viernes, 3 de agosto de 2012

Häxan (Benjamin Christensen,1922)

Es difícil resistirse a ver una película cuando el propio Carl Dreyer la recomienda encarecidamente. Häxan (bruja, en danés) fue una película maldita durante veinte años. Apartada y estigmatizada por su honradez y su crítica implacable a la caza de brujas y la Inquisición, no fue recuperada hasta 1941.
      Si, como opinaba Tarkovsky, las mejores películas son las que respiran verdad y amor por la humanidad, Häxan es, sin duda, una de ellas. A medio camino entre la investigación, el documental y la ficción, es un trabajo muy personal de su director, que se propone investigar y arrojar algo de luz sobre esa terrible mancha en la cultura occidental que fue la caza de brujas. Muy bien documentado, el film se divide en capítulos, algunos de ellos de investigación y otros de ficción, complementarios y que ilustran los primeros.
     Christensen nos muestra la brujería como un fenómeno típicamente medieval, fruto de una sociedad represiva e hipócrita, que se cebaba especialmente en las mujeres, sobre todo si eran viejas y pobres. En este ambiente oscuro se desarrollaría una especie de histeria colectiva, que consistía en ver al diablo en todas partes y en todos los hechos. La brujería sería una especie de enfermedad mental, muy limitada a un tiempo y un espacio concreto.
     Como consecuencia de ello y para salvar la "verdadera fe" se reforzó el papel de la Inquisición, que llegó a ser una verdadera policia del pensamiento... Al mismo tiempo, fiscal, juez y verdugo, que instauró un reinado de terror con el propósito de "salvar la ortodoxia". No veo necesario detenerme en los desmanes de esta institución tan tristemente famosa, pues son de todos conocidos. Sí que merece la pena destacar como la película ejemplifica un típico caso de la época, en la que una persona, simplemente por estar en el sitio y en el momento inadecuado, es detenida y salvajemente interrogada, y como en su confesión arrastra a muchos otros, incluidos los que la denunciaron, en un diabólico (nunca mejor dicho) efecto bola de nieve.
    Aparte de su innegable valor documental y pedagógico, la película es visualmente una maravilla. Como en gran parte del cine mudo, destaca el tratamiento que se hace del rostro humano, sobre todo cuando se filma a no profesionales. La representación que hace Christensen de la vejez, la pobreza y la indefensión es realmente conmovedora, y su huella se percibe en Dreyer. Parece que los primeros directores vieron en el cine un modo inmejorable de intentar mostrar las cosas tal y como son, y en esto demuestran estar a años luz de los actuales, mucho más preocupados por el éxito y la notoriedad.
    Puede que haya algunos errores desde el punto de vista histórico. No lo puedo decir, porque apenas conozco el tema. Sí puedo afirmar, como antes dije, que la película es un sincero esfuerzo por descubrir y contar la verdad y un canto de amor a la humanidad doliente. No creo que se pueda decir eso de muchas otras películas. Un film, en definitiva, que nadie debe dejar de ver.
      Y un aviso. Nosotros, hijos del desarrollo científico y tecnológico, no estamos libres de la superstición ni de la histeria colectiva... y ambos son destructivos y nunca inocuos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario