domingo, 22 de julio de 2012

Alemania: año cero (Roberto Rossellini, 1945)

Alemania: año cero es un ejemplo de cine valiente, comprometido y sin concesiones. Cuando todos estaban haciendo películas que celebraban la victoria sobre los alemanes, Rossellini se atrevió a dirigir su misericordiosa mirada a los vencidos, a un pueblo destruido material y moralmente por la guerra, la vergüenza y la culpa... víctima de una hipnótica ilusión que lo había conducido a cometer las mayores atrocidades de la historia, y de su propia debilidad para pararlas.
      Rossellini, haciendo un ejercicio de humanidad y de justicia, retrata la otra cara de la victoria en la Segunda Guerra Mundial.  Y, como él mismo dice: "intento contar de la manera más objetiva posible los hechos. No es un documento que culpabilice a los alemanes. Tampoco los justifica. Mi única intención es dejar que sean los propios hechos los que hablen por sí mismos".  Este grial tantas veces buscado de la objetividad, y tan pocas veces alcanzado, milagrosamente recorre toda la película.
      No nos olvidamos del Tercer Reich, y de su diabólica naturaleza y poder, pero no podemos evitar que nuestra mirada se dirija hacia ese gran pueblo que es el alemán, reducido a escombros como sus edificios. Y, así asistimos al pillaje, el mercado, las cartillas de racionamiento, el hambre, la clandestinidad, el prostituirse por unos cigarrillos o latas de comida, el hacinamiento de familias y familias en pisos pequeños, y, sobre todo la pérdida de la inocencia infantil.
    Rossellini centra su mirada maestra en un niño, Edmund, convirtiéndolo en el centro de una película coral y en el guía de nuestro viaje por la pobreza y la miseria moral. Edmund, que, como todo niño, es el eslabón más frágil de la cadena social. El que más debería protegerse, pero desgraciadamente el que más indefenso se deja. Es una pequeña limadura de hierro que se siente orientada y atraída por todo lo que ocurre en el exterior. Obligado a dejar de ser niño y a trabajar para alimentar alos suyos, es víctima de los abusos de un mundo exterior inmisericorde. Su propia alma es un terrible campo de batalla, donde se enfrentan las necesidades de los suyos, su bondad natural, los cantos de sirenas del mundo exterior y los ecos de la educación inhumana recibida.
     Alemania: año cero retrata con una crudeza absoluta, al mismo tiempo que con una humanidad exquisita un tema que, probablemente, para la mayoría de nosotros sea desconocido: la terrible posguerra alemana. No es sólo una película valiosa por su contenido humano o social. Es toda una joya desde cualquier punto de vista, y Rossellini se manifiesta como uno de los grandes maestros de la historia del cine, tan bueno que a menudo nos olvidamos de que está presente. Y es que este es el gran milagro de la película, que sus personajes y vicisitudes cobran vida ante nuestros ojos.
     Una obra maestra absoluta. Una película que nadie debe dejar de ver. Un ejemplo de lo que el cine puede llegar a ser, pero muy pocas veces es.

2 comentarios:

  1. Una maravilla de crítica, para sin duda una maravilla de película. Tienes razón, por lo menos en mi caso, no he visto ninguna película de la postguerra alemana, se le ha dado mucho más bombo a la guerra en sí. Me parece una historia muy interesante y me encanta que sea desde el punto de vista de un niño, este es otro toque de originalidad más. Sin duda otro triunfo más para este blog que no baja el listón. Me encanta Chejofan, siempre das en el clavo. Cine y música de calidad, algo que aveces cuesta encontrar, pero desde luego si tengo que buscar, este es el mejor sitio por el que empezar. Un abrazo. ;)

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  2. ¡Hola, Sonia! muchas gracias de nuevo. Tengo que decirte que películas tan buenas casi se comentan solas.
    Es cierto que la postguerra alemana es un tema apenas tratado. Es como si se pensara "cualquier cosa que les pasara bien merecido lo tenían". Eso hace tan valiente la apuesta de Rossellini, que probablemente le costó la simpatía de muchos.
    La guerra (o post) vista a través de los ojos de un niño ha sido un motivo muy recurrente, a partir de esta película. Sin ir más lejos hay decenas de películas españolas sobre la guerra civil con este punto de vista. La diferencia es que Rossellini no utiliza al niño como recurso para subliminalmente darnos su punto de vista, sino porque el niño (el más desvalido de todos) es quien mejor representa los destrozos que hace la guerra en la sociedad y en el alma humanas.

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