martes, 28 de agosto de 2012

Yojimbo (Akira Kurosawa, 1961)

Yojimbo (guardaespladas) supuso, un viaje de ida y vuelta en la historia del cine. Del lejano oeste al lejano este, y de vuelta al oeste. Influido por el "western" americano, Akira Kurosawa decidió rodar su propia "eastern", protagonizado por un inolvidable Toshiro Mifune, en el papel de un "ronin" (samurai errante y sin señor) anónimo y muy peculiar.
        A diferencia de las películas del oeste, el protagonista parece incómodo en su papel de héroe y continuamente se esfuerza por no parecerlo. Desarraigado y descreído, hace como que nada le importa y se esconde tras una máscara de cinismo. Probablemente este "ronin" haya sido el primer gran antihéroe de la historia del cine.
      Otra gran diferencia con el cine norteamericano es la gran sobriedad de la puesta en escena de Kurosawa. No se deleita en los grandes paisajes ni en las bellas estampas, ni siquiera ofrece al espectador la posibilidad de disfrutar del color. Al modo zen, Kurosawa deja de lado todo lo que pueda distraer de la narración o embellecerla. Esta desnudez casi absoluta es una de las señas del cine del gran maestro japonés y esta película no es una excepción.
      En lugar de ello, Kurosawa dedica todo su talento a la construcción de la trama y de los personajes. Como dijimos a propósito de su continuadora, Sanjuro, Kurosawa hace una radiografía de las grandes pasiones humanas: la codicia, el poder, la cobardía, el valor, el honor, la amistad y el amor, y, de un modo especial, la violencia. Estos son los aspectos que interesan al gran director, y sobre los que diserta en profundidad.
     Viendo las batallas de Yojimbo parece que los personaje actúan más por miedo o cobardía que por convicción o valor. No recuerdo ningún otro director que haya ridiculizado tan inteligentemente la violencia.
     Pero que nadie se engañe, a pesar de su profundidad, Yojimbo es una de las mejores películas de aventuras y más entretenidas jamás filmadas, que además hace gala de un gran y profundo sentido del humor. El mayor centro de interés es su protagonista, un personaje único e irrepetible, que en algunos rasgos me recuerda a nuestro Quijote.
     Un par de apuntes. Al principio dije que esta película supuso un viaje de ida y vuelta en la historia del cine. Y es que todo lo que tomó Kurosawa volvió al oeste de la mano de Sergio Leone. El argumento de Por un puñado de dólares está calcado del de Yojimbo. Lo imperdonable es que el director italiano nunca lo reconoció. Kurosawa se inspiró en el western y como consecuencia cambió el género para siempre. El relato dominante pasaría de ser heróico a antiheróico. Sin embargo la gran diferencia entre la película de Leone (pese al plagio, una obra maestra), y de todas sus herederas, directas o indirectas, y de la Kurosawa, es que las primeras son convencidamente amorales y mucho más violentas y efectistas que la original. Estos serán rasgos definitorios del neo-western.
    Por otro lado, la semana pasada comenté la secuela de Yojimbo, Sanjuro. Lo lógico hubiera sido lo contrario, pero es así como han salido las cosas. Me es imposible decidirme por una. La primera tiene más aventuras, es más divertida, pasan más cosas,... pero Sanjuro profundiza mucho más en los personajes y en sus motivaciones, y perfila mucho mejor a su protagonista. Justo lo que hizo Cervantes en la segunda parte del Quijote. Lo que se pierde en novedad se gana en intensidad. Otra prueba más de la genialidad de Kurosawa.
    Una película imprescindible de ver por muchos motivos. Inolvidable.

domingo, 26 de agosto de 2012

El dictador (Larry Charles, 2012)

Olvídense del nombre del director. Esta película pertenece, al cien por cien, a Sacha Baron Cohen. Él es el guionista, la estrella,... la banda sonora está compuesta por un hermano suyo, y, aunque no pueda comprobarlo, probablemente también esté implicado en la producción.
      Como debo ser de otro planeta no he visto ninguna de sus películas anteriores, ni Borat, ni Hugo. Sé que Borat fue todo un fenómeno y que a la gente le encantó, y también que recibió en general buenas críticas, aunque algunos opinaba que el señor Baron Cohen se pasaba un tanto de rosca en sus chistes, que resultaban tanto ofensivos para los estadounidenses como para los kazajos (el personaje de Baron Cohen tenía esta nacionalidad). 
      Ya he dicho que no he visto Borat, pero desde luego he comprendido que la sutileza no es una de la virtudes de este "actor-guionista-productor-profeta-sociólogo". Leo que es el heredero natural de Peter Sellers, y me pregunto a qué facultad van los críticos.
     Desde mi punto de vista Baron Cohen es una versión multimillonaria de nuestro Carlos Latre. No es un actor, empecemos por eso, sino un humorista y un imitador. Y su humor es grueso, grueso, grueso. Parece un individuo fijado en la etapa anal (odio que tipos como éste me planteen darle la razón a Freud). Su humor es tan elaborado y complejo como la receta de un huevo frito. Se basa en caca, culo, pedo, pis,... es tan guárramente infantil que ni siquiera llega a parecer adolescente.
      Y lo peor es que todo este despropósito se viste de crítica política sobre los regímenes totalitarios de oriente medio, con lo que, además, resulta innecesariamente ofensiva para los árabes. 
      Una cosa que no perdono en una película es que como espectador me engañen. Si voy a ver una sátira política que realmente lo sea. Si voy a ver una sarta de chistes fáciles, alusiones sexuales dignas de adolescentes salidos, lenguaje de barriobajero y toneladas de excrementos y situaciones en torno al ano y a la vagina (y no exagero... la primera escena de amor ocurre cuando los dos protagonistas enlazan sus manos, literalmente, en el interior de la vagina de otra mujer... ¡ahí queda eso!), quiero saberlo. El "cine" de Adam Sadler  es pésimo hasta la muerte... pero al menos no engaña, sabes a lo que te expones si lo ves.
      El señor Cohen juega a crítico social, cuando realmente es vulgar cuenta-chistes-guarros. Y lo mejor (para él) es que se está quedando con nosotros y haciendo de oro. Es más, leo otras críticas, y en general los sesudos jueces del sétimo arte le ríen las gracias. Yo ni siquiera le perdono el título de su engendro: refiere y recuerda inmerecidamente a la gran película del grandísimo Charles Chaplin. ¿Esta es su heredera? Que Dios no asista.
      Siempre pensé que el humor estaba relacionado con la inteligencia... iluso de mi. Al parecer, el mejor camino hacia el humor debe ser la lobotomía.
      Un auténtico horror de "película", mala de solemnidad. Sólo me queda un consuelo: el "Síndrome Torrente" no es exclusivamente español.

viernes, 24 de agosto de 2012

The Matrix (Andy y Larry Wachowsky, 1999)

Probablemente si hay una película que todo el mundo haya visto es la que nos ocupa en este artículo. Por tanto, este artículo no tiene tanto una intención informativa como reivindicativa. ¿Pero, por qué habría que reivindicar la archiconocida y exitosa película de los excéntricos hermanos Wachowsky? Porque muchas veces el éxito comercial oculta y nos hace olvidarnos de la calidad de una película, sobre todo si ha tenido malas continuadoras e infames imitadoras. Con el cine viene a pasar lo de "dime con quién andas y te diré quien eres". Hay decenas de dignísimas películas olvidadas y despreciadas porque desconsiderados productores vieron en ellas la oportunidad de crear lucrativas y horrendas franquicias, o porque tuvieron la mala suerte de resultar tan influyentes que originaron horrendos subgéneros. La lista de estas desgraciadas películas es tan larga que daría para una monografía. La clave está en centrarse en la película en cuestión y olvidar lo que vino después.
       The Matrix es una de las grandes películas de ciencia ficción de la historia. Es arriesgado decir eso cuando apenas han pasado trece años de su estreno, pero creo no equivocarme. Técnicamente impecable fue la demostración absoluta de lo que se intuía con la segunda parte de The Terminator: que ya no había imposibles en el cine. En este sentido, The Matrix fue una película apabullante, con unos efectos especiales y unos recursos visuales poco antes inimaginables. En esta película no hay límete alguno para la acción de los actores. Lo que antes era un privilegio de los personajes de dibujos animados, ahora es posible para los actores de carne y hueso (no es ningún secreto que una de las grandes inspiraciones de The Matrix es el "anime" japonés, especialmente la sensacional The Ghost in a Shield).
       Pero no es ésta la gran virtud de la película. Por muy espectacular y efectiva que sea su acción y su puesta en escena, la clave del film está en su trama y en sus diálogos. Se ha hablado muchas veces de la escasa originalidad de la película, pero dado que realmente se trata de una revisión de la doctrina de Platón sobre la relación entre el mundo sensible y el mundo de las ideas, ejemplificado en el mito de la caverna (más algún toque de mesianismo) no creo que ningún novelista ni guionista pueda decir nada al respecto. Pocas inspiraciones me parecen tan nobles y elevadas como ésta. Pero es que, además, The Matrix adapta maravillosamente bien las milenarias cuestiones metafísicas sobre qué es realmente la realidad al mundo hipertecnificado e hipercomunicado que surgía por aquel entonces. Por otro lado, aunque compleja, la trama se comprende y sigue perfectamente, siendo todo un ejemplo de didáctica narrativa. La tensión está perfectamente dosificada. La película no resulta no lenta ni precipitada. Es lo que tantas veces hemos echado de menos en este blog: una película redonda, que se resuelve tan bien como se plantea.
       Aunque perteneciente al siglo XX, con The Matrix empieza el siglo XXI. Es la primera película 2.0 de la historia, en la que cobran una vital importancia dos elementos que cambiarían nuestra vida para siempre: los telefonos móviles y la Internet. En este sentido es profética, pues vislumbra la revolución que estaba en ciernes.
      Algunos han devaluado la película argumentando que los hermanos Wachowsky no volvieron hacer nada que merezca la pena. Es cierto que después engendraron algunos esperpentos insufribles, pero además de ser un argumento discutible desde el punto de vista lógico, conviene no olvidar la notable adaptación de la novela gráfica "V" for Vendetta de la que fueron responsables, aunque nominalmente el director fuera otro.
      En definitiva The Matrix es una maravillosa película. Creo que merecía la pena recordarlo.

jueves, 23 de agosto de 2012

Tsubaki Sanjuro (Akira Kurosawa, 1962)

Probablemente Tsubaki Sanjuro (algo así como "camelia de treinta años") no sea una de las películas más populares de Akira Kurosawa. Es posible que ni siquiera se encuentre entre las grandes obras del gran maestro japonés. No importa. Incluso las películas menores de Kurosawa encierran mucho más cine que cualquier película media que podamos ver, por muy exitosa o prestigiosa que sea.
        La película se concibió originariamente como una fiel adaptación de la historia corta de Shugoro Yamamoto Días pacíficos. Sin embargo, debido al gran éxito de Yojimbo, Kurosawa decidió rehacer la historia adaptada al excéntrico y carismático protagonista de esta, inolvidablemente interpretado por el gran Toshiro Mifune, por lo que el resultado final fue completamente diferente al inicialmente pensado.
        Y en efecto, la gran baza de la película es su incomparable personaje principal... ese samurai sin nombre, desaliñado, caótico, borrachín y esquivo, que desafía todas las convenciones sociales, pero que oculta un corazón de oro y una inteligencia preclara, que pone orden y concierto en ambientes donde sólo reina el caos y la violencia.
     Tsubaki Sanjuro es una película profundamente moral, como lo es todo el cine de Kurosawa. Cada día estoy más convencido de que Kurosawa es, por sus intereses, el Shakespeare del cine. Ningún otro cineasta ha profundizado tanto en aspectos de la naturaleza humana tales como el honor, la codicia, el poder, la venganza, la traición, el valor o la violencia. Esa es una de las razones de que su cine sea tan popular. Al contrario que el cine de otras grandes maestros (Bergman, Tarkovsky, Dreyer...), de personajes más reflexivos, los del maestro japonés son personajes de acción, pero no es una acción ciega y que sólo busque el entretenimiento del espectador... en los actos de los personajes de Kurosawa se manifiestan profundas reflexiones sobre el hombre.
    Sin duda, las dos grandes enseñanzas de la película son la primacía de la inteligencia sobre la fuerza bruta, y la inutilidad de la violencia. Y Kurosawa trasmite estas enseñanzas con la misma facilidad y naturalidad que respirara.
   Puede que una obra "menor" de Kurosawa, pero sin duda una gran película. Basta una secuencia para ver la diferencia entre un buen director y un gran cineasta. Los duelos de Leone son artificiosos, barrocos... el estilo distrae del contenido. Los duelos en Kurosawa son directos, casi irreales... un visto y no visto. No hay un ejercicio de embellecimiento. Con ellos te das cuenta de la fragilidad de la vida humana y de la irreparable pérdida que supone la muerte de un hombre. El estilo queda absorbido por el contenido. Es la diferencia que va del hablar al decir. En Kurosawa cualquier detalle encierra un profundo significado.
    Una película inolvidable.

martes, 21 de agosto de 2012

The Terminator I y II (James Cameron, 1984-1991)

Las dos entregas de The Terminator seguramente formen una de las más interesantes "dilogías" del cine fantástico. Separadas por tan sólo siete años, son dos películas totalmente distintas, pese a la abundancia de lugares comunes, que pertenecen a mundos diferentes.
         La primera entrega era la ópera prima de un director desconocido, realizada con un presupuesto bajo y con dificultades para su distribución, y protagonizada por actores desconocidos. Además pertenecía a un orden mundial muy concreto: el de la guerra fría, con dos superpotencias nucleares enfrentadas, con la capacidad de arrasar la humanidad entera cientos de veces, mientras el resto del mundo asistía impotente al terrible espectáculo de las amenazas mutuas, rezando para que ninguno de los dos gigantes diera el primer paso de la aniquilación. Pese a su escasa repercusión inicial, la película poco a poco se fue convirtiendo en una obra de culto que encumbró a todos los que participaron en ellas (desde el director al encargado de efectos especiales, pasando por los actores). Aún así creo que es una película poco vista y peor comprendida.
      Su continuación fue una superproducción en toda regla, con el presupuesto más alto de la historia en su momento, protagonizada por una estrella (Arnold Scwarzenegger) que por sí solo reventaba taquillas. Desde el primer momento se convirtió en un fenómeno sociológico y en una de las películas más esperadas de la historia. Técnicamente marcaría un antes y un después en la historia del cine. Terminator II mostró que, con la nueva generación efectos especiales creados por ordenador, no había nada que no pudiera hacerse... el cine entró en una nueva era, una en la que la única limitación técnica era la imaginación, en la que por cierto aún vivimos. Además, pertenecía a un orden mundial mucho más despejado, en le que la amenaza nuclear había desaparecido del horizonte.
    Así pues, en cierto modo la relación entre una y otra recuerda a la de David y Goliath. Creo que si se hiciera una encuesta la inmensa mayoría del público optaría por la segunda parte. Técnicamente esta a años luz, es mucho más trepidante y tiene un espíritu mucho más aventurero. Además, pese a ciertas escenas violentas, es una película agradable de ver y que incluso puede considerarse apta para toda la familia. Ha envejecido formidablemente bien y sigue resultando tan espectacular y entretenida como cuando se rodó.
    Sin embargo, sin desmerecer su estupenda secuela, yo me quedo con la primera. Esa humilde película contiene uno de los mejores guiones de la historia del cine fantástico, al que casi treinta años después sigo sin encontrarle fisuras. Está admirablemente dirigida y la forma en que mantiene la tensión admite pocas comparaciones. Tuve la suerte de disfrutarla cuando se estrenó y no dejaba de sorprender, pues su desarrollo desafiaba toda logica y te dejaba sin aliento. Oscura como pocas, estaba protagonizada por uno de los villanos más terroríficos e implacables que se habían visto en la pantalla. Un personaje que daba auténtico miedo y que te causaba una terrible sensación de impotencia e indefensión.
      Creo que mi decisión está clara, aunque sigo considerando a la segunda una magnífica película de acción. Pero la primera parte es algo más... una obra maestra. Desde mi punto de vista la mejor película de cine fantástico de los ochenta (pese a todos los Blade Runner del mundo). Alien le hubiera discutido el trono, pero es de 1979, así que le dejó el despejadito. 
       Envidio a quien no la ha visto por tener la oportunidad de descubrirla.

domingo, 19 de agosto de 2012

El legado de Bourne (Tony Gilroy, 2012)

Voy a empezar por el final, y luego intentaré explicarme. El legado de Bourne es una estupenda película, pero desgraciadamente se queda a un paso de ser una grandísima película, de esas que marcan un género.
      Dirigida por el guionista de las tres primeras entregas, su primer acierto es no presentarse como una continuadora de la exitosa trilogía, sino más bien como una historia paralela. De hecho, la trama es simultánea a la de El ultimatum de Bourne.
      El comienzo de la película es fabuloso y la presentación del nuevo protagonista, Aaron Gross (Jeremy Renner), es sensacional. Aislado y acompañado únicamente de una espléndida naturaleza, sin apenas diálogos, se nos dice de qué madera está hecho y qué es capaz de hacer. Con apenas, unas líneas el guionista nos da la clave psicológica del personaje: al contrario que su antecesor es plenamente consciente de todo, y está harto de ser un juguete del gobierno.
     En su primera parte, la película alcanza una profundidad inédita  en sus antecesoras. También es mucho más oscura, y las agencias que se ocupan de los trapos sucios del gobierno están descritas de manera mucho más sombría, al mismo tiempo que se muestra más despiadada y poderosa. La película alcanza cotas de tensión inolvidables, cuando los oscuros personajes que mueven los hilos se muestran con toda su maldad y frialdad. Realmente llegan a dar miedo.
    Al contrario de lo que cabría suponer, la cuarta entrega de la saga es la más clásica y reposada en su desarrollo, en las antípodas del montaje trepidante que caracterizaba a las tres primeras, en especial a la segunda y a la tercera. El legado de Bourne se despliega poco a poco, a fuego lento, siempre pisando terreno seguro, con una precisión asombrosa, pero también con la capacidad de acelerarse cuando es necesario hasta dejarte sin respiración.
    En lo argumental va un paso más alla de las tres primeras. Los nuevos agentes especiales está modificados biológicamente, e incluso genéticamente, siendo capaces de hacer cosas que para cualquier ser humano serían imposibles. En este sentido, la película está muy bien documentada, y las explicaciones que da son científicamente convincentes.
    Todos los actores están estupendos, Jeremy Renner está soberbio, y nos regala una interpretación convencida, convincente y poderosa. Rachel Weisz está espléndida, con una capacidad única para enamorar a la cámara, y Edward Norton está enorme, como siempre.
   Si hasta ahora sólo he dicho cosas buenas de la película, ¿por qué es pero inicial? Porque, al final, El legado de Bourne se olvida de sí misma. En la última media hora del film, este se desentiende por completo de sus virtudes y se resuelve de manera mecánica, recurriendo a los tópicos, precisamente lo que con tanto talento hasta entonces se había evitado. Siempre he pensado que lo más difícil de una historia es cerrarla... puede que sea eso, pero me temo que, más bien, se trata de que han primado los intereses comerciales sobre los artísticos, y se ha optado por dejar de lado la calidad y coherencia de la película para dejar bien refundada la franquicia. En cualquier caso, una pena, porque la película volaba muy, muy alto. 

viernes, 17 de agosto de 2012

La trilogia de Bourne (Doug Liman-Paul Greengrass, 2002-2007)

Una de las mejores noticias que nos ofreció el cine norteamericano en la primera década de este suglo fue la estupenda adaptación de la trilogía del escritor norteamericano Robert Lundum, que tiene como protagonista al letal y amnésico agente especial Jason Bourne.
    The Bourne identity (Doug Liman, 2002). Fue una gratísima sorpresa para todos los amantes del cine de acción (me atrevería decir que del cine, en general). Escéptico en todo lo referido a películas de agentes especiales y espías, debido a la saga Bond, la historia de Jason Bourne me cautivó desde un principio. No es un superficial, cínico y mujeriego personaje, armado con toda clase de cachivaches extraños e inverosímiles, y que es capaz de desarmar una bomba atómica, mientras seduce a la maciza de turno y mata al malo. Bourne es una especie de máquina de matar a su pesar. Sus habilidades casi escapan a su control, y su único propósito es saber quién es en realidad y vivir en paz, pero sus antiguos "jefes" no están por la labor y lo obligan a huir y a luchar por su vida y la de aquellos que le importan. Uno de los grandes aciertos del guión fue construir un personaje tan poderoso físicamente como frágil emocionalmente... una especie de robot desprogramado que lucha por recuperar su humanidad.
   The Bourne supremacy (Paul Greengrass, 2004) varía el tono. Más oscura y pesimista que su predecesora, es ahora Jason Bourne el que pasa al ataque, movido por la venganza. La historia se centra más en la personalidad del protagonista, y no tanto en su identidad. Psicológicamente es la más compleja, y probablemente la más emotiva.
   The Bourne ultimatum (Paul Greengrass, 2007) opta por otro camino. Aquí lo importante no es tanto el propio Bourne, sino los excesos que un gobierno, presuntamente democrático, puede cometer en nombre de la seguridad nacional (asesinatos colectivos, torturas, actuaciones contrarias al derecho internacional, programas de entrenamiento inhumanos, etc). Es la más política de las tres. Asimismo es una advertencia, sobre la posibilidad de ser vigilados y controlados con las nuevas tecnologías y la necesidad de nuevas herramientas que aseguren nuestra intimidad.
   Hasta aquí una breve descripción del argumento de las tres películas. Ahora bien, ¿que hace a esta trilogía especial? En primer lugar revitalizó un género o dos, que languidecían miserablemente. El de espías estaba monopolizado por el insoportable James Bond (nombre curiosamente similar a Jason Bourne), que había terminado convertido en una parodia de sí mismo. Por su lado el cine de acción norteamericano, cada vez era más ridículo, con sus peleas imposibles, sus interminables secuencias a cámara lenta y sus héroes y villanos de diseño. La trilogía de Bourne revitalizó el género, volviendo a los orígenes y a la sencillez en su desarrollo, pese a sus complejos argumentos. Bourne es un héroe tan efectivo como espectacular; sin ser huraño, no es el típico protagonista bocazas y sobrado. Todas sus acciones son implacables y carecen de cualquier adorno. 
      El gran acierto de la primera película es que nosotros nos sorprendemos, tanto por sus habilidades cómo el mismo, creando una simpatía instantánea con el personaje. Las secuencias de combates, persecuciones y emboscadas, que definen a los tres filmes son antológicas, y crearon escuela. Sin ir más lejos, tras las dos primeras, James Bond se redefinió a imagen y semejanza de Jason Bourne, como un personaje mucho más frío, duro, físico y amenazante, con el rostro de Daniel Craig. También heredó de su "competidor" ese carácter torturado y en constante conflicto con su propia naturaleza. Por otro lado no hay que ver más que cualquier secuencia del Batman de Nolan para darse cuenta de cuánto le debe el cine de acción de calidad, a la trilogía de espía amnésico.  
      Podríamos decir muchas cosas más sobre estas tres estupendas películas. Pero no es poco afirmar que redefinieron y dignificaron un género, y que demostraron que se puede entretener con películas de verdadera calidad, tan inteligentes como trepidantes. Y, al contrario, que muchos otros loables intentos de dignificar el cine "de entretenimiento" (y que conste que esta etiqueta no me gusta) en esta trilogía no hay ningún atisbo de grandilocuencia, que tanto empaña el resultado final.
       Tres películas magníficas. Sólo espero que la heredera, que ahora se exhibe en los cines, les haga justicia y esté a la altura de sus predecesoras. 

sábado, 11 de agosto de 2012

Chacal (Fred Zinnemann, 1973)

Coproducción británico-francesa basada en la novela The day of the Jackal, de Frederick Forsyth, Chacal es una de las películas más interesantes e intrigantes del cine europeo y del cine mundial. Sin duda, una de las cumbres del género negro, a mitad de camino entre el género policiaco y las películas de espías.
     Chacal narra la historia de un meticuloso e implacable asesino a sueldo, que es contratado por una organización terrorista francesa para asesinar al presidente de Gaulle.
       A mi modo de ver, el gran acierto de Chacal, y lo que ha hecho de ella una película por la que no pasan los años, es que lo ha apostado todo a la carta de la inteligencia, haciendo al espectador partícipe de una apasionate partida de ajedrez entre el asesino y las fuerzas de seguridad encargadas de detenerlo. Zinnemann ha optado por una desarrollo sólido, meticuloso y progresivo de la historia, que no se altera ni precipita nunca, en un continuo creciendo de tensión, que desemboca en uno de los finales más emocionantes e imprevisibles de la historia del cine.
        Y es que sobriedad es la palabra que mejor define la película. Sobriedad en la manera de actuar del asesino, tan lejos del histrionismo y de la sobreactuación que suele caracterizarlos... sobriedad en la manera de actura de la policía, ya que es una de las pocas películas en la que más que emplear sus armas, emplean sus cerebros... y, sobre todo, sobriedad en el desarrollo de la historia: sin giros, ni cambios de ritmo, ni golpes de efecto, sino con un  crecimiento natural y orgánico que va envolviendo progresivamente al espectador para no soltarlo nunca... una sobriedad tan acertada como ausente hoy día en el cine de género, y que ha hecho de las películas actuales ejemplos inmejorables de lo que significa "mucho ruido y pocas nueces"
       Al contrario que en la inmensa mayoría de las películas, en teoría similares, no hay persecuciones, ni tiroteos, ni huidas precipitadas. Todo funciona con una milométrica precisión que hace de esta película una recreación de una verdadera "guerra fría". A su lado, las demás películas de espías (léase James Bond) parecen auténticas payasadas infantiles. Incluso honorables sagas, como la de Jason Bourne palidecen en comparación con este auténtico trabajo de relojero que es Chacal, demostrando que la inteligencia, y el trabajo pausado y bien hecho, siempre es mucho más interesante que las acrobacias de circo y una puesta en escena en la que todo sucede tan rápido que no te enteras de nada.
      Una película que se agradece doblemente, por ser inteligente y por creer en la inteligencia del espectador, y que de paso creó un villano inolvidable... de los mejores (es decir, peores) que se han visto en la gran pantalla.
     En resumen "muchas nueces y poco ruido", como debe ser. Realmente recomendable.

jueves, 9 de agosto de 2012

1 (Pater Sparrow, 2009)

Yo soy el primer sorprendido de escribir esto. Y es que esto no es ni una opinión ni una crítica, sino más bien una advertencia.
Por favor, no veáis nunca esa película. Que conste que os lo he dicho. 
      Yo no se cuántos premios ha ganado, y hay gente que le encanta... no lo entiendo... supongo que muchos considerarán que es el colmo de la inteligencia decir que te encanta algo que no tiene ni pies ni cabeza para los simples mortales, pensarán que se queda como un rey... ¡yo que sé..!
     Me gustaría deciros de que va, pero es imposible. Es un ejercicio de masturbación intelectual de un director tirando a niñato, que parece querer refregarnos su inteligencia intentando que nos traguemos su bodrio incomprensible e infumable, y que aplaudamos su "ingenio", mientras hacemos como si lo hubiéramos comprendido, o su bla-bla sin sentido nos hubiera impactado en lo más hondo de nuestras neuronas.
    Y por si fuera poco, va de poeta de la imagen, cuando yo le recomendaría dirigir video-clips de "reggeaton".
    Dios mío, después de ver esta cosa Prometheus me parece una obra maestra absoluta... al menos se entiende.
    Y lo más inexplicable es que se la considera una película genial, rompedora, vanguardista... yo antes prefiero una de kung-fu, pero de las de antes.
  ¡Que horror, que horror, que horror!

Prometheus (Ridley Scott, 2012)

Vayamos por partes. No considero que Prometheus sea una "precuela" de la magnífica Alien. Que conste que esto lo digo a título meramente descriptivo, sin hacer ningún tipo de valoración. Esta afirmación, que puede resultar sorprendente, la hago porque una y otra película no tienen nada que ver... el tono, el estilo e incluso el género son distintos. Es verdad que el final de Prometheus, intenta enlazar con el comienzo de Alien, pero parece más bien un postizo que otra cosa.
      Por lo tanto, me cuesta hacerme a la idea de por qué Ridley Scott ha concebido esta película como la antecesora de su obra maestra. Se me ocurren varios motivos. El primero de ellos comercial: evidentemente, la "precuela" del gran clásico de la ciencia-ficción/terror, dirigida por el mismo autor, estaría destinada a reventar las taquillas de medio mundo. También puede que Scott, quisiera reivindicar definitivamente la saga, que por tantas manos ha pasado, y rescatarla, ya que últimamente había caído hasta niveles vergonzosos en esos engendros que son las sucesivas entregas de Aliens vs Predators. También puede ser que Scott quisiera hacer una gran película de ciencia ficción, y aprovechara el marco que le proporcionaba Alien, pues en principio es más facil construir desde algo que desde la nada. O puede que fueran las tres cosas al mismo tiempo.
     Si Scott, quería tener éxito comercial, lo ha logrado. Si quería dignificar la saga, también. Pero si lo que quería era hacer una gran película de ciencia ficción, con abundantes connotaciones filosóficas y trascendentales ha estado más cerca del fracaso que del éxito, y utilizar el marco de Alien creo que ha sido un error, pues le ha obligado a forzar el guión de manera evidente y muy poco natural.
    Prometheus es una digna película de ciencia ficción, ni más ni menos. Técnicamente impecable, se ve con gusto y en todo momento mantiene el interés. Nunca me aburrió ni se me hizo larga. El problema es que evidentemente Scott, quería lograr algo más, y es aquí donde se le ven las costuras. Este film se equivoca al reivindicarse tan descaradamente como película profunda y existencial. Las películas que realmente iluminan aspectos de la existencia humana lo hacen de manera sutil, imperceptible, creando una rara comunión entre el autor y el espectador. Prometheus no. Es demasiado cerebral, y todo en ella suena a tópico y artificioso: el director logra transmitir sus inquietudes íntimas, sino que opta por la vía del estereotipo y la pseudo-intelectualidad.  
    La trama de la película es fallida y deslavazada, por un lado se presenta como antecesora de Alien, aunque a lo que realmente parece aspirar es a suceder a 2001. Me temo que esto es imposible, como intentar cuadrar un círculo. Si Scott realmente quería hacer una película sobre sus inquietudes metafísicas, creo que hubiera sido más inteligente empezar de cero, pues el tener que jugar a dos bandas simultaneamente ha hecho que su criatura se quede en tierra de nadie. 
    Tampoco tenía mucho sentido hacer una precuela de Alien en sentido estricto. Es una película redonda a la que no había nada que añadir. En cierto modo, creo que Scott tenía miedo de enfrentarse a su única obra maestra, la película que le dio a conocer y cuya calidad nunca ha igualado, pese a que, en general, se valora más Blade Runner. Me atrevo a decir que consciente de que no podia superarla ni igualarla en calidad, lo intentó por la vía de la grandilocuencia, lo cual es un error. 
    A pesar de todas mis críticas, creo que Prometheus es una buena y digna película. El problema es que intenta ser algo más... aspira a convertirse en un referente de la ciencia ficción, y es aquí donde falla, pues ese traje le viene grande.
    Como en las últimas películas de Batman, el problema no es la calidad, pues la tienen, sino cierta megalomanía, que las empaña... y no poco. Parece ser un signo de los tiempos, ya que nadie reivindica la sencillez, que era la marca de los grandes maestros.
    ¿Lo mejor de la película? El estupendo Michael Fassbender.

martes, 7 de agosto de 2012

La bestia humana (Jean Renoir, 1938)

Esta magnífica película está basado en un relato de Emile Zola, cuyo protagonista es un hombre, que, debido a una tara genética, en determinadas circunstancias, pierde el control de sí mismo, siendo capaz, en ese momento, de hacer cualquier cosa.
    Sobre esta base, Renoir construye una película maravillosa, con una poética única capaz de llevarnos de viaje de una lado a otro de Francia, como si nosotros mismos fuéramos en esos trenes, que tanta importancia tienen en la película, como símbolo de la libertad, tan fácil de perder como de olvidar cuando se tiene. Renoir utiliza este recurso para darnos algo de aire en una historia que es bastante oscura y opresiva, y es prodigiosa su capacidad de evocarnos la naturaleza y las maravillas de la tecnología, casi sin usar palabras.
     Pero sobre este paisaje idílico se superpone la vida de unos personajes que parecen estar marcados por sus propios demonios y por la fatalidad. Gentes que son al mismo tiempo víctimas y verdugos... movidos por el miedo, los celos, la pasión irrefrenable, la culpa y la propia inconsciencia de las acciones.
     Con este material, Renoir compone un conmovedor fresco sobre la miseria moral humana, una miseria que más que a rechazo, mueve a compasión. Esa miseria que nos hace incapaz de disfrutar de lo bueno cuando lo tenemos, del mismo modo que nos hace quedarnos junto al mal y no enfrentarlo cuando nos alcanza. Esa ignorancia, entre ingenua y culpable, que consiste en engañarnos a nosotros mismos y convencernos de que estamos logrando nuestra libertad, cuando lo único que estamos haciendo es apretarnos nuestras cadenas o, directamente ponernos los grilletes.
       Lo sorprendente de esta estupenda película es que cuenta todo eso con una sencillez y una calidez lírica que desarma. No hay grandes discursos, ni grandes palabras. Renoir es capaz de mostrarnos un cambio radical en la vida del protagonista simplemente por el silencio que lo acompaña cuando viaja. Gozoso y en armonía con su entorno al principio; atormentado, taciturno y autista después.
      Se trata de cine del grande. Ése que puede decir tanto o más sin palabras que con ellas.
      Y entre tanta miseria humana, ¿no hay un solo descanso? Sí, la amistad. Ese sentimiento o realidad (como se le quiera llamar) que a menudo menospreciamos u olvidamos cuando oímos los cantos de sirenas de otros más grandilocuentes, pero que muchas veces es el único que nos ofrece ayuda y comprensión, pese a que siempre se presenta como el más modesto en sus pretensiones.
     Una maravilloso y poético viaje al interior del alma humana.

domingo, 5 de agosto de 2012

Orfeo (Jean Cocteau, 1949)

El atormentado y polifacético Cocteau (aparte de cineasta, fue escritor, crítico y escenógrafo), no hizo muchas películas, pero si las suficientes como para considerarlo uno de los grandes.
      Orfeo es una revisión de la tragedia griega, mil veces representada en teatro y ópera. Hay varias versiones de la misma. La historia básicamente consiste en que Eurídice, la mujer de Orfeo, muerta, baja al Hades. Ante el desconsuelo de Orfeo, los dioses le ofrecen la posibilidad de recuperar a su esposa. Para ello, el también deberá bajar hasta el Hades, y una vez rescatada su esposa no podrá volver a mirarla, pues en el momento que lo haga, ambos morirán.
      La genialidad de Cocteau se muestra en dos aspectos fundamentales. El primero fundir el mito con la realidad cotidiana, sin ningún tipo de artificio. El segundo utilizar una narrativa típicamente cinematográfica para la obra, olvidando cualquier tipo de teatralidad.
     El Orfeo de Cocteau es una obra absorvente desde el primer minuto. Nos vemos arrastrados como sus personajes humanos en un torbellino sobre el que no tenemos dominio ninguno. El tiempo parece circular, y tenemos la sensación de estar una y otra vez viviendo lo mismo.
     La naturalidad con la que Cocteau representa el más allá es genialmente incomparable. Utilizando los entornos más cotidianos y vulgares es capaz de transportarnos al reino de la muerte, y a todas las cosas que allí ocurren: dioses que infringen las reglas enamorándose de mortales, el eterno vagar, inconsciente de su propia muerte, de los que han perecido. Todas los seres míticos respiran una humanidad absoluta, y entre ellos destaca el personaje de la muerte.
     Cocteau también domina con maestría el tiempo y la perspectiva, jugando con los cuales crea una atmósfera de irrealidad. Al final, acabamos tan confundidos como los propios personajes.
    Una historia que enseña que la gran prueba del amor es el sacrificio y la renuncia, con una de las secuencias finales más emotivas y hermosas que he tenido la oportunidad de ver. Y una enseñanza: el amor es lo mejor que tenemos; tanto que hasta los dioses nos lo envidian.
    Una obra maestra e inmortal.

viernes, 3 de agosto de 2012

Häxan (Benjamin Christensen,1922)

Es difícil resistirse a ver una película cuando el propio Carl Dreyer la recomienda encarecidamente. Häxan (bruja, en danés) fue una película maldita durante veinte años. Apartada y estigmatizada por su honradez y su crítica implacable a la caza de brujas y la Inquisición, no fue recuperada hasta 1941.
      Si, como opinaba Tarkovsky, las mejores películas son las que respiran verdad y amor por la humanidad, Häxan es, sin duda, una de ellas. A medio camino entre la investigación, el documental y la ficción, es un trabajo muy personal de su director, que se propone investigar y arrojar algo de luz sobre esa terrible mancha en la cultura occidental que fue la caza de brujas. Muy bien documentado, el film se divide en capítulos, algunos de ellos de investigación y otros de ficción, complementarios y que ilustran los primeros.
     Christensen nos muestra la brujería como un fenómeno típicamente medieval, fruto de una sociedad represiva e hipócrita, que se cebaba especialmente en las mujeres, sobre todo si eran viejas y pobres. En este ambiente oscuro se desarrollaría una especie de histeria colectiva, que consistía en ver al diablo en todas partes y en todos los hechos. La brujería sería una especie de enfermedad mental, muy limitada a un tiempo y un espacio concreto.
     Como consecuencia de ello y para salvar la "verdadera fe" se reforzó el papel de la Inquisición, que llegó a ser una verdadera policia del pensamiento... Al mismo tiempo, fiscal, juez y verdugo, que instauró un reinado de terror con el propósito de "salvar la ortodoxia". No veo necesario detenerme en los desmanes de esta institución tan tristemente famosa, pues son de todos conocidos. Sí que merece la pena destacar como la película ejemplifica un típico caso de la época, en la que una persona, simplemente por estar en el sitio y en el momento inadecuado, es detenida y salvajemente interrogada, y como en su confesión arrastra a muchos otros, incluidos los que la denunciaron, en un diabólico (nunca mejor dicho) efecto bola de nieve.
    Aparte de su innegable valor documental y pedagógico, la película es visualmente una maravilla. Como en gran parte del cine mudo, destaca el tratamiento que se hace del rostro humano, sobre todo cuando se filma a no profesionales. La representación que hace Christensen de la vejez, la pobreza y la indefensión es realmente conmovedora, y su huella se percibe en Dreyer. Parece que los primeros directores vieron en el cine un modo inmejorable de intentar mostrar las cosas tal y como son, y en esto demuestran estar a años luz de los actuales, mucho más preocupados por el éxito y la notoriedad.
    Puede que haya algunos errores desde el punto de vista histórico. No lo puedo decir, porque apenas conozco el tema. Sí puedo afirmar, como antes dije, que la película es un sincero esfuerzo por descubrir y contar la verdad y un canto de amor a la humanidad doliente. No creo que se pueda decir eso de muchas otras películas. Un film, en definitiva, que nadie debe dejar de ver.
      Y un aviso. Nosotros, hijos del desarrollo científico y tecnológico, no estamos libres de la superstición ni de la histeria colectiva... y ambos son destructivos y nunca inocuos.

El pueblo de los malditos (Wolf Rilla, 1960)

Cometeríamos un gran error si nos dispusiéramos a ver esta película las mismas expectativas que tenemos al ver una película de terror al uso. El cine de terror ha sufrido tal degradación en las últimas décadas que ya prácticamente nada nos provoca miedo, si no se trata de toneladas de vísceras y litros de hemoglobina (¿pero esto es miedo o asco?... tengo mis dudas). Y, sin embargo, el terror no es eso. Tiene más que ver con la incertidumbre, el miedo a lo desconocido o la impotencia para hacer frente a una amenaza, más terrible mientras más sutil es.
      Si olvidamos todos lo malos hábitos que el cine de terror nos has inculcado en los últimos años (gritos, ganas de vomitar, pesadillas, etc.), creo que estaremos en disposición de, realmente, disfrutar de las antiguas películas de terror, que se dirigían mucho más al cerebro que a los intestinos.
     El pueblo de los malditos tiene uno de los arranques más memorables de la historia del cine. En un pequeño y tranquilo pueblecito inglés, de repente, todo el mundo se queda misteriosa y profundamente dormido. Al cabo de unas horas despiertan y aparentemente no ha pasado nada grave, pese a lo inexplicable del hecho. Inmediatamente después, se observa que todas las mujeres fértiles del pueblo se han quedado embarazadas. Sus hijos se desarrollan de manera increíblemente rápida. Todos tienen unos rasgos similares, destacando su pelo blanco y sus extraños ojos. Poseen una inteligencia asombrosa, que parecen compartir, como si fueran un único organismo. Y, sobre todo, son totalmente amorales y tienen la capacidad de controlar los pensamientos y los actos de los demás.
      Con un argumento tan interesante, lo único necesario era un director que le diera vida a la historia de manera adecuada. Y Rilla lo hace extraordinariamente bien. Con un ritmo pausado e implacable muestra como la amenaza va aumentando conforme pasa el tiempo. Su magnífica puesta en escena hace que las palabras a menudo sobren, y que nos veamos completamente envueltos por la historia. En este sentido, la secuencia inicial, la de "el pueblo dormido", es ejemplar. No se puede narrar mejor la situación.
      Típica hija de su época, El pueblo de los malditos refleja mucho de los miedos del mundo de la "Guerra Fría": la amenaza de la aniquilación total, el enfrentarse a un enemigo aparentemente invencible, y la complicidad de la ciencia en la destrucción humana con la escusa de la búsqueda del conocimiento y del control de lo incontrolable.
    El pueblo de los malditos es una maravillosa película de terror, muy diferente, e infinitamente superior, a lo que se estila hoy. Un terror que, sobre todo, hace pensar, y que se dirige a la inteligencia y a la conciencia del espectador... que nos enseña, cómo, con sutileza e ingenio, se pueden lograr escenas estremecedoras sin que se vea una sola víscera o gota de sangre.
     Desde luego recomiendo ver esta pequeña joya, de poco más de una hora, a todos. Sería muy interesante compararla con la revisión que John Carpenter hizo de ella en 1995, y que no recibió buenas críticas, lo cual no me extraña pues el norteamericano siempre ha sido un director incomprendido.
    Muy recomendable.