miércoles, 20 de mayo de 2015

Mad Max: Furia en la Carretera (George Miller, 2015)

La nueva entrega de "Mad Max" es una película muy interesante de analizar, no sólo en sí misma, sino por lo representativa que es de la relación que puede darse entre un genuino artista y creador, como lo es George Miller, con los grandes estudios, y su visión del cine como un mero negocio. Lo primero que quiero decir es que era muy reticente a ver la película. Su avance la presentaba como una más de las superproducciones que pueblan las salas de cine, con su acción megalomaníaca y su uso exagerado de los efectos especiales.
     El cine de acción, especialmente el perteneciente al género de los super-héroes, pese a su aparente eclosión, está experimentando una profunda crisis, que lo tiene encerrado en un callejón sin salida. No es una crisis de talento, sino de audacia. Desde comienzo de siglo el género ha venido confundiendo acción con confusión y entretener al público con aturdirlo. ¿Empezó con "Independence Day"? ¿Fue con "Armaggedon"?¿Acaso otra? Imposible decirlo. En un momento dado los estudios empezaron a pensar que mientras más mejor, y que una buena película de acción se lograba a base de batallas millonarias, destrozos incontables, efectos digitales a mansalva, y decibelios de sonido y música atronadora. Pero no fue esto lo peor. Lo peor es que los productores dejaron de arriesgar y pidieron a sus directores y guionistas que siempre utilizaran los mismos ingredientes, con las mismas recetas, de forma que vista una, vistas todas.
     Así pues la pregunta es ¿qué papel juega Mad Max en el actual panorama del cine de acción? Ciertamente aporta algo de novedad y frescura, pero desgraciadamente no suficiente. El genio de Miller brilla en determinadas secuencias (especialmente la primera media hora) y en determinados elementos, cómo esa imposible orquesta que acompaña al escuadrón de persecución, y que es la parodia más inteligente que he visto de las estridentes bandas sonoras de las nuevas películas de acción. Curiosamente, la película da lo mejor de sí cuando se ríe de sí misma. Sin embargo, como en el resto de nuevas superproducciones, esa tendencia a los grandes discursos, la trascendencia o lo políticamente correcto, acaba terminando con cualquier atisbo de espontaneidad y gamberrismo, fundamentales en este género. 
      Por otro lado, pese al innegable talento visual de Miller, es imposible mantener la atención del respetable mediante un ruidoso climax de hora y tres cuartos. El desarrollo de la acción debería haberse dosificado de otra forma, de menos a más.
      En resumen, ¿que decir de la nueva Mad Max? Merece la pena verla, pero se olvida rápido, pues no aporta nada nuevo. Creo que George Miller ha querido nadar y, al mismo tiempo, guardar la ropa al realizarla. Ha querido ser él mismo y, a un tiempo, contentar a las grandes productoras y seguir las tendencias del mercado. Desgraciadamente se ha quedado a medio camino. Su criatura tiene alma, lo que la distingue de "Vengadores" y otros productos (que no películas) similares, que son clónicas e impersonales. En "Mad Max", pese a todo el ruido se oye algo de la voz de un artista. Desgraciadamente no es suficiente. La película me deja con el sabor agridulce de lograr lo más difícil, como filmar de una manera convincente persecuciones imposibles en vehículos aún más imposibles, pero no lo fácil, resultar desenfadada y natural.
     Y es una pena, porque esta última entrega se queda por detrás de la irregular pero divertida primera y, sobre todo, muy atrás de la redonda y lograda segunda parte, la mejor de toda la saga. Pese a su incomparablemente mayor virtusismo técnico y visual, "Furia en la Carretera", muestra que, a menudo, los resultados depende más del querer que del poder.

3 comentarios:

  1. estoy absolutamente de acuerdo can todo que dices aquí.

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    1. Gracias. Es un placer coincidir contigo, a.

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    2. Gracias. Es un placer coincidir contigo, a.

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