jueves, 3 de mayo de 2012

Voces distantes (Terence Davies, 1988)

Una de las mayores satisfacciones que puede experimentar el amante del cine, es descubrir una joya, pequeña, humilde y desconocida. Una de esas películas que nunca aparece en la lista de las más vistas o de las más prestigiosas. Son auténticos tesoros ocultos y descubrirlos te hacen sentir un privilegiado. Es lo que ocurre con Voces distantes. No me preguntéis por la filmografía de su director y guionista, porque me es absolutamente desconocida. Sería fácil recurrir a internet para hacerme el erudito, pero no quiero engañaros. Voy a hablar sólo de lo visto, sentido y oído en la película, que tal vez sea la manera más sincera de opinar de un film.
         Voces distantes tiene dos partes claramente diferenciadas. La primera está dominada por la autoritaria y cruel presencia del padre. La segunda narra la tranquila vida de la familia una vez muerto éste. 
          Sobre todo en su primera parte, la película desiste de todo intento de desarrollo lineal. Son continuos los saltos atrás y adelante en el tiempo, los cambios de lugares y de circunstancias. Cómo veis esto no es ningún hallazgo de Tarantino, y en Voces distantes logra dar a a la historia un carácter lejano y casi onírico, que amortigua la dura realidad, como si se nos hablara a través de los recuerdos de un niño. Otro recurso típico es el plano fijo de los protagonistas mirando a la cámara como brusca transición de una a otra situación, que refuerza la distancia con los sucesos y hacen que la historia parezca contada a través de  postales de sus protagonistas.
        La segunda parte es más lineal, pero no es por ello ni mucho menos convencional, pues incluso un accidente puede transformarse en una preciosista coreografía. El tema es la vida cotidiana, con sus sabores y sin sabores, y de un modo especial el agridulce amor, precioso y fresco cuando joven, seco y cansado cuando envejece. Y es que la actitud del autor hacia el matrimonio es muy ambivalente.
       Esta ambivalencia desaparece cuando se tocan dos puntos: la maternidad y la música. La madre sería el ejemplo de amor puro, incondicional, dulce, fiel y abnegado. Pero si hay algo que ocupe el centro de la narración es la música, y es que Voces distantes es el fondo un musical, no por atípico, menos musical. Es el auténtico hilo conductor de la historia. Lo que hacen con más frecuencia los protagonistas es cantar...así se unen, se divierten, se expresan y se curan. La película es la mayor apología del cantar que he visto...y no se trata de música culta o música industrial, sino de las canciones populares que aprendemos de niño, y que nos configuran como miembros de una sociedad y, sobre todo, como individuos, pues al cantar interiorizamos lo cantado. La música sería el mejor, por no decir el único aliado en este valle de lágrimas que es la vida.
         Alguna vez he oído que la calidad humana de una sociedad y su alegría pueden medirse por lo que sus miembros cantan...viendo la película me he tomado esta teoría muy en serio. En ese caso, nosotros, vamos bien fritos, porque aquí no cantan ni las ranas. Y ya lo dice el refrán "quien canta su mal espanta" y San agustín, que no era precisamente un esteta afirmaba que cantar era rezar dos veces.
         No perdáis la oportunidad de ver esta pequeña y sensible maravilla de apenas hora y cuarto de duración.

1 comentario:

  1. Pero de donde sacas estas películas? Estas seguro de que no hay que hacer algo ilegal para conseguirlas? jajaja. Bromas a parte, me ha gustado mucho tu crítica y me ha hecho gracia la forma de terminarla, me ha parecido divertida.
    Pero que conste que yo canto mucho ¿da igual si es en la ducha? y te aseguro de que no tiene nada que ver con el refrán "el español cuando cansta o esta jodido o poco le falta" jajaja.

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