jueves, 17 de enero de 2013

Tiempos modernos (Charles Chapin, 1936)

¿Qué decir de Charles Chaplin o de Tiempos Modernos que no se haya dicho ya? Que es una obra maestra... Que Chaplin es uno de los grandes genios de la Historia del cine... Que es una maravillosa y divertidísima crítica a la sociedad industrial, y que con, quizá mayor motivo, podría aplicarse a la sociedad post-industrial y de consumo en la que vivimos.... Evidentemente todo esto es cierto, y con esta película, y con la obra de Chaplin en general, es mucho más probable que nos quedemos cortos en elogios que nos excedamos.
         En mi humilde opinión, siendo maravillosa, Tiempos Modernos no es la mejor obra de Chaplin, privilegio que reservo para Luces de la Ciudad, una de las más hermosas películas que se hayan hecho jamas. Aún así, Tiempos Modernos sigue siendo una de las referencias indiscutibles de la historia del cine. Bajo el disfraz de Charlot se esconde una de las críticas más lúcidas que se ha hecho al mundo en el que vivimos. Charlot es el antihéroe por antonomasia, un ser inadaptado que rebota de manera imprevisible y continua. La película de Chaplin es una gran montaña rusa, en la que pasamos de una situación hilarante a otra. El gran milagro de Charlot es que a pesar de ser poco más que un pequeño átomo impulsado de un lado a otro de la vorágine del mundo nunca pierde su indivdualidad, y, sobre todo, conserva su alma.
       En el humor de Chaplin se esconde una amarga crítica a un mundo dominada por la codicia, la violencia, la injusticia social y el legalismo ciego. Charlot, tal vez, no venca al mundo, lo cual sería imposible: Sin embargo, el aunque pequeña piezecita de ese gran sistema inhumano, no deja de rebelarse una y otra vez contra él, aunque no lo haga de manera consciente, sino porque, como el escorpión de la parábola, ,esa es su naturaleza y no puede ser de otro modo.
     En su batalla contra el mundo, Charlot no está sólo. Lo acompañan el amor, el arte y, sobre todo la risa. Puede que la obra entera de Chaplin sea un gran elogio de la risa (Aristóteles opinaba que el hombre podía definirse como el Animal que Ríe), a la manera en que Erasmo hizo un elogio de la locura. En un mundo despiadado, tal vez el humor sea nuestra única tabla de salvación. Pero, al contrario que en Woody Allen, en la risa de Chaplin no hay ningún desecanto, ninguna amargura... es pura luz. Chaplin y su alter-ego Charlot plantean de manera prodigiosa una de las más profundas paradojas filosóficas: la bondad innata del ser humano pese a la maldad inherente a la sociedad. Y Chaplin nos da su personalísima respuesta en ese desgarbado y encantador vagabundo que es una especie de Quijote. En un mundo donde el crtierio de la practicidad es la norma suprema (estén atentos a la secuencia del alimentador de obreros) puede que precisamente las cosas que haya que reivindicar sean las más inútiles: la capacidad de soñar, la ingenuidad, el humor y el arte.
         Preciosa.

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