miércoles, 3 de abril de 2013

Hamlet (Lawrence Olivier, 1948)

Hamlet, de Lawrence Olivier es una obra maestra eclipsada por el drama  en la que se basa. Hamlet, de Shakspeare es literatura tan mayúscula y rotunda que es difícil vivir a su sombra... sin duda alguna, una de las cumbres de las letras universales. Si Shakspeare es el maestro de la representación de las complejidades del alma humana, alguien digno de ser estudiado en las Facultades de Psicología, Antropología o Filosofía, en Hamlet crea uno de sus personajes mas complejos y vivos.
      Hamlet es un atormentado principe danés consciente de que su tío ha matado a su padre, ha usurpado su trono y su reina. Este poliédrico personaje, le sirve al genial escritor para elaborar un profundo retrato sobre el honor, la lealtad, la traición, la venganza y la locura. Son infinitas las lecturas que se pueden hacer de esta obra, como innumerables sus enseñanzas. Hamlet es el héroe sufrientepor antonomasia, lo que de alguna manera adelanta al antihéroe. Aunque, en principio, justo su indignación se transforma en odio, lo que deriva en crueldad. De esa manera, Shakspeare huye de todo maniqueismo y nos enseña que con frecuencia el justo, precisamente en su afán de justicia, deviene indistinguible del villano.
       Pero no estamos aquí para hablar de la obra literaria... inagotable y que, sinceramente, no me encuentro capacitado para comentar. De alguna manera quiero revindicar la película de Olivier.
     Muchos podrían pensar que con un guión tan bueno ( probablemente el mejor posible) hacer una pelicula decente no tiene ningún mérito... nada más lejos de la realidad. Precisamente la calidad de la obra de partida juega en contra del film, ya que inevitablemente será el modelo con el que se la comparará.
     La versión de Lawrence Olivier es magistral desde todos los puntos de vista. Al mismo tiempo que recuerda el origen teatral de la obra, su criatura es profundamente cinematográfica. El decorado minimalista, cambiante,frío, pétreo, junto con su iluminación barroca, que ahonda en los contrastes... Todo ello crea una sensación de irrealidad en el que el espacio y el tiempo desaparecen y el mundo parece transformarse en un continuo purgatorio en el que los personajes no avanzan, sino que dan vueltas rumiando sus destructivos sentimientos.
    Por encima de todo ello, se eleva la interpretación de Lawrence Olivier, creando un Hamlet tan real que parece que vive con nosotros, o, mejor dicho, en nosotros. Su personaje es tan frágil como fuerte, tan lúcido como loco, tan inocente como cruel, infantil y envejecido a un tiempo. Olivier huye de toda declamación y utiliza como principal recurso la sutileza: con un gesto apenas perceptible es capaz de expresar todas las oscuridades del alma. Y eso, sin olvidar su dicción, que literalmente transforma el inglés en música.
      Hamlet, de Lawrence Olivier es una obra maestra del cine, una película tan vanguardista hoy como cuando se hizo, hace casi setenta años... a la altura de su original literario (poco más se puede decir). No soy un especialista en adaptaciones cinematográfica de obras de Shakspeare... Sin embargo, algo  me dice que se trata del Hamlet cinematográfico con el que todos los demás se tienen que medir.

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