martes, 7 de agosto de 2012

La bestia humana (Jean Renoir, 1938)

Esta magnífica película está basado en un relato de Emile Zola, cuyo protagonista es un hombre, que, debido a una tara genética, en determinadas circunstancias, pierde el control de sí mismo, siendo capaz, en ese momento, de hacer cualquier cosa.
    Sobre esta base, Renoir construye una película maravillosa, con una poética única capaz de llevarnos de viaje de una lado a otro de Francia, como si nosotros mismos fuéramos en esos trenes, que tanta importancia tienen en la película, como símbolo de la libertad, tan fácil de perder como de olvidar cuando se tiene. Renoir utiliza este recurso para darnos algo de aire en una historia que es bastante oscura y opresiva, y es prodigiosa su capacidad de evocarnos la naturaleza y las maravillas de la tecnología, casi sin usar palabras.
     Pero sobre este paisaje idílico se superpone la vida de unos personajes que parecen estar marcados por sus propios demonios y por la fatalidad. Gentes que son al mismo tiempo víctimas y verdugos... movidos por el miedo, los celos, la pasión irrefrenable, la culpa y la propia inconsciencia de las acciones.
     Con este material, Renoir compone un conmovedor fresco sobre la miseria moral humana, una miseria que más que a rechazo, mueve a compasión. Esa miseria que nos hace incapaz de disfrutar de lo bueno cuando lo tenemos, del mismo modo que nos hace quedarnos junto al mal y no enfrentarlo cuando nos alcanza. Esa ignorancia, entre ingenua y culpable, que consiste en engañarnos a nosotros mismos y convencernos de que estamos logrando nuestra libertad, cuando lo único que estamos haciendo es apretarnos nuestras cadenas o, directamente ponernos los grilletes.
       Lo sorprendente de esta estupenda película es que cuenta todo eso con una sencillez y una calidez lírica que desarma. No hay grandes discursos, ni grandes palabras. Renoir es capaz de mostrarnos un cambio radical en la vida del protagonista simplemente por el silencio que lo acompaña cuando viaja. Gozoso y en armonía con su entorno al principio; atormentado, taciturno y autista después.
      Se trata de cine del grande. Ése que puede decir tanto o más sin palabras que con ellas.
      Y entre tanta miseria humana, ¿no hay un solo descanso? Sí, la amistad. Ese sentimiento o realidad (como se le quiera llamar) que a menudo menospreciamos u olvidamos cuando oímos los cantos de sirenas de otros más grandilocuentes, pero que muchas veces es el único que nos ofrece ayuda y comprensión, pese a que siempre se presenta como el más modesto en sus pretensiones.
     Una maravilloso y poético viaje al interior del alma humana.

1 comentario:

  1. Preciosa y conmovedora crítica, invita a ver esta seguro que genial película. Digo que seguro, porque no me atrevo en hacer la contra a mí crítico favorito. No he visto esta película pero si la recomiendas valdrá la pena. Solo decir... que me ha encantado con la reflexión que has terminado, y me parece totalmente cierta. Un abrazo Chejofan. ;)

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