viernes, 20 de abril de 2012

El espejo (Andrei Tarkovsky, 1980)

Andrei Tarjovsky fue uno de los directores más importantes y talentosos del Siglo XX. Poseedor de un estilo único, fácilmente reconocible, no resulta fácil encontrarle ni antecedente ni sucesores. En otras palabras fue un autor único. Consideraba que hacer cine era esculpir en el tiempo. Es decir seleccionar de la realidad lo que resulta relevante y mostrarlo al público en una danza lenta y sutil, sin apenas montaje, en la que presencia y ausencia son lo mismo. Capaz de crear un momento mágico y de suspender literalmente el tiempo simplemente con la aparición de una ligera brisa o de la luz del sol, es sin duda uno de los cineastas más dotados poéticamente, si no el que más. Además, estudiante de filosofía, sus obras están cargadas de referencias al sentido de la vida y a Dios, bien directamente a través de sus diálogos o bien simbólicamente.
           No realizo muchas películas. Creo que no llegan a la decena. En parte por las circunstancias represivas en la que vivió bajo el régimen de la URSS, con el que tuvo repetidos enfrentamientos, hasta acabar exiliado en Suecia, donde continuó trabajando.
           Aunque en sus primeras películas ("La infancia de Iván" y Andrei Rublev", en mi opinión su mejor película) todavía existe lo que puede  llamarse una trama convencional, el cine de Tarkovsky pronto acabo derivando en lo puramente evocativo y simbólico. Normalmente el dominio de los recursos líricos y metafísicos del cineasta es suficiente para mantener la atención del público y hacer una película que si bien se excede en lo cerebral llega al público ("Stalker", "Solaris"...). Pero si uno hace funambulismo mucho tiempo es probable que antes o después se acabe cayendo.
       "El espejo" es una película repleta de secuencias de una belleza inenarrable. Árboles que al mecerse por el viento suspenden literalmente la sensación temporal, personajes que entran y salen de la pantalla de una manera casi mágica, una mujer que al lavarse la cabeza resulta hipnótica.... Secuencia por secuencia, la película es un prodigio, pura poesía visual. El problema es que a toda esta belleza le falta un hilo conductor. Es difícil saber de que trata el film. Se intuyen algunas claves: una cierta crítica a la URSS y a la china comunista, la imposibilidad de la convivencia entre dos personas, el peculiar carácter del pueblo ruso... Pero todas estas aparecen un poco deslavazadas y sin una línea argumental clara.
         Ciertamente Tarkovsky ha hecho una película preciosa y muchas de cuyas imágenes se quedarán en nuestra retina, pero es un error poner tan dificil las cosas al público y hacer una película tan complicada de ver, en la que nos sentimos más perdidos que encontrados. Claro que a al gran director ruso nunca le importó demasiado ser comprendido.

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