viernes, 7 de septiembre de 2012

El pueblo de los malditos (John Carpenter, 1995)

Si hay un cineasta maldito del cine norteamericano es John Carpenter. Director de un talento excepcional y capaz de logar puestas en escenas bellas, serenas, sobrias y aterradoras, a un tiempo, sus magníficas películas han sido vapuleadas una y otra vez por la crítica. No alcanzo a entender cuál ha sido el pecado original de Carpenter para que se le trate así, y es algo que me indigna y que casi me fuerza a convertirme en un reivindicador de este gran director.
         El pueblo de los malditos no es una excepción. Candidata al "Razzie" a la peor secuela o revisión, no creo que se pueda ser más injusto con esta película y con Carpenter en general. 
         En primer lugar es discutible que se trate de una revisión en sentido estricto. La magnífica película de 1960, dirigida por Wolf Rilla estaba basada en una novela de John Wyndham, por lo que realmente estaríamos hablando de dos versiones diferentes de una misma novela. Supongo que muchos críticos, querrían ensalzar la película de 1960 a base de denigrar la de Carpenter, pero es una actitud que no entiendo. ¿Acaso no pueden ser las dos buenas? También puede ser que a Carpenter se le criticara su falta de originalidad. Tampoco lo comparto: me parece legítimo que Carpenter quiera homenajear las películas que le han marcado en su juventud. Tiene la suficiente originalidad y talento para hacerlo. Todas sus revisiones son profundamente personales y enriquecedoras. Y por lo que hasta ahora he visto mejoran el primer modelo.
          Sí, aunque muchos se rasgen las vestiduras, creo que la película de Carpenter mejora la de Rilla (y que conste que tengo un concepto altísimo de ésta). En primer lugar Carpenter oscurece la historia: si la primera estaba más cerca de la ciencia ficción, la del cineasta estadounidense se acerca más al terror. Y no lo hace aumentando los litros de hemoglobinas, sino con un estilo sobrio, donde prácticamente nada se ve y todo se sugiere. Pero es que el maestro Carpenter no tiene que llenarnos de sangre y vísceras para darnos miedo. Puede hacerlo con una naturalidad asombrosa, enfrentańdonos con el mal absoluto, ese que se basa en la absoluta indiferencia por la vida humana; no exteriormente, sino interiormente, pues como muy bien descubrió Poe las motivaciones de los actos malos asustan infinitamente más que los propios actos.
        Esta película merece estar entre las grandes películas de terror. Y aún me sigue sorprendiendo el talento visual de Carpenter, su capacidad de crear atmósferas malsanas y de lograr que una historia que ya te han contado, te resulte al mismo tiempo conocida, por un lado y totalmente nueva por otra.
       Otra magnífica película de uno de los mejores directores de su generación, tan bueno como incomprendido. No me extraña que acabara que no queriendo saber nada del mundo del cine. Sólo espero que algún día se le de el lugar que le corresponde.
       

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