miércoles, 6 de junio de 2012

Illinoise (Sufjan Stevens, 2005)

Sufjan Stevens es uno de los más prolíficos y polifacéticos autores de música pop-rock del siglo XXI. Especialmente dotado en los aspectos melódicos, es compositor de obras muy hermosas. Asimismo gusta del barroquismo, y sus álbumes son auténticos tours de force en cuanto a arreglos y diversidad de estilos musicales. Es verdad que esta complejidad puede llegar a ser cargante por momentos, aunque las virtudes compensan con creces sus defectos. Illinoise es su quinto album, y probablemente su gran obra. En él se muestra como en ninguno la variedad de registros del autor, que pasa del folk al musical, e incluso en ciertas ocasiones a la música clásica, y en el que abundan las referencias míticas y espirituales, como ejemplifica la importancia de los coros gospel. Una obra monumental por su duración y complejidad, que muy bien puede entenderse como un oratorio contemporáneo.
La pista uno es una preciosa y delicada canción, acompañada de un piano, muy dulce y melódica. La segunda una introducción que va subiendo en intensidad e instrumentación, que culmina con una trompetas triunfantes, y con un ritmo de bolero. La tercera es una alegre composición de cierto aire mejicano, con un coro casi de"broadway", con una segunda parte más intimista en la que destaca la larga introducción instrumental. La pista numero cuatro es una triste y bella canción, con acompañamiento de guitarra y piano, que alcanza momentos de verdadero y profundo lirismo. El corte cinco, irónico, es uno de las más características del estilo Stevens: momentos de minimalismo, desarrollo que se suspende, explosión instrumental y final por todo lo alto; y maneja como pocas los tempos en su despliegue. La pista seis es un breve interludio instrumental. La pista siete es una encantadora pieza de aires "folk", termina en la pista ocho: un mero adorno. La número nueve, de discreto comienzo, el que el autor relata sus viajes a traves de los Estados Unidos, se caracteriza por sus coros "gospel" que le responden y confortan. El tono vuelve a cambiar totalmente en la diez, una canción intimista y sencilla, acústica y en la que domina la dulce y melodiosa voz de Stevens, relatando experiencias adolescentes, aunque termina con cierta grandilocuencia al incorporar trompetas y coros. La número once, misteriosa y cristalina pieza instrumental, tiene cierto aire funebre. La pista doce, la más rockera y eléctrica es una crítica al típico urbanita que ha abandonado su humanidad, pero no por ello abandona los coros tan queridos por nuestro músico. La número trece es casi una canción de musical que sube progresivamente en intensidad, repitiendo un mismo motivo que se enriquece en instrumentación, con un carácter casi de suite barroca. La pista catorce es un breve ejemplo de efectos de sintetizador. El tono acústico, melodico y encantador, de confesión biográfica, vuelve en la número quince, que incorpora unos violines "philipglassianos", y que termina con un motivo claramente místico de estilo "gospel". El tono cambia en la dieciséis, de ritmo funky, y que hace suyos la instrumentación de la música negra de los setenta, para acompañar  unos coros apocalípticamente obsesivos que enmarcan una triste canción sobre le fin del mundo, o, mejor dicho, sobre el fin de la dignidad humana... cuando la canción apenas es mantenida por la sola percusión es realmente sublime. El corte diecisiete es una repetición del motivo de la anterior, esta vez en forma de cuarteto de cuerda. La sugerente breve y onírica pieza dieciocho, introduce el corte diecinueve, que se destaca por su fúnebre piano, y que narra las apocalípticas visiones desde la Torre de Seer, casi un canto mortuorio por la humanidad. La pista veinte, que en su primera parte parece inspirada en West side story, narra los comienzos de Estados Unidos como nación; en cambio la segunda es más introvertida y espiritual, con un desarrollo y carácter marca de la casa. La pista veintiuno, un remanso de lirismo y sencillez, en el desarrollo del disco es un homenaje a los mejores trompetistas de jazz. El disco termina con una hermosa pieza de piano, cuerdas y viento, que progresivamente va ganando en ligereza y alegría, y que evocan los sentimientos de un esclavo cuando alcanza la tierra de la libertad.
       Veis que cuando dije que era un trabajo complejo no exageraba. Es todo un viaje musical, e incluso geográfico, por los Estados Unidos. Merece la pena embarcarse en él.

2 comentarios:

  1. Pedazo de crítica!!! La verdad que el disco se lo merece, es un disco muy interesante, la primera palabra que se me vino a la cabeza fue... místico, y es que el disco empeza con ese toque, la voz de Stevens como muy bien dices es muy dulce, no me lo esperaba, me parecío una voz hermosa y sensual. También tiene canciones muy alegres, que te cargan de buen rollo, y canciones que te relajan y te llevan a otra dimensión. Es un disco de contrastes, ninguna canción se parece a la otra, y muy bonito. Digno de este blog, que no baja el nivel bajo ningún concepto. Enhorabuena! ;)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegro de que a tí también te guste el disco. Sufjan Stevens es un músico muy talentoso y versátil, y como habrás visto domina una gran cantidad de registros, desde el folk al musical, pero tienes toda la razón en que una de sus principales inspiraciones es la música religiosa, sobre todo el "gospel". Y es cierto que muchas de sus composiciones son muy místicas.

      Eliminar