martes, 12 de mayo de 2015

Boyhood (Richard Linklater, 2014)

De manera absolutamente excepcional tienes la suerte de ver una película única, que no se parece a ninguna otra. Es el caso de "Boyhood". Rodada a lo largo de 12 años, sigue la evolución de su protagonista desde los 6 años hasta la mayoría de edad. Se trata de un viaje maravilloso, sorprendente, épico, complejo.
    "Boyhood", sin confundirse con un documental, muestra que el cine tiene una capacidad única para dejar hablar la realidad, y plasmarla tal cual es; lejos de cualquier artificio, la cámara usada más como testigo que como instrumento. 
     Nada más extraordinario que lo ordinario. A menudo se habla del milagro de la vida. En un incomprensible reduccionismo esta expresión se aplica casi exclusivamente a la gestación. Pero la grandeza de la vida es algo que se expresa en cada día y en cada etapa. "Boyhood" narra como nunca un viaje más complejo y trascendental que el de cualquier odisea clásica: el paso de niño a hombre, algo que ocurre simultáneamente cada día en miles de millones de casos. Como sucede con las grandes maravillas cotidianas, las tenemos tan asumidas que no las valoramos; una ignorancia también favorecida porque, al igual que ocurre con los movimientos internos de la Tierra, son tan lentos y progresivos que no los percibimos. Y creo que es útil la metáfora de la Geología, porque al igual que en esta ciencia, la clave de la narración en película de Linklaker está en contraer el tiempo y en concentrar los hechos, de manera que se perciba lo imperceptible.
     "Boyhood" es una película esculpida en el tiempo como ninguna, una auténtica obra maestra de una artista sutil, honrado consigo mismo y con su arte, y que tiene un compromiso tan valiente en su intención como complejo en su ejecución: plasmar la vida tal cual es. Algo doblemente loable en un director estadounidense, ya que el cine de ese país está cayendo en un pozo sin fondo a base de superproducciones vacías y películas clónicas, a base de los ingredientes de los grandes estudios, siempre los mismos, que me provocan la sensación de estar viendo una y otra vez el mismo film. En un cine donde abunda el ruido y la furia, Linklater ha hecho una obra que se apoya en la poesía y en la sensibilidad.
    Una joya, una película única, una película que no debes dejar de ver. Sus protagonistas te acompañarán siempre.

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