lunes, 28 de enero de 2013

Lincoln (Steven Spielberg, 2012)

Me da un poco de pena escribir mi opinión sobre esta película. Steven Spielberg es un director al que tengo mucha simpatía, y, por otro lado, Lincoln es una película hecha con un cuidado exquisito y un gran cariño. Se nota que el director estadounidense ha puesto mucho en este film, sobre todo afectivamente. Pero debo decir que es una obra absolutamente fallida, que no encuentra el tono adecuado en ningún momento, y que sólo tiene algunos destellos de brillantez, precisamente cuando se aleja de su planteamiento dominante.
        No es ningún misterio que Spielberg es un director muy "americano"... probablemente el más americano de los directores estadounidenses. En principio, eso no debería ser ningún problema. Todos los grandes artistas han sido profundamente nacionales. La obra de Kurosawa es profundamente japonesa, la de Tarkovsky profundamente rusa, la de Buñuel profundamente española... La clave de su universalidad es que desde sus condiciones culturales son capaces de mandar un mensaje a la humanidad, pues ahondan en la naturaleza humana para despojarla de lo accesorio y presentar lo esencial, aquello que todos tenemos en común. Spielberg nunca ha tenido esta capacidad. Su "estadounidensidad" es profundamente acrítica e ingenua, y supone una barrera para cualquier espectador con espíritu crítico. Por eso una combinación de Lincoln y Spielberg no parece la mejor posible. Sin embargo, albergaba la esperanza de que Spielberg hubiera aprendido de sus errores y planteara el film de una manera distinta. Él mismo dijo que ésta era su película más europea. Desde luego esta frase me resulta totalmente incomprensible, y más después de haberla         visto.
       Lincoln es un ejemplo de lo que no se debe hacer. Si la intención era presentar un retrato humano y fidedigno del personaje no se hace ni de lejos. Más que un retrato, es una hagiografía. El protagonista es presentado de manera casi sobrenatural. Alejado del resto de pobres mortales, es un ser casi divino al que sólo le falta caminar sobre las aguas o ascender al cielo... una especie de mesías americano. En eso se nota claramente ese ramalazo infantil del que Spielberg nunca se ha librado, la idealización del padre ausente, que se traduce en una búsqueda de figuras paternas a las que se rinde verdadera devoción (llámense Lincoln o extraterrestres). Si a eso le sumamos un americanismo facilón y de manual, el resultado es una combinación bastante plomiza. Sin ir más lejos obvia cualquier cuestión espinosa sobre la esclavitud o el racismo, lo que probablemente haga para no herir sensibilidades de ningún tipo. En ese sentido, Tarantino es mucho más valiente y honesto en Django.  
     No todo en la película es malo, y a veces, se entrevé lo que podría haber sido de plantearse de una manera más madura. Es indiscutible que Spielberg posee un talento visual excepcional, como muestran Duel o Salvar al Soldado Ryan. A mi modo de ver, sus mejores películas son las más plásticas, aquellas que menos tienen que ver con su ideario. Si el hubiera trasladado a imágenes un buen guión el resultado sería soberbio. Pero el problema de la película, como ya he dicho, es su propio planteamiento, y frente a esto poco se puede hacer.
     No, no se me olvida: la interpretación de Daniel Day-Lewis es antológica. Pero el sólo puede dar color a una figura que está mal trazada. Como se decía del Cid... que buen vasallo si oviesse buen señor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario