viernes, 29 de junio de 2012

Uncle Boonmee (Apichatpong Weerasethakul, 2010)

De vez en cuando, muy de vez en cuando, encuentras un film que prácticamente te deja sin palabras, que resulta una experiencia inolvidable y que te deja con la sensación de que gracias a ella eres más feliz, y, sobre todo, más persona. 
        Cuando llevas mucho tiempo viendo películas, llega un momento en el que empiezas a pensar que vas entendiendo el lenguaje cinematográfico, y que estás aprendiendo algunas reglas que te permiten discernir si una película merece la pena o no, y entonces ocurre lo que menos te esperas: experimentar una película que cuestiona todo lo que creías saber y que te hace entender que el cine, como todo arte, es imprevisible e inabarcable.
        Decir que la tailandesa Uncle Boonmee es una película maravillosa, es quedarse muy corto; afirmar que es una obra maestra supone conceptualizar e intelectualizar una obra que trasciende el pensamiento y que parece surgida de las regiones más profundas del ser humano. Uncle Boonmee no es una película... es una vivencia irrepetible. 
        Esta joya del sudeste asiático está a años luz de nuestras categorías y esquemas occidentales. No es una película que se comprenda o que se piense. Aunque, por momentos, seamos conscientes de que su autor nos quiere trasmitir algo en concreto... siempre se nos escapa y nos quedamos sin palabras para definirlo. Es una película que se siente, que se vive... Desde el primer momento quedamos atrapados en su atmósfera mágica, sugestiva, mística... En una película en la que prácticamente no pasa nada quedamos como hipnotizados por su ritmo lento, pausado, como el descanso a la sombra de una árbol en una calurosa tarde de verano.  Acostumbrados a que las películas nos cuenten historias, nos transmitan enseñanzas, etc, Uncle Boonmee nos sumerge en la vida  de unos sencillos personajes, logrando el milagro de que lo cotidiano se vuelva mágico.
      No soy capaz de definir qué pretendía contarnos el autor... acaso no quisiera contarnos nada en concreto. Sólo sé que esa maravillosa naturaleza retratada en el film de alguna forma me acompañará siempre. También soy ajeno a todo lo sobrenatural que aparece en la películas... los seres queridos muertos que se nos hacen presentes, los espíritus del bosque... y, sin embargo, esta película me ha enseñado que tal vez el tecnificado y trepidante mundo que hemos construido no esté alejando de lo más esencial de nosotros mismos y esté aniquilando nuestro sentido del misterio, precisamente lo que evita que nuestra vida sea trivial y absurda.
      He sentido muchas cosas viendo este film, y puedo decir algunas: que necesitamos vivir más lento, que tenemos que recuperar nuestro contacto con la Tierra y que debemos abrirnos al misterio y a lo trascendente; que hay que buscar la magia en la vida y en el mundo.
     ¿Qué decir de los aspectos técnicos de la película? Incluso me resulta superfluo. Weerasethakul ha hecho la película más hermosa que he visto en mucho tiempo, y lo ha hecho con tanta naturalidad y sencillez que es casi imposible dar con sus claves. Es como si lograra por pura gracia lo que Tarkovsky pretendía mediante su voluntad y razón. Esta película posee una belleza que pertenece a la naturaleza y no al arte.
     Es difícil explicar lo que Uncle Boonmme es. Sólo puedo repetir lo que al principio dije, que viéndola fui feliz y esa felicidad me acompaña cuando la recuerdo, que me hizo contactar con regiones de mí mismo que no recordaba y que estaban atrofiadas, que me ha hecho más y mejor persona.
     

miércoles, 27 de junio de 2012

El club de la lucha (David Fincher, 1999)

Segunda película dirigida por Fincher tras la excepcional Se7en, El club de la lucha no gozó de muy buena acogida, en un principio, entre los críticos. Muchos la tacharon de innecesariamente violenta y, sobre todo, de fascista. Es preocupante lo fácil que resulta desprestigiar algo que no se comprende o, que sencillamente no gusta, utilizando palabras prohibidas y que cierran cualquier posibilidad de debate.  Desde mi punto de vista, los que despojaron de toda validez artística a esta película de manera tan rápida e irresponsable cometieron dos errores: uno de incoherencia y el otra de ignorancia (aunque podría ser directamente mala fe)
        Es cierto que en El club de la lucha hay violencia, pero en cualquier caso es mucho menos violenta que las películas orientales que los mismos críticos aplauden fervorasemente. ademas no se trata de una violencia sádica, no hay las mutilaciones, torturas,... que tanto abundan en el cine de Oriente. En El club de la lucha las únicas escenas violentas son las peleas, y en este sentido lo puede ser tanto, como Toro Salvaje, ni más ni menos, aunque la maestría en el maquillaje del enorme Rob Bottin la dote de un hiperrealismo que impresiona. Así que despachar de mala manera la película de Fincher por violenta mientras se babea por el nuevo cine negro oriental me parece el colmo de la incoherencia.
     En cuanto a la segunda acusación, la de fascismo, mucho más grave porque equivalía prácticamente a negar la película, es sencillamente absurda. No creo que se pueda hacer una adscripción política fácilmente de esta película. En gran parte es una crítica al consumismo y al estilo de vida vacío que propone. En cualquier caso, es una de las películas más antisistema y anarquistas que conozco, y por supuesto de forzar su ubicación política estaría mucho más cerca de la extrema izquierda que de la extrema derecha. Sinceramente, no se me ocurre película más alejada del fascismo que ésta.
    Siento haberme detenido tanto en estas cuestiones, pero creo que con esta película se fue muy injusto, y quería aclararlo. Aunque en verdad, no hacía falta, pues al final la verdad se impuso, y frente a las reticencias del "Gran Jurado", El Club de la lucha conquistó al público por lo que es: una película divertídisima, imprevisible, original y maravillosamente gamberra, que rompía con prácticamente todo lo que se había visto en el cine.
   Si en Se7en, Fincher se vio condicionado por la oscuridad de la historia para plasmarla de manera igualmente oscura, creo que la surrealista, caótica y cómica trama de El club de la lucha le dio la oportunidad de liberarse y de utilizar todos sus recursos visuales, que son infinitos, mostrándose como un nuevo genio del descaro, a mitad de camino entre Woddy Allen y Martin Scorsese.
    El club de la lucha es una de esas películas sin la cual no puede entenderse la década de los 90, la del nihilismo y el hastío. Tambien es un alucinante e imprevisible viaje que emprendemos de la mano de un compañero que está como una auténtica cabra, pero que posee un magnetismo irresistible. En ella Brad Pitt brilla de manera especial. Además, creó uno de los mitos del cine contemporáneo, el inefable Tyler Durden.
     ¿Una obra maestra? No lo sé... ni falta que le hace. Sencillamente una película cojonuda. Para disfrutarla sólo necesitas tener un punto gamberro en tu personalidad, y aunque ese punto sólo sea del 1%, a ese 1% de gamberrismo le encantará y hará que disfrutes como un niño.

martes, 26 de junio de 2012

Distrito 9 (Neill Blomkamp, 2009)

El desconocido director de origen sudafricano-canadiense Neill Blomkamp dejó boquiabierto a todos con su magnífica, trepidante y poderosísima Distrito 9, sin duda una de las más originales  y mejores películas de ciencia ficción de los últimos años, si no la mejor.
         Ambientada en Johannesburgo, Distrito 9 rompe con la mayoría de tópicos que las películas de ciencia ficción, especialmente aquellas que tenían por protagonistas o tema a los extraterrestres. Para empezar la acción no ocurre en los Estados Unidos, lo que ya es una novedad. En ningún momento se habla de invasión extraterrestre alguna, sino que parece que más bien han llegado como una especie de náufragos, y se han visto obligados a quedarse en la Tierra contra su voluntad, donde los seres humanos los han confinado en una especie de gueto.
       Al contrario que sus hermanas estadounidenses, Distrito 9 no presenta bajo una luz muy favorable a los seres humanos, o mejor dicho a sus instituciones, que aparecen dominadas por la codicia, la falta de escrúpulos y sin ningún respeto por la vida, sea humana o alienígena. Esta película de acción tan efectiva y trepidante está tan bien pensada y realizada que, al mismo tiempo que te sube la adrenalina y te deja sin respiración, se permite el lujo de hacer una crítica contra el racismo, la carrera armamentística, la avaricia de las grandes multinacionales, los señores de la guerra, la superstición...
      Desde el punto de vista visual la película es un prodigio. Contada, en gran parte, en forma de documental, lo está tan bien, que muchas veces nos olvidamos de estar viendo una película de cine fantástico y nos creemos viendo un informativo. Pero, sobre todo, la película es un ejemplo de fuerza y ritmo narrativo. Atrapa al espectador desde el primer minuto para no soltarlo hasta el último, lo lleva a través de situaciones límites, una tras otras, sin que pueda permitirle un descansar, y sin aturdirlo. Al contrario que otras, en teoría de similar tema, pero a años luz artísticamente, no utiliza los efectos visuales o sonoros para aturdir, sino que los pone al servicio de la historia, de forma que está contada con toda la convicción y toda la fuerza visual y expresiva. Y que nadie piense que sus efectos especiales desmerecen en absoluto, pues son de primera calidad, a pesar de ser una película de bajo presupuesto, demostración que donde no llegan los medios muchas veces llega el talento.
       Su actor protagonista, Sharito Copley, merece una mención 
especial por la complejidad, energía y hondura con la que aborda un personaje como el suyo... su interpretación es esencial para sumergir de lleno al espectador en la historia.
      Distrito 9 es una película que ningúna aficionado al cine de acción o fantástico debe perderse, e incluso me atrevo a sugerir que no se la pierda ningún aficionado al cine, en general. Dos veces fantástica.



sábado, 23 de junio de 2012

Pure electric honey (Ant-Bee, 1990)

Ant-Bee, en realidad el percusionista de Carolina del Norte Billy James, compuso en 1990 uno de los discos más extraños y surrealistas de la historia del Rock. Un híbrido imposible entre los Beach Boys, Frank Zappa y Stockhausen, con las melodías y armonías vocales de los primeros, el "collage" del segundo y el carácter experimentador y distorsivo del tercero. Un álbum único y que no dejará a nadie indiferente: o lo amas o lo odias. A mi, personalmente, me encanta. Para hacernos una idea de la extraña criatura con la que estamos tratando, basta con leer una breve reseña de cada una de sus quince pistas.
          Intro, apenas diez segundos en los que se oyen pasos y una puerta, nos pone sobreaviso: no vamos a oir un disco convencional. Eating chocolate cake (in the bath) empieza con un maravilloso coro polifónico que va subiendo en intensidad. Después le sigue una preciosa, sugerente y lenta canción, heredera de las preciosas armonías vocales de los Byrds, salvo que de un carácter mucho más experimental; es el motivo principal del disco y veremos a como a lo largo de su desarrollo vuelve una y otra vez bajo diferentes puntos de vista. My cat es una pista que rompe con todas las reglas que, en teoría, estructuran una canción. El resultado tan fascinante como desconcertante. Empieza con una melodía de gaita y una voz casi cósmica recitando, le sigue una parte primitiva y pagana, continua con un chelo casi de vanguardia, que deja a paso a una parte casi de "Hard Rock" clásico que culmina en auténtica vorágine de sonido... por último vuelven las gaitas y el hombre del espacio, para acabar de nuevo con el primitivo ritual pagano... todo ello en menos de cinco minutos. Black & white cat, black & white cake empieza con voces aceleradas y que declaman a la inversa, uno de los distintivos del disco, continua con unos sonidos misteriosos, entre lo paranormal y la ciencia ficción, tímidamente aparece la melodía de la segunda pista y otras de corte surfero, continúa con percusiones tribales, el latido de un corazón, el ladrido de un perro y el sonido del agua correr. Silly fat singers, en comparación, es una canción convencional, inspirada en el estilo de los Beach Boys y de los Byrds, aunque los elementos experimentales no estén ausentes (bucles y cortes abruptos). The wrong at once (has gone) es una bellísima canción, también de espíritu Beach Boys, en la que destaca su percusión casi mágica. Say ahhh! (como su nombre indica) son cincuenta segundos de armonías vocales bryanwilsonianas. The green gin es casi una pieza de música concreta, que incluye pasos, lluvias, truenos, campanas orientales, cantos budistas e instrumentos de viento orientales, continúa con ritmos africanos y la entrada de una guitarra eléctrica, que súbitamente eleva la fuerza de la pieza y le da un carácter muy distinto. Evolution #7 (de casi doce minutos) es el centro del disco. Empieza con el recuerdo de la segunda canción, salvo que distorsionada. A continuación entra con toda su fuerza un genial raga a lo Beach Boys. Al tercer minuto se adueñan de la composición las distorsiones y las guitarras salvajes, que se callan para dejar paso a la genial percusión marca de la casa. Hay un interludio en el que todo se detiene y escuchamos el viento y un sutil sintetizador, que deja paso a una melancólica guitarra eléctrica que introduce, de nuevo, una melodía y unos coros wilsonianos que a los siete minutos y medio se interrumpen bruscamente para dejar paso a otra melodía de la misma familia... y, por último, el raga, esta vez con todo su poder eléctrico. Part I, II, III y IV puede entenderse como un tetramorfo en el que domina la experimentación, como si de pronto el espíritu preponderante fuera el de Stockhausen. La primera nos devuelve a la primera canción, la segunda son sonidos selváticos con percusión tribal, con un final muy distorsionado; la tercera consta de las armonías vocales de "Eating chocolate",y un piano que las acompaña. La tercera es una pieza de experimentación pura con sonidos indescriptibles y gente hablando en diferente idiomas, con voces que van y vienen, en un sentido y en otro. La cuarta es muy similar a la tercera... de nuevo experimentación sonora pura y dura. Outro son 30 segundos del himno de los Estados Unidos, cantado de manera muy peculiar.
      Como veis, no es el típico disco de rock, y estoy seguro de que no gustará a todos. Pero, si le dais la oportunidad, tal vez os muestre un mundo musical nuevo, y esto tiene un valor incalculable.

viernes, 22 de junio de 2012

Into the abyss (Werner Herzog, 2012)

¿Qué puede decirse de un alegato contra la pena de muerte que está dedicada a todas las víctimas de crímenes violentos y sus familias? Para mí, la respuesta es evidente, está filmada, y firmada, por un autor de gran sensibilidad, que comprende la compleja, frágil y contradictoria naturaleza humana, y que huye de los maniqueísmos y de las respuestas fáciles.
        Werner Herzog es un cineasta enorme, que, como documentalista, no admite comparación, como ya demostró en su magistral Grizzly Man (2005), film único y que nadie debe perderse. El tema de Into the abyss, que podría resumirse con el título de la genial novela de Dostoievski, Crimen y Castigo, no es nuevo, y ha sido tratado, a veces de forma muy brillante, tanto por el cine documental como por el de ficción.
        La maestría de Herzog está en la cadencia que da a su creación, serena, reflexiva... incluso hermosa. Asume todos los puntos de vista y ninguno juzga. Aunque la película se basa en entrevistas a personas que, por un motivo u otro, están en situaciones límite, se caracteriza por un tacto exquisito y el respeto que les muestra, huyendo del morbo y del sentimentalismo fácil. Su propósito es hacernos reflexionar, no exacerbar nuestros sentimientos, justo lo contrario de la tendencia dominante. Al igual que Claude Lanzmann en Shoa (probablemente el mejor documental de la historia), el autor se retrae hasta un segundo plano, y deja que la realidad y sus protagonistas se expresen con total libertad, como también deja total libertad de conciencia al espectador para que saque sus propias conclusiones.
       Así conoceremos a dos chicos que con dieciocho años cometieron un triple asesinato por robar un coche, y el dolor indeleble que han dejado en la familia de las víctimas. Como la muerte de un ser querido abre una herida que nunca se cierra. Sabremos que los dos fueron juzgados separadamente; uno, curiosamente el que parece más ingenuo y frágil, sentenciado a muerte, sentencia que lleva ¡diez años! esperando; mientras que el otro, más frío e inteligente, fue condenado a cadena perpetua. Veremos el cuidadoso protocolo con el que se prepara la muerte del preso, y como si se encuentra enfermo, la ejecución se pospone (parece que sólo tiene sentido matar a alguien si se encuentra sano). Conoceremos al padre de uno de los presos y su sentimiento de culpa ante lo que su hijo se ha convertido... lo escucharemos decir que, de tener la oportunidad, todo lo hubiera cambiado por haber sido capaz haberle dado una buena educación. Conoceremos a un ex-verdugo que tuvo que dejar su trabajo, porque en una ejecución las manos empezaron a temblarle, motivo por el que se quedó sin ninguna pensión. Pero, en definitiva, la frase que resume la película es la pronunciada por un sacerdote. "la vida, toda vida, es preciosa". Creo que está frase, de tan evidente que nos parece, la olvidamos con excesiva facilidad.
       Si esta película no es una lección de humanidad, no sé que pueda serlo. Esencial.

jueves, 21 de junio de 2012

Island of lost souls (Erle C. Kenton, 1932)

Supongo que para un espectador medio de hoy día será fácil etiquetar una película como esta de ingenua y antigüalla. El cine de terror ha avanzado por los derroteros de ser cada vez más salvaje y sangriento. De hecho, en la actualidad, apenas se hacen películas propiamente de terror, sino más bien "gore". La diferencia es clara. Una película de terror trabaja con la intriga y el misterio, creando una atmósfera en la que protagonistas y espectadores se sienten inseguros, y la incertidumbre es la nota dominante. También se caracteriza por la presencia de monstruos o presencias paranormales. El "gore" tiene en común con el género anterior el pretender asustar al espectador, pero lo hace por una vía muy distinta: la de la sangre, los descuartizamientos y el dolor físico. Es lógico que acostumbrados a la brocha gorda, el pincel nos parezca insuficiente.
       Si el espectador hace el esfuerzo de liberarse de sus prejuicios descubrirá en Island of lost souls una película notable. Inspirada en la novela de H. G. Wells La isla del Doctor Moreau, es la mejor adaptación al cine que se ha hecho de este libro. Y si bien es cierto que sigue la novela fielmente, también lo es que añade elementos originales que enriquecen la historia, como el erotismo. Puede que por inhibiciones de tipo victoriano, en su libro, Wells sólo  contempla el instinto de violencia como la nota animal que permanece en el ser humano; el guión de la película añade la sexualidad, logrando situaciones realmente brillantes y que debieron resultar muy embarazosas para los espectadores de su tiempo.
      Al igual que en el libro, las dos ideas sobre las que gira son las del peligro de jugar a ser Dios y la delgada línea que separa la humanidad de la animalidad, y que fácilmente puede cruzarse. Sin embargo en el libro se aprecia un carácter filosófico y de polémica prodarwinista, que en la película están mucho más matizados. El libro es más reflexivo, la película opta más por el terror y la aventura.
      Es un film por la que se nota el paso del tiempo, al contrario que en la eternamente vangüardista Freaks, del mismo año. Pero también es cierto que el tiempo ha afectado a King-Kong y nadie le discute su carácter de obra maestra, mientras que esta película ha caído injustamente en el olvido (en España es inédita), no teniendo, a mi juicio, nada que envidiarle. La ambientación y el maquillaje están francamente logrados y la trama es más que entretenida. Además en una línea de diálogo contiene más inteligencia que todas las sagas "gore" juntas (llámense Saw, Sé lo que hicistéis el último verano o Destino final).
      Si el espectador se olvida de sus prejuicios podrá disfrutar de una muy buena película de terror. Empezé a ver Saw II y no aguanté un cuarto de hora, por aburrimiento. En cambio, Island of lost souls me gustó, entretuvo y aún la recuerdo con agrado, y la vi sabiendo que enriquecía mi cultura cinematográfica.
    

martes, 19 de junio de 2012

Hunger (Steve McQueen, 2008)

Alabada por la crítica y casi desapercibida para el gran público, Hunger es, sin duda, una de las mejores películas de lo que llevamos de siglo. Ambientada en la Gran Bretaña de los años ochenta, se enmarca en la política represiva que el gobierno de Margareth Thatcher impuso a los miembros y prisioneros del IRA, considerándolos prisioneros de guerra, al tiempo que negaba cualquier estatus político a ellos o a sus reivindicaciones.
       En su primera parte, Hunger es un durísimo retrato de las condiciones de los prisioneros del IRA. Asistimos a palizas, abusos de todo tipo y prácticamente a la negación toda su dignidad humana. La cámara de McQueen prescinde de cualquier tipo de anestesia, pero no por ello carece de una lírica y una poética sublime, en la que cualquier detalle: el brillo del sol, el vuelo de un insecto,... nos hacen evadirnos de la cruel realidad. 
        Estamos sin duda, ante uno de los grandes directores de los últimos tiempos, con un talento único para ser a la vez directo y poético, como también demostró en la excelente Shame (2011). El montaje es lento, pausado y logra que la película tome un cariz de tranquilidad muy marcado. Otra de las constantes del director es la importancia que da a sus actores. Gusta de secuencias largas y sin cortes, de diálogos muy extensos que se desarrollan sin solución de continuidad. Evidentemente, esta forma de rodar supone un verdadero "tour de force" para los actores, pero, a cambio, otorga una sinceridad, honradez y un carácter directo a la película que la hacen única.
      Como en la nombrada Shame, el cuerpo humano es el protagonista de la historia... él y el uso que de él podemos hacer: los prisioneros utilizan su cuerpo para protestar, pues no disponen de otra cosa y los abundantes desnudos de la película representan la indefensión de los presos.
     En la segunda parte, acompañamos al prisionero Bobby Sands, en su decisión de llevar a cabo una huelga de hambre.No se puedo contar con más dureza, pero al mismo tiempo con más delicadeza y exquisitez los estragos que hace el hambre en un cuerpo humano (de nuevo el cuerpo como protagonista).  Aquí de nuevo se adueña de la función el grandísimo actor Michael Fassbender, creando un personaje que es capaz de decirlo todo con una simple respiración o un leve movimiento de ojos, alguien para el que poder levantarse, o no, es casi una cuestión metafísica... un personaje en el que fuerza interna y debilidad externa son las dos caras de una misma moneda.
     Pero lo que hace única a esta película es el enorme talento de su director. Donde cualquier otro hubiera optado por el panfleto político de abundantes diálogos, McQueen crea una historia a base de hermosas imágenes que hablan por sí mismas, sin apenas necesidad de palabras. Huye de toda moralina o cantinela política, y confía en la inteligencia del espectador para que saque sus propias conclusiones. Este gran artista (he visto dos películas suyas maravillosas, y ya creo que puedo llamarlo así) sabe que la poesía conmueve más que la crónica periodística; y, en el fondo, eso es lo que es: un poeta del cine. Aún con contenido político, Hunger va más allá del cine político; aún estilísticamente maravillosa, trasciende el cine de autor, muchas veces un ejercicio estéril de estilo. 
     No quiero desvelar mucho de la trama. Sólo decir que como todas las grandes historias, Hunger es a la vez concreta y universal. Sencillamente, una película prodigiosa. 
      

lunes, 18 de junio de 2012

Earth (Pentastar: in the style of the demons, 1996)

Los Earth son una banda surgida en Seattle a finales de los ochenta.  Su música se caracteriza por ser prácticamente instrumental, sin apenas presencia de la voz humana. Entre 1993 y 2012 han grabado siete álbumes de estudio, aparte de su EPs y discos en directos. En un principio, su música era una variante del "black metal", con composiciones minimalistas, largas y repetitivas. El álbum que vamos a comentar, su tercero de estudio, supuso un notable cambio en el estilo de la banda, pues se atrevieron a experimentar con muy diversos géneros. Dicho álbum, en su momento, fue muy criticado, precisamente por este aspecto de investigación y prueba... se percibía como un trabajo inconexo y deslavazado. El tiempo lo ha revalorizado, y hoy día se considera un trabajo soberbio, fruto de las inquietudes musicales de un grupo que nunca se conformó con etiquetas.
        Introduction es una coda en versión rock. Es decir unos pocos compases de una magnífica guitarra que se repiten. Poco a poco la percusión va subiendo el ritmo, a medida que aumentan las distorsiones de la guitarra. El desarrollo de la pieza viene determinado por la introducción final del teclado. High command es una poderosa composición de stoner rock, a medio camino entre los Kyuss y los Velvet, con un vigoroso riff encargado de darle su personalidad a la pista. La voz, apenas un susurro, casi no es audible ente la potente instrumentación. En Crooked axis for string quartet, el grupo cambia por completo de registro, creando una pieza onírica casi de música electrónica, que por momentos recuerda a las Tubular bells de Mike Oldfield. Con Thallahassee vuelve el rock más contundente, aunque de una manera más reposada que en High Command. Lo mejor de esta pista es su progresión, pues va ganando en velocidad fuerza y complejidad. Charioteer (the temple song) es una pieza instrumental, misteriosa y de cierto sabor español, con guitarra acústica incluida, de una gran belleza y poder sugestivo. Peace in Missisippi es un blues jimmyhendrixiano, de enorme energía y poder de seducción. El solo de guitarra es soberbio, como lo es la batería que lo acompaña. Progresivamente acelerado, cada vez se vuelve más atractivo e hipnótico, hasta terminar en una verdadera demostración de potencia musical. Sonar and the deep charge es la pieza más vanguardista del disco, apenas un par de notas de piano, a las que ocasionalmente se suma algún acorde, o que varía ligeramente. La pieza se extiende más de siete minutos y a pesar de que las variaciones y el tempo aumentan con su desarrollo, nunca deja de ser una composición extremadamente minimalista. Coda maestoso in F(Flat) minor es una nueva variante de la introducción: más enriquecida en instrumentación (el teclado entra mucho antes), su desarrollo es más complejo y logrado que el de su predecesora, al final entra un solo de guitarra que de alguna forma recapitula y culmina todo lo que en ella estaba implícito. 
      Un trabajo muy interesante y sin desperdicio.

sábado, 16 de junio de 2012

Duel (Steven Spielberg, 1971)

Duel, que en España se tituló incomprensiblemente El diablo sobre ruedas, fue el primer largometraje de Steven Spielberg. La brillantísima y más que exitosa carrera posterior del gran director estadounidense, de alguna forma, sepultó en el olvido su "opera prima". Evidentemente, esta amnesia no hace justicia a esta magnífica película, pero nos permite disfrutar del descubrimiento una de esas perlas escondidas que siempre hacen tan feliz a cualquier amante del cine.
       Opino que esta es una de las mejores películas de su director, incluso a veces estoy tentado de decir que la mejor, lo cual es mucho decir en la filmografía de un hombre que nos ha regalado tantas obras maestras. Y es que Duel es una película única y especial. 
       Tiene uno de los argumentos más sencillos (por no decir el más sencillo) de la historia del cine: un vendedor, haciendo el viaje de vuelta a casa en coche, se encuentra con un camión que sin ningún motivo lo persigue e intenta matarlo. ¿Es esta toda la historia? Básicamente sí. Con semejante planteamiento, muchos dudarán de que se pueda construir una película. Steven Spielberg lo hizo, y logró una de las mejores películas de suspense de todos los tiempos.
       Duel hace buena la máxima de menos es más. Sólo hay dos personajes: el protagonista y el camión. Y es que una de las señas de identidad de este film es que prácticamente convierte al camión en un ser vivo, en uno de los monstruos más amenazantes y aterradores de la historia del cine. Prácticamente no hay diálogos, apenas los soliloquios del vendedor, intentando convencerse de que lo que le pasa no es real, o intentando comprender por qué se ve envuelto en esa situación. Lo que se nos graba a fuego es la bocina y el rugido del motor del gigantesco vehículo.
      La limitación argumental, ya que la película es una interminable persecución de hora y media, supone un reto prácticamente imposible para cualquier director. Spielberg logra hacer que nos peguemos literalmente a la butaca con su talento prodigioso y sus mil recursos. El trepidante montaje, el magnífico uso del sonido, la sensación de velocidad (igualada pero nunca superada en ningún otro film), las mil perspectivas desde las que se enfoca el camión, la ignorancia del protagonista y del espectador, que aumenta el carácter aterrador de la historia, la angustia por encontrar respuestas a algo tan absurdo o inexplicable como lo que está ocurriendo...
     No es arriesgado decir que Duel trata de como un hombre ordinario en condiciones extraordinarias se vuelve extraordinario, él también. También trata de lo rápido que todos los supuestos que le dan coherencia y seguridad a nuestra vida pueden venirse abajo sin motivo alguno. Y es posible decir que en el fondo es una parábola: la de como en determinadas circunstancias todo el aparato social y cultural que nos define desaparece por completo, y entonces sólo queda una cosa: la desnuda lucha por la supervivencia... la ley de la jungla.
     Es muy difícil explicar Duel... tenéis que verla.

jueves, 14 de junio de 2012

Se7en (David Fincher, 1995)

No me resulta fácil escribir un artículo sobre Se7en, aunque es una película por la que siempre he sentido una predilección especial. El motivo de mi reticencia es pensar ¿qué puedo aportar que no se haya dicho ya? Se7en es una película por todos conocida, por todos admirada. ¿Hay algo nuevo que pueda aportar? Probablemente no, pero existe la lejana posibilidad de que alguien no conozca esta maravilla, y de que este artículo le ayude a descubrirla.
       El año que se estrenó, esta película coincidió con muchas otras notables en cartelera: Doce monos, Los puentes de Madison, Braveheart. Se7en no fue de las más exitosas en un principio, era raro que una película de sus características lo fuera, pero poco a poco fue ganando adeptos. Una legión de espectadores impresionados y que confesaban no haber visto nada igual en el cine. Y tenían razón. 
       A priori muchos pensábamos que Se7en sería una vulgar y comercial seguidora dela excelente El silencio de los corderos (Jonathan Demme, 1991). Es decir la típica película con asesino en serie superinteligente. Además estaba protagonizada por el que por aquel entonces era poco más que un superguaperas llamado Brad Pitt. No tardamos en darnos cuenta de nuestro error. Se7en era muchísimo más oscura, dura y aterradora que su antecesora; de un tono muy diferente, mucho más radical y pesimista. Incluso algunos llegamos a proclamar la herejía la "discípula" había superado a la "maestra". Hoy día esta es la corriente mayoritaria, aunque siempre son odiosas las comparaciones.
     Se7en se articula en tornos a dos grandes ejes: el prodigioso talento visual de Fincher y el aún más prodigioso guión de Andrew Kevin Walker (el gran genio desconocido de la película).
     De la capacidad de Fincher pocos dudan. Ha firmado al menos cuatro grandes películas, y esta fue la primera, y, en mi opinión la mejor. Creador de una atmósfera malsana que oprime al espectador como un sarcófago de hormigón, Se7en te ahoga visualmente con sus personajes grotescos, sus oscuridad, esa lluvia siempre constante y esa gris ciudad de la que nunca se dice el nombre. Su estilo ha sido imitado hasta la saciedad, ese punto perfecto entre la potencia del videoclip y la serenidad de los clásicos, ha sido imitado hasta la saciedad y ha marcado un antes y un después en la historia del cine.
     Pero el guión de Kevin Walker es el gran maestro de la función. Se desarrolla con la perfección de un reloj. Sólido como el granito se sufre de atrás a adelante, pero se comprende en sentido inverso. Es una de las reflexiones más oscuras y desesperadas sobre la naturaleza humana que se han hecho nunca. A modo de sombra se cierne progresivamente sobre el espectador, abocándolo a ser tan pesimista y descreído como uno de sus protagonistas. Construye un villano que por momentos sentimos preternatural, y comparado con el cual Hannibal Lecter parece la Madre Teresa de Calcuta.
     No voy a comentar nada del final, dada la remota posibilidad de que alguien no la haya visto. Sólo decir que Se7en inauguró la escuela del final inesperado que te hace replantearte todo lo que has visto. Sólo que al contrario que sus imitadoras, no se trata de un golpe de efecto, sino de algo que está en el mismo germen de la historia.
       Una película que nadie debe perderse, aunque deje un tiempo en estado de choque. La mejor representante cinematográfica del espíritu de los 90, algo así como el equivalente en película del álbum The downward spiral, de NIN, con una de cuyas pistas se abre el film.

martes, 12 de junio de 2012

La parada de los monstruos (Tod Browning, 1932)

El título original de esta película, Freaks, es una palabra que no tiene una correspondencia exacta ninguna palabra del castellano. Es cierto que en los últimos años hemos incorporado a nuestro vocabulario el término "freaky", e incluso puede decirse que abusamos de él, pues prácticamente se aplica a cualquier persona que tenga alguna peculiaridad. A menudo se traduce "freak", como monstruo, sin ir más lejos así se hizo en esta película, aunque barroquizando un poco más el título, pero no da el sentido estricto de término.    
     Los "freaks" eran aquellos hombres y mujeres gravemente deformes que se exhibían en circos y ferias durante finales del siglo XIX y principios del XX, y que resultaban atracciones para sus espectadores, a menudo tratados peor que animales, como seres infrahumanos. Puede resultar un poco extraño a nuestra mentalidad, pero seguimos siendo tan morbosos como entonces, y seguimos teniendo nuestros "freaks", aunque probablemente ahora sean de otro tipo... al fin y al cabo son el alimento de nuestra telebasura, cosa en la que somos tan aventajados.
         Desde un punto de vista filosófico puede decirse que nuestra atracción por los "freaks" revela que en el fondo nosotros somos "freaks" morales que nos regodeamos en las miserias ajenas, haciendo que nos sintamos superiores y afortunados, cuando en realidad lo único que sacan a la luz es nuestra estupidez y bajeza moral.
       ¿Por qué empezar una crítica sobre una película con tanta disertación? Porque Freaks es una película única, una obra de arte única, protagonizada por auténticos seres humanos con severas malformaciones físicas (enanos, microcéfalos, troncos vivientes, personas que acaban en su tórax...). Es un testimonio inédito, casi documental que nos enfrenta a los misterios de la naturaleza humana, y pone a prueba nuestra sensibilidad y nuestra altura moral. La película se pone claramente de parte de los "freaks": su tesis es que lo que nos hace humanos no es nuestro aspecto, sino nuestra capacidad de compasión, de empatía y de amor. Es el cuento de La bella y la bestia pero en su radical e incómoda desnudez.
        La película además la historia de amor y hermosa que he visto nunca en ninguna película, sin nada que ver con el amor como se concibe tradicionalmente. Su secuencia final forma parte del olimpo cinematográfico y se te clava en el cerebro como un puñal.
       En principio se la catalogó de película de terror. Es cierto que por momentos da miedo, pero va mucho más allá de este género. Como dije es única e inclasificable. Un auténtico tesoro que nadie debe perderse, aún a riesgo de incomodarse bastante.
       Me deja atónito que una película así se hiciera en 1932, cuando apenas se había dado el paso del cine mudo al sonoro. Hoy día no concibo que se hiciera una película tan arriesgada y vanguardista. Y advierto, no tira por el camino fácil, el del morbo. Su propósito no es escandalizar, sino remover la conciencia. Me hace gracia la gente que desprecia las películas antiguas porque son "viejas", cuando tal vez el cine de hoy esté mucho más anquilosado por lo políticamente correcto y por la necesidad de éxito económico.
       Y por si fueran pocos méritos, no se puede endender El hombre elefante (David Lynch, 1982) sin el precedente de Freaks, que claramente es su inspiración argumental y estilística. Puede que la película de Lynch sea superior en lo estrictamente cinematográfico, pero también es cierto que Freaks es mucho más original y radical, y trasciende lo cinematográfico para convertirse en una profunda reflexión antropológica de primer mano.
      Imprescindible verla.

lunes, 11 de junio de 2012

La cosa (John Carpenter, 1982)


Podríamos decir que hay un sub-género cinematográfico denominado “grupo de pobres humanos encerrados con alienígena de malos sentimientos”. Este género tuvo su eclosión con el estreno de Alien (Ridley Scout, 1979), y fueron cientos las películas que se subieron al carro de esta moda, la mayoría de malísima calidad y soberanamente aburridas. Sin embargo, Alien tuvo un claro precedente en El enigma de otro mundo (1951, Christian Nyby), una película sobre una expedición en la Antártida que desenterraba un extraterrestre, que posteriormente sembraba el caos en la base científica.
            Hablo de esta película de los años 50 porque La cosa es una revisión de dicho clásico. No puedo comparar una y otra películas, ya que la antigua no la he visto. A mi modo de ver la triada del sub-genero que hemos mencionado al princio estaría compuesta por Alien, La cosa y Depredador (John McTiernam, 1987). La primera tuvo un gran éxito de crítica y público, la tercera de público (es difícil que los señores críticos valoren cualquier cosa en la que salga Schwarzie, por muy buena que sea), mientras que la segunda no gozó de la bendición ni de uno ni de otro, lo cual es a todas luces injusto, ya que probablemente sea la mejor de las tres.
            La cosa es una película difícil, que requiere paciencia y estómago para ser vista.  No hay secuencias trepidantes ni reveladoras, sino que la atmósfera que propone se va cargando progresivamente de desconfianza, fatalidad y pesimismo. Muestra que el enemigo puede estar tanto dentro como fuera, y al contrario que en las otras películas del género no se propone ningún grupo de héroes para hacer frente a la amenaza, ya que nadie confía en nadie. Es una película sobre un extraterrestre, pero también sobre la incomunicación humana. Eso impide uno de los fenómenos más característicos de la narrativa, la identificación con un personaje que te sirva de guía. Aunque puestos a elegir el de Kurt Russel sea, tal vez, un poco menos antipático que el resto
            No hay espectaculares decorados que deleiten nuestros sentidos y nos permitan evadirnos un momento, sino que todo está dominado por el ambiente más inhóspito imaginable, en el que la sensación de claustrofobia es abrumadora, mostrando que la Tierra puede llegar a ser más hostil que el espacio exterior.
            En cuanto a la criatura, es la más terrorífica que, según mi punto de vista, a dado lugar el cine, y probablemente la más despiadada. No quiero hablar mucho más del tema, para no ahorraros sorpresas. Protagoniza secuencias que se te graban a fuego en a la memoria.
           Uno de los mayores méritos de la película es la labor de Rob Bottin, especialista en maquillaje y animatrones, y que aquí realizó el trabajo de su vida, haciendo posible momentos que parecen directamente surgidos de nuestras pesadillas.
            La cosa es una película de obligada visión para los amantes del género de terror, pero absténganse de ella los que busquen efectismos y tramas trepidantes. Es horror puro y duro, sin la anestesia del diseño (Alien) o de la acción (Predator). Además es un clásico que merece ser reivindicado, ya que fue muy maltratada en su época. No en vano, John Carpenter  prácticamente se apartó de la industria del cine tras su rodaje.

domingo, 10 de junio de 2012

Drive OST (Varios autores, 2011)


Una de las grandes diferencias entre el cine norteamericano y el del resto del mundo es la calidad en la producción. Muchos puristas opinan que una buena producción es un recurso típico para tapar las deficiencias artísticas. No lo creemos así y basta con recordar maravillas como El padrino, tan buenas en lo técnico como en lo artístico para desmentirlo.
      Drive, de la que acabamos de hablar, es una película prodigiosa en todos los aspectos. Cómo film ya la hemos elogiado suficiente (y no más de lo que merece, pese a los posibles prejuicios en contra). Además, todos sus aspectos técnicos: vestuario, sonido, efectos... están a la altura de ella, y la convierten en una obra perfecta, capaz de crear escuela incluso estilísticamente. Uno de los elementos que hacen de Drive la película redonda que es es su música.
      La banda sonora original, compuesta por Cliff Martínez, ha logrado el prestigio entre los especialistas en música electrónica. Hasta el punto de que se ha afirmado que se merece estar entre los 10 mejores discos de 2011. Martínez logra una música sutil, minimalista, sugerente y casi zen, que vuelve al espíritu de los 80.  No es la típica música de película que te impone los sentimientos o que te intenta meter por la fuerza en la peli a base de estridencias. La palabra que la define es sutileza... las notas caen con la naturalidad y la cadencia de las gotas del rocio, y, sin apenas hacerse notar, crea una atmósfera a su alrededor que logra una fusión perfecta con la imagen y con la historia. Y no creáis que fuera de la película no tiene sentido, pues a apesar de su perfecta simbiosis con la misma, es un organismo completo, que muy bien soporta la escucha exclusiva, que recomiendo encarecidamente.
    Pero nuestra banda sonora tiene cinco sorpresas más que, si bien no son originales para la película, está tan bien escogidas que parecen hechas ella. La primera, Nightcall, de Kavinsky, es una sensual y sugerente canción que remite a la noche, utilizada en los títulos de crédito. Under your spell, de Desire, es una maravillosa pieza disco, elegante y dulce. A real hero de College es una delicada canción pop, que de alguna forma es el himno del protagonista. Oh my love, de Riz Ortolani, es una pieza de carácter clásico, casi un aire de ópera, cuya melodía contrasta con la turbidez de las escena en la que se encuadra creando un efecto lírico y terrorífico al mismo tiempo. Por último, Click of the clock, de Chromatics, es una composición techno absolutamente hipnótica y que trasmite una intriga indescriptible. Utilizada en el prólogo del film, contribuye a hacer de éste algo inolvidable.  Todas ellas tienen ese maravilloso espíritu ochentero, marca de la casa.
       He escrito este artículo porque esta musica se merece ser conocida y disfrutada. No es la típica banda sonora de mercadotecnia. Editada por una discográfica independiente, es música de calidad. De veras que merece la pena escucharla.

sábado, 9 de junio de 2012

Drive (Nicolas Winding Refn, 2011)


Junto con “El árbol de la vida” de nuevo, pienso que “Drive” es la mejor película que he visto este año. Muchos críticos que la valoran la encuadran dentro del cine negro, etiqueta con la que yo no estoy de acuerdo.  Yo identifico el cine negro con delincuentes, detectives, sesudas investigaciones, diálogos abundantes y punzantes y un final inesperado. Nada de esto aparece en “Drive”. Es una película de coches rápidos, delincuentes malos y delincuentes peores, se habla poco y se corre y pega mucho, protagonista con chupa y chicas atractivas. En otras palabras “Drive” es una “peli de acción”, con espíritu ochentero además.  Pero hay algo que hace de “Drive” una película única al mismo tiempo que “peli de acción”, “Drive” es una obra maestra, una obra de arte.
            En eso creo que estriba el, a mi parecer, tendencioso mal etiquetado de esta película, para muchos acción y arte son términos contradictorios cuando se aplican al cine. Sin embargo, los amantes  de este género sabíamos que antes o después este momento llegaría.
           Las escenas de violencia no son espectaculares, sino que siguiendo el ejemplo de Cronemberg en “Una historia de violencia”, Winding Refn opta por un estilo duro, seco y realista. Las persecuciones  huyen de la cámara lenta, las volteretas y todos los elementos de la “resaca post- Matriz”.
            “Drive” es un chute de adrenalina en estado puro, te mantiene pegado al sillón durante todo su metraje, te gustaría moverte, conducir, hablar o no hablar, vestir como su protagonista: ser ese samurai contemporáneo implacable. Deseas que no termine nunca y te hace sentirte de nuevo como  un quinceañero.
            En el último decenio el cine de acción ha intentado reivindicarse artísticamente mediante la grandilocuencia, con tramas complejas y en ocasiones pedantes, profundidades metafísicas y metrajes exagerados. “Drive” alcanza el santo Grial por el camino que algunos considerábamos el bueno: la vuelta a los orígenes, a la sencillez de los 80, sólo que depurando el estilo visual y sonoro hasta la perfección.
            En definitiva, una “rara avis”, una maravilla. Dejad de leer e id a verla.

miércoles, 6 de junio de 2012

M (Fritz Lang, 1931)

M (me niego a llamarla El vampiro de Düsseldorf, título con la que fue conocida en España) es muchas películas en una. La primera película sobre un asesino en serio, un retrato de la deprimida Alemania inmediatamente anterior al ascenso nazi, una película policiaca; una reflexión sobre la diferencia entre justicia y venganza, sobre los límites de la responsabilidad humana y la más profunda y reflexiva penetración en la mente de un asesino que el cine ha contado.
     Dirigida maravillosamente por el maestro alemán, M se caracteriza por una inteligencia y serenidad en la narración totalmente desconocidas en el cine actual. Sin ninguna estridencia retrata los terribles crímenes del protagonista y demuestra que el mayor horror pueden narrarse sin herir la sensibilidad del espectador. No hace falta mostrar sangre... basta con una pelota que rueda pasivamente o con un globo enredado en los cables del telégrafo. También es encomiable la delicadeza con la que muestra la angustia de una madre cuya hija nunca llega, y la terrible certeza de que algo espantoso le ha ocurrido.
    Pero como dijimos M no es sólo una película sobre crímenes. Es sobre todo una parábola moral, con dos posturas contrapuestas. La de aquellos que consideran que un asesino así es un monstruo, no un ser humano, y que, por tanto, debe ser exterminado, representada por aquellos que viven al margen de la ley. Y lo de aquellos que defienden la ley y que ante todo un criminal debe ser perseguido y juzgado de acuerdo con los principios de la razón. 
    Los primeros se saltan todos los controles sociales, siendo capaces de poner en jaque todo el sistema establecido para lograr su objetivo. Los segundos actúan con la precisión de un cirujano para limitar en lo posible los daños, incluidos los daños al propio asesino.
    En una película llena de momentos inolvidables destaca la interpretación de de Peter Lorre como el criminal, sin duda uno de los grandes papeles de la historia del cine.
    Esta obra maestra del cine con mayúsculas nos plantea las preguntas y respuestas que todos nos hemos hecho y dado sobre la responsabilidad de un asesino, y qué respuesta debe dar la sociedad a éste. Y aunque la película deja un cierto final abierto... está muy clara la postura de su autor.
   Tampoco hay que olvidar que se trata de un documento de primera categoría sobre el surgir y el desarrollo de los nazis, ya que las frases que dicen los criminales venidos a justicieros ( y, en especial, su jefe) suenan muy parecidas a las del nazismo. Y todo ello en el año 31, dos años antes del Tercer Reich.
    Como toda gran obra de los grandes del arte es inagotable, y se podría escribir sobre ella páginas y páginas. Una película tan elevada artísticamente como profunda humanamente.
    Imprescindible de ver... para ser persona, sobre todo en unos tiempos en los que la razón está de capa caída y exigimos justicia rápida, a golpe de titular periodístico.
   
   

Illinoise (Sufjan Stevens, 2005)

Sufjan Stevens es uno de los más prolíficos y polifacéticos autores de música pop-rock del siglo XXI. Especialmente dotado en los aspectos melódicos, es compositor de obras muy hermosas. Asimismo gusta del barroquismo, y sus álbumes son auténticos tours de force en cuanto a arreglos y diversidad de estilos musicales. Es verdad que esta complejidad puede llegar a ser cargante por momentos, aunque las virtudes compensan con creces sus defectos. Illinoise es su quinto album, y probablemente su gran obra. En él se muestra como en ninguno la variedad de registros del autor, que pasa del folk al musical, e incluso en ciertas ocasiones a la música clásica, y en el que abundan las referencias míticas y espirituales, como ejemplifica la importancia de los coros gospel. Una obra monumental por su duración y complejidad, que muy bien puede entenderse como un oratorio contemporáneo.
La pista uno es una preciosa y delicada canción, acompañada de un piano, muy dulce y melódica. La segunda una introducción que va subiendo en intensidad e instrumentación, que culmina con una trompetas triunfantes, y con un ritmo de bolero. La tercera es una alegre composición de cierto aire mejicano, con un coro casi de"broadway", con una segunda parte más intimista en la que destaca la larga introducción instrumental. La pista numero cuatro es una triste y bella canción, con acompañamiento de guitarra y piano, que alcanza momentos de verdadero y profundo lirismo. El corte cinco, irónico, es uno de las más características del estilo Stevens: momentos de minimalismo, desarrollo que se suspende, explosión instrumental y final por todo lo alto; y maneja como pocas los tempos en su despliegue. La pista seis es un breve interludio instrumental. La pista siete es una encantadora pieza de aires "folk", termina en la pista ocho: un mero adorno. La número nueve, de discreto comienzo, el que el autor relata sus viajes a traves de los Estados Unidos, se caracteriza por sus coros "gospel" que le responden y confortan. El tono vuelve a cambiar totalmente en la diez, una canción intimista y sencilla, acústica y en la que domina la dulce y melodiosa voz de Stevens, relatando experiencias adolescentes, aunque termina con cierta grandilocuencia al incorporar trompetas y coros. La número once, misteriosa y cristalina pieza instrumental, tiene cierto aire funebre. La pista doce, la más rockera y eléctrica es una crítica al típico urbanita que ha abandonado su humanidad, pero no por ello abandona los coros tan queridos por nuestro músico. La número trece es casi una canción de musical que sube progresivamente en intensidad, repitiendo un mismo motivo que se enriquece en instrumentación, con un carácter casi de suite barroca. La pista catorce es un breve ejemplo de efectos de sintetizador. El tono acústico, melodico y encantador, de confesión biográfica, vuelve en la número quince, que incorpora unos violines "philipglassianos", y que termina con un motivo claramente místico de estilo "gospel". El tono cambia en la dieciséis, de ritmo funky, y que hace suyos la instrumentación de la música negra de los setenta, para acompañar  unos coros apocalípticamente obsesivos que enmarcan una triste canción sobre le fin del mundo, o, mejor dicho, sobre el fin de la dignidad humana... cuando la canción apenas es mantenida por la sola percusión es realmente sublime. El corte diecisiete es una repetición del motivo de la anterior, esta vez en forma de cuarteto de cuerda. La sugerente breve y onírica pieza dieciocho, introduce el corte diecinueve, que se destaca por su fúnebre piano, y que narra las apocalípticas visiones desde la Torre de Seer, casi un canto mortuorio por la humanidad. La pista veinte, que en su primera parte parece inspirada en West side story, narra los comienzos de Estados Unidos como nación; en cambio la segunda es más introvertida y espiritual, con un desarrollo y carácter marca de la casa. La pista veintiuno, un remanso de lirismo y sencillez, en el desarrollo del disco es un homenaje a los mejores trompetistas de jazz. El disco termina con una hermosa pieza de piano, cuerdas y viento, que progresivamente va ganando en ligereza y alegría, y que evocan los sentimientos de un esclavo cuando alcanza la tierra de la libertad.
       Veis que cuando dije que era un trabajo complejo no exageraba. Es todo un viaje musical, e incluso geográfico, por los Estados Unidos. Merece la pena embarcarse en él.

martes, 5 de junio de 2012

Rashomon (Akira Kurosawa, 1950)

Dos personajes se resguardan de la lluvia en las ruinas del templo Rashomon. Ambos están destrozados y exhaustos moralmente. Son un sacerdote y un campesino; el último no para de repetir el que será el gran mensaje de la película: "no entiendo nada". A esta abatida reunión se suma un tercer y descreído personaje, que se interesa por el cansancio moral de sus compañeros, a lo que estos responden que ambos han sido testigos de un crimen ocurrido en las montañas. El tercer personaje dice que ese no es motivo para tener tal estado de ánimo, pues el mundo es un lugar cruel y cosas como esas ocurren todos los días. El sacerdote y el campesino replican que nunca habían visto nada así y que han perdido la fe en la humanidad. Esto despierta la curiosidad del recién llegado, que pregunta por tal suceso, aduciendo que así al menos se entretendrá. Es entonces cuando comienza la narración de los hechos.
     Así comienza Rashomon una de las obras maestras de Kurosawa y de la historia del cine. Una película que cambió la manera de concebir el sétimo arte y cuya herencia visual está presente por doquier: en Tarkovsky, en Leone,... Rashomon es un prodigio visual: su iluminación, el enfoque, la dirección de actores, el uso de las voces, de los paisajes... una película inigualable. Un film que trasmite una fuerza incomparable, rodado con apenas seis actores y dos localizaciones. Y es que hasta la lluvia tiene una intensidad especial en este film, pues se dice que el obsesivamente perfeccionista Kurosawa hizo teñir toda el agua de negro para que fuera más impactante en pantalla.
     Pero Rashomon no es solo una exquisitez cinematográfica. También es una amarga parábola sobre la capacidad de mentir del hombre, tanto a los demás, como sobre todo a sí mismos. Una historia que sondea en los abismos del corazón humano, esos que precisamente no queremos reconocer porque sabemos que están hay. Un relato sobre la dificultad de alcanzar la verdad, no tanto por una imposibilidad cognitiva como por dificultades de orden moral. ¿Estaríamos dispuestos a reconocer la verdad...nuestra verdad? Las grandes preguntas que plantea Rashomon son ¿se puede confiar en alguien? ¿Podemos confiar en nosotros mismos? ¿Acaso no es la virtud una máscara que nos ponemos para no ver nuestro verdadero rostro?
     Creo que mientras menos cosas os cuente, mejor para vosotros. Lo ideal es que os sumerjáis sabiendo lo menos posible en esta película única e irrepetible. Una obra maestra con mayúsculas, de esas que pueden contarse con los dedos.
     Sin desmerecer al resto de interpretes, estad muy atentos al gran Toshiro Mifune, que muestra que ,con la respiración y el temblor, se puede retratar a una personaje mejor que con montones de líneas de diálogo.

lunes, 4 de junio de 2012

World heaves (Mount Eerie, 2012)

Hay veces que te enamoras de una composición a primera vista, o mejor dicho al primer oído. Eso fue lo que me paso con este sencillo de Mount Eerie. No sabía nada del grupo, ni de dónde venían ni a donde iba, pero fue oir esa maravillosa guitarra y la canción no se me quitó de la cabeza. Por eso quiero compartirlo con vosotros. Evidentemente esta crítica es muy cortita, pero es que tratándose de un sencillo no había mucho más que decir. Lo importante es que os hable la música.
       World heaves, el sencillo propiamente dicho es una canción maravillosa e hipnótica. Tras un breve y delicada comienzo acústica, la canción se ve dominada por una poderosísima guitarra eléctrica que la guía y la marca. Mientras tanto, el vocalista sigue declamando delicadamente su amor hacia la Tierra. Y en eso estriba gran parte de la personalidad de la pieza: el contraste entre la delicadeza de su melodia y el poderío de su instrumentación. Engel der luft (una version de una composición de los Popol vuh, una de las bandas más grandes de la historia del rock) es una demostración de las posibilidades expresivas de la guitarra eléctrica con una configuración de "black metal", que logra en esta pieza instrumental alcanzar alturas épicas y cósmicas, por no decir místicas.
      Alucinante.

Drácula (Francis Ford Coppola, 1992)

Drácula no es una de las obras maestras de Francis Ford Coppola, como lo son las dos primeras partes de El padrino o Apocalypse Now, auténticas cumbres de la historia del cine. Sin embargo, es una película más que digna e interesante. Desde mi punto de vista la mejor y más original versión que se ha hecho de la novela de Bram Stoker, si exceptuamos la apócrica Nosferatu, que eludió el título de la novela y el nombre del personaje para no tener que pagarle los derechos de autor a a la viuda de Stoker.
       Visualmente la película es una maravilla, que no ha perdido ningún poder de fascinación con el paso del tiempo. Coppola desde el principio opta por envolver la historia en una halo de irrealidad; al que contribuyen que sea una película íntegramente rodada en escenarios y el barroquismo de su puesta de escena, en la que ocupa un lugar privlegiado un vestuario fabuloso. También es digna de elogio la concepción visual del propio Drácula, un ser multiforme que puede presentarse como anciano, joven, animal, hombre lobo u hombre murciélago... gracias al uso de un maquillaje cuya calidad no sólo no ha se ha superado, sino que difícilmente se ha igualado. Hablo tanto de los aspectos técnicos, porque lo merecen, y, al contrario de lo que pasa muchas veces, no son una excusa para la película, sino que son elementos esenciales de la historia, que nos aportan una visión totalmente renovada del mito de Drácula. Otros recursos estilísticos son el uso de los planos superpuestos, de las sombras, etc... como una especie de homenaje al cine mudo en general y a Nosferatu en particular, que Coppola, como buen cinéfilo, sabía que no podía obviarse a la hora de hacer una película sobre vampiros.
    El guión es otro de los grandes logros. Curiosamente, la más fiel adaptación a la letra de la novela es también la más libre en el espíritu. Al contrario que en la novela, Drácula no es sólo un monstruo sediento de sangre. La película lo presenta como un héroe romántico, un caballero, convertido en monstruo por despecho, algo que en absoluto pertenece a la novela, y que desde mi punto de vista la enriquece. De forma que este Drácula no es una película de terror al uso, aunque haya elementos de este género, sino una trágica historia de amor.
     En definitiva es un perspectiva del archiconocido mito del Conde Drácula totálmente inédita, tanto en lo visual como en lo argumental. Una apuesta muy arriesgada que a Coppola le salió muy bien.
    Ya dije que no es ninguna obra maestra, pero eso no le quita nada de interés. Junto con Entrevista con el vampiro (1994)  y Déjame entrar (2008) es la mejor película sobre estos seres que se han realizado en las últimas décadas, y sin ninguna duda la más elegante y sutil. Aquí el vampiro es ante todo un atormentado caballero y no una despiadada pseudo-estrella del rock o un niño monstruoso. 
    Ya dije antes que un es un film de horror, sino una hermosa y trágica historia de amor. Y puede que haga falta reivindicar esta película, por cierto tan olvidada, en estos tiempos de vampiros románticos de rebajas.

sábado, 2 de junio de 2012

Bloom (Beach House, 2012)

Bloom es el cuarto álbum de Beach House, un dúo norteamericano formado Victoria Legrand y Alex Scally. No conozco sus discos anteriores, pero si puedo decir que este cuarto es una auténtica maravilla. Un trabajo lleno de delicadeza y dulzura, en el que cada una de sus diez canciones es una pieza plena de luz y vitalismo.
    Personalmente no soy muy aficionado al pop. Prefiero el rock, estilo más duro y seco, pero también más experimental y rico. De hecho, la mayoría de los discos que me interesan suelen ser difíciles de oir de primeras. En general, el pop me deja un poco indiferente, con sus melodías sencillas y pegadizas, pero también planas. Me gusta más la música con altibajos. Esto lo digo por que Bloom probablemente sea el primer disco de pop que me interesa. En la primera audición me enamoró, y tras vencer bastantes resistencias internas, como suele pasar en el amor, no me ha quedado más remedio que declararme: es una maravilla, un trabajo precioso, tan bien compuesto como arregalado y que suena celestialmente. Realmente pienso que es muy difícil que alguien no le guste, por lo que está más que recomendado.
    Myth empieza con una maravilloso piano y bajo, tiene un interludio del que sale la canción reforzada, para terminar con un precioso solo de guitarra. Le sigue Wild, con su comienzo misterioso y oscuro del que rápidamente surge la luz, y su parte intermedia sostenida únicamente por la voz femenina y una soberbia percusión. Lazuli se caracteriza por su encantador y cristalino sintetizador y el acompañamiento femenino en la mejor tradición de Enya y su parte final más intensa y fuerte. Other people es un corte en la mejor tradición del pop de los 80, que se enriquece en instrumentación a medida que se despliega. Después viene The hours con ritmo casi de hip-hop y su guitarra brit. A continuación el órgano casi religioso de Troublemaker, una bella canción de un encantador toque oriental, en la que también destaca la exquisita  guitarra. New year comienza con unas notas dignas de Phillip Glass, más tarde se detiene, mantenida por el viento y percusión, para luego continuar su avance. Wishes, la más dulce de todas, es casi una canción de cuna. De nuevo el protagonismo del piano en On the sea, hermosa pieza minimalista, con su onírica guitarra, de intensidad creciente en fuerza y sentimiento. Irene, otro corte que destaca por su dulzura, con un formidable desarrollo en la que la parte instrumental se enriquece y alarga hasta absorber a la vocal, y que debéis dejar hasta el final, a pesar de las apariencias, porque viene con sorpresa.
     Un disco de una gran belleza. Imprescindible.