acrobacias de circo y una puesta en escena en la que todo sucede tan rápido que no te enteras de nada.
      Una película que se agradece doblemente, por ser inteligente y por creer en la inteligencia del espectador, y que de paso creó un villano inolvidable... de los mejores (es decir, peores) que se han visto en la gran pantalla.
     En resumen "muchas nueces y poco ruido", como debe ser. Realmente recomendable.

jueves, 9 de agosto de 2012

1 (Pater Sparrow, 2009)

Yo soy el primer sorprendido de escribir esto. Y es que esto no es ni una opinión ni una crítica, sino más bien una advertencia.
Por favor, no veáis nunca esa película. Que conste que os lo he dicho. 
      Yo no se cuántos premios ha ganado, y hay gente que le encanta... no lo entiendo... supongo que muchos considerarán que es el colmo de la inteligencia decir que te encanta algo que no tiene ni pies ni cabeza para los simples mortales, pensarán que se queda como un rey... ¡yo que sé..!
     Me gustaría deciros de que va, pero es imposible. Es un ejercicio de masturbación intelectual de un director tirando a niñato, que parece querer refregarnos su inteligencia intentando que nos traguemos su bodrio incomprensible e infumable, y que aplaudamos su "ingenio", mientras hacemos como si lo hubiéramos comprendido, o su bla-bla sin sentido nos hubiera impactado en lo más hondo de nuestras neuronas.
    Y por si fuera poco, va de poeta de la imagen, cuando yo le recomendaría dirigir video-clips de "reggeaton".
    Dios mío, después de ver esta cosa Prometheus me parece una obra maestra absoluta... al menos se entiende.
    Y lo más inexplicable es que se la considera una película genial, rompedora, vanguardista... yo antes prefiero una de kung-fu, pero de las de antes.
  ¡Que horror, que horror, que horror!

Prometheus (Ridley Scott, 2012)

Vayamos por partes. No considero que Prometheus sea una "precuela" de la magnífica Alien. Que conste que esto lo digo a título meramente descriptivo, sin hacer ningún tipo de valoración. Esta afirmación, que puede resultar sorprendente, la hago porque una y otra película no tienen nada que ver... el tono, el estilo e incluso el género son distintos. Es verdad que el final de Prometheus, intenta enlazar con el comienzo de Alien, pero parece más bien un postizo que otra cosa.
      Por lo tanto, me cuesta hacerme a la idea de por qué Ridley Scott ha concebido esta película como la antecesora de su obra maestra. Se me ocurren varios motivos. El primero de ellos comercial: evidentemente, la "precuela" del gran clásico de la ciencia-ficción/terror, dirigida por el mismo autor, estaría destinada a reventar las taquillas de medio mundo. También puede que Scott, quisiera reivindicar definitivamente la saga, que por tantas manos ha pasado, y rescatarla, ya que últimamente había caído hasta niveles vergonzosos en esos engendros que son las sucesivas entregas de Aliens vs Predators. También puede ser que Scott quisiera hacer una gran película de ciencia ficción, y aprovechara el marco que le proporcionaba Alien, pues en principio es más facil construir desde algo que desde la nada. O puede que fueran las tres cosas al mismo tiempo.
     Si Scott, quería tener éxito comercial, lo ha logrado. Si quería dignificar la saga, también. Pero si lo que quería era hacer una gran película de ciencia ficción, con abundantes connotaciones filosóficas y trascendentales ha estado más cerca del fracaso que del éxito, y utilizar el marco de Alien creo que ha sido un error, pues le ha obligado a forzar el guión de manera evidente y muy poco natural.
    Prometheus es una digna película de ciencia ficción, ni más ni menos. Técnicamente impecable, se ve con gusto y en todo momento mantiene el interés. Nunca me aburrió ni se me hizo larga. El problema es que evidentemente Scott, quería lograr algo más, y es aquí donde se le ven las costuras. Este film se equivoca al reivindicarse tan descaradamente como película profunda y existencial. Las películas que realmente iluminan aspectos de la existencia humana lo hacen de manera sutil, imperceptible, creando una rara comunión entre el autor y el espectador. Prometheus no. Es demasiado cerebral, y todo en ella suena a tópico y artificioso: el director logra transmitir sus inquietudes íntimas, sino que opta por la vía del estereotipo y la pseudo-intelectualidad.  
    La trama de la película es fallida y deslavazada, por un lado se presenta como antecesora de Alien, aunque a lo que realmente parece aspirar es a suceder a 2001. Me temo que esto es imposible, como intentar cuadrar un círculo. Si Scott realmente quería hacer una película sobre sus inquietudes metafísicas, creo que hubiera sido más inteligente empezar de cero, pues el tener que jugar a dos bandas simultaneamente ha hecho que su criatura se quede en tierra de nadie. 
    Tampoco tenía mucho sentido hacer una precuela de Alien en sentido estricto. Es una película redonda a la que no había nada que añadir. En cierto modo, creo que Scott tenía miedo de enfrentarse a su única obra maestra, la película que le dio a conocer y cuya calidad nunca ha igualado, pese a que, en general, se valora más Blade Runner. Me atrevo a decir que consciente de que no podia superarla ni igualarla en calidad, lo intentó por la vía de la grandilocuencia, lo cual es un error. 
    A pesar de todas mis críticas, creo que Prometheus es una buena y digna película. El problema es que intenta ser algo más... aspira a convertirse en un referente de la ciencia ficción, y es aquí donde falla, pues ese traje le viene grande.
    Como en las últimas películas de Batman, el problema no es la calidad, pues la tienen, sino cierta megalomanía, que las empaña... y no poco. Parece ser un signo de los tiempos, ya que nadie reivindica la sencillez, que era la marca de los grandes maestros.
    ¿Lo mejor de la película? El estupendo Michael Fassbender.

martes, 7 de agosto de 2012

La bestia humana (Jean Renoir, 1938)

Esta magnífica película está basado en un relato de Emile Zola, cuyo protagonista es un hombre, que, debido a una tara genética, en determinadas circunstancias, pierde el control de sí mismo, siendo capaz, en ese momento, de hacer cualquier cosa.
    Sobre esta base, Renoir construye una película maravillosa, con una poética única capaz de llevarnos de viaje de una lado a otro de Francia, como si nosotros mismos fuéramos en esos trenes, que tanta importancia tienen en la película, como símbolo de la libertad, tan fácil de perder como de olvidar cuando se tiene. Renoir utiliza este recurso para darnos algo de aire en una historia que es bastante oscura y opresiva, y es prodigiosa su capacidad de evocarnos la naturaleza y las maravillas de la tecnología, casi sin usar palabras.
     Pero sobre este paisaje idílico se superpone la vida de unos personajes que parecen estar marcados por sus propios demonios y por la fatalidad. Gentes que son al mismo tiempo víctimas y verdugos... movidos por el miedo, los celos, la pasión irrefrenable, la culpa y la propia inconsciencia de las acciones.
     Con este material, Renoir compone un conmovedor fresco sobre la miseria moral humana, una miseria que más que a rechazo, mueve a compasión. Esa miseria que nos hace incapaz de disfrutar de lo bueno cuando lo tenemos, del mismo modo que nos hace quedarnos junto al mal y no enfrentarlo cuando nos alcanza. Esa ignorancia, entre ingenua y culpable, que consiste en engañarnos a nosotros mismos y convencernos de que estamos logrando nuestra libertad, cuando lo único que estamos haciendo es apretarnos nuestras cadenas o, directamente ponernos los grilletes.
       Lo sorprendente de esta estupenda película es que cuenta todo eso con una sencillez y una calidez lírica que desarma. No hay grandes discursos, ni grandes palabras. Renoir es capaz de mostrarnos un cambio radical en la vida del protagonista simplemente por el silencio que lo acompaña cuando viaja. Gozoso y en armonía con su entorno al principio; atormentado, taciturno y autista después.
      Se trata de cine del grande. Ése que puede decir tanto o más sin palabras que con ellas.
      Y entre tanta miseria humana, ¿no hay un solo descanso? Sí, la amistad. Ese sentimiento o realidad (como se le quiera llamar) que a menudo menospreciamos u olvidamos cuando oímos los cantos de sirenas de otros más grandilocuentes, pero que muchas veces es el único que nos ofrece ayuda y comprensión, pese a que siempre se presenta como el más modesto en sus pretensiones.
     Una maravilloso y poético viaje al interior del alma humana.

domingo, 5 de agosto de 2012

Orfeo (Jean Cocteau, 1949)

El atormentado y polifacético Cocteau (aparte de cineasta, fue escritor, crítico y escenógrafo), no hizo muchas películas, pero si las suficientes como para considerarlo uno de los grandes.
      Orfeo es una revisión de la tragedia griega, mil veces representada en teatro y ópera. Hay varias versiones de la misma. La historia básicamente consiste en que Eurídice, la mujer de Orfeo, muerta, baja al Hades. Ante el desconsuelo de Orfeo, los dioses le ofrecen la posibilidad de recuperar a su esposa. Para ello, el también deberá bajar hasta el Hades, y una vez rescatada su esposa no podrá volver a mirarla, pues en el momento que lo haga, ambos morirán.
      La genialidad de Cocteau se muestra en dos aspectos fundamentales. El primero fundir el mito con la realidad cotidiana, sin ningún tipo de artificio. El segundo utilizar una narrativa típicamente cinematográfica para la obra, olvidando cualquier tipo de teatralidad.
     El Orfeo de Cocteau es una obra absorvente desde el primer minuto. Nos vemos arrastrados como sus personajes humanos en un torbellino sobre el que no tenemos dominio ninguno. El tiempo parece circular, y tenemos la sensación de estar una y otra vez viviendo lo mismo.
     La naturalidad con la que Cocteau representa el más allá es genialmente incomparable. Utilizando los entornos más cotidianos y vulgares es capaz de transportarnos al reino de la muerte, y a todas las cosas que allí ocurren: dioses que infringen las reglas enamorándose de mortales, el eterno vagar, inconsciente de su propia muerte, de los que han perecido. Todas los seres míticos respiran una humanidad absoluta, y entre ellos destaca el personaje de la muerte.
     Cocteau también domina con maestría el tiempo y la perspectiva, jugando con los cuales crea una atmósfera de irrealidad. Al final, acabamos tan confundidos como los propios personajes.
    Una historia que enseña que la gran prueba del amor es el sacrificio y la renuncia, con una de las secuencias finales más emotivas y hermosas que he tenido la oportunidad de ver. Y una enseñanza: el amor es lo mejor que tenemos; tanto que hasta los dioses nos lo envidian.
    Una obra maestra e inmortal.