martes, 12 de junio de 2012

La parada de los monstruos (Tod Browning, 1932)

El título original de esta película, Freaks, es una palabra que no tiene una correspondencia exacta ninguna palabra del castellano. Es cierto que en los últimos años hemos incorporado a nuestro vocabulario el término "freaky", e incluso puede decirse que abusamos de él, pues prácticamente se aplica a cualquier persona que tenga alguna peculiaridad. A menudo se traduce "freak", como monstruo, sin ir más lejos así se hizo en esta película, aunque barroquizando un poco más el título, pero no da el sentido estricto de término.    
     Los "freaks" eran aquellos hombres y mujeres gravemente deformes que se exhibían en circos y ferias durante finales del siglo XIX y principios del XX, y que resultaban atracciones para sus espectadores, a menudo tratados peor que animales, como seres infrahumanos. Puede resultar un poco extraño a nuestra mentalidad, pero seguimos siendo tan morbosos como entonces, y seguimos teniendo nuestros "freaks", aunque probablemente ahora sean de otro tipo... al fin y al cabo son el alimento de nuestra telebasura, cosa en la que somos tan aventajados.
         Desde un punto de vista filosófico puede decirse que nuestra atracción por los "freaks" revela que en el fondo nosotros somos "freaks" morales que nos regodeamos en las miserias ajenas, haciendo que nos sintamos superiores y afortunados, cuando en realidad lo único que sacan a la luz es nuestra estupidez y bajeza moral.
       ¿Por qué empezar una crítica sobre una película con tanta disertación? Porque Freaks es una película única, una obra de arte única, protagonizada por auténticos seres humanos con severas malformaciones físicas (enanos, microcéfalos, troncos vivientes, personas que acaban en su tórax...). Es un testimonio inédito, casi documental que nos enfrenta a los misterios de la naturaleza humana, y pone a prueba nuestra sensibilidad y nuestra altura moral. La película se pone claramente de parte de los "freaks": su tesis es que lo que nos hace humanos no es nuestro aspecto, sino nuestra capacidad de compasión, de empatía y de amor. Es el cuento de La bella y la bestia pero en su radical e incómoda desnudez.
        La película además la historia de amor y hermosa que he visto nunca en ninguna película, sin nada que ver con el amor como se concibe tradicionalmente. Su secuencia final forma parte del olimpo cinematográfico y se te clava en el cerebro como un puñal.
       En principio se la catalogó de película de terror. Es cierto que por momentos da miedo, pero va mucho más allá de este género. Como dije es única e inclasificable. Un auténtico tesoro que nadie debe perderse, aún a riesgo de incomodarse bastante.
       Me deja atónito que una película así se hiciera en 1932, cuando apenas se había dado el paso del cine mudo al sonoro. Hoy día no concibo que se hiciera una película tan arriesgada y vanguardista. Y advierto, no tira por el camino fácil, el del morbo. Su propósito no es escandalizar, sino remover la conciencia. Me hace gracia la gente que desprecia las películas antiguas porque son "viejas", cuando tal vez el cine de hoy esté mucho más anquilosado por lo políticamente correcto y por la necesidad de éxito económico.
       Y por si fueran pocos méritos, no se puede endender El hombre elefante (David Lynch, 1982) sin el precedente de Freaks, que claramente es su inspiración argumental y estilística. Puede que la película de Lynch sea superior en lo estrictamente cinematográfico, pero también es cierto que Freaks es mucho más original y radical, y trasciende lo cinematográfico para convertirse en una profunda reflexión antropológica de primer mano.
      Imprescindible verla.

2 comentarios:

  1. Preciosa crítica! Es verdad que hoy en día los que realmente somos más freakys somos las personas consideradas "normales", y que podemos llegar a ser tan crueles con otras personas como a principios de siglo, se supone que en este último siglo hemos evolucionado más que en los últimos "tropecientos" años, y sin embargo, seguimos sin respetarnos los unos a los otros, así que menuda evolución... Como a tí, me sorprende que este tema, se sacara en los años 30, y que ahora lo más parecido que haya del tema sea alguna película Disney. Yo era de las que pensaba que las películas viejas eran aburridas, hasta que descubrí tu blog. Y tengo que decir, que me parecen argumentos mucho más trabajados en muchas ocasiones que las actuales, que demasiadas veces parecen cortadas con un mismo patrón. Bueno como ya estoy de vacaciones, ya tengo tiempo para ver pelis, ¿Por cual me recomiendas empezar? Un abrazo!

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    1. De nuevo muchas gracias por tu comentario, y está sirviendo para que veas el cine de otra manera me doy por más que satisfecho. Mucha gente piensa que el cine es mero entretenimiento. Por supuesto ninguna película debe aburrir, pero el cine es mucho más que eso, y es la que han demostrado los grandes autores. Desgraciadamente, la deriva comercial que lo ha devorado hace que la calidad media sea muy baja. Pero eso pasa más aún con la música y con la tele. Sin embargo, si se sabe buscar siempre hay joyas (algunas grandes, otras pequeñas) al alcance de la mano. ¿Por donde empezar? Por Drive, jajaja, sin duda.

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