lunes, 28 de octubre de 2013

La Señora sin Camelias (Michelangelo Antonioni, 1953)

Prácticamente no se nada sobre el cine de Antonioni. Sé que era uno de los directores favoritos de Andrei Tarkovsky, y si bien éste se decepcionó cuando el italiano se pasó al cine de color, no por ello dejó de admirar como referentes y obras maestras las anteriores películas del maestro italiano.
         Cualquiera que me haya seguido un poco sabrá que siento una debilidad especial por el director ruso, aunque no comparta todas sus opiniones. Creo que nadie ha tenido tan claro que el cine debía liberarse del teatro y de la novela y encontrar un lenguaje propio. Por tanto, si el sentía admiración por Antonioni, es porque este fue un director profundamente personal y comprometido con dignificar el cine, aparte de su indudable talento.
         No se puede decir que La Señora sin Camelias sea una obra maestra. Probablemente, en la carrera de Antonioni incluso sea una obra menor. Pero no por ello deja de ser una pequeña joya. Toda la película respira una dulzura exquisita. Su historia no es un gran cosa, pero la transmite con tanta delicadeza, intensidad y sinceridad, que no podemos dejar de interesarnos por su protagonista. 
        La Señota sin Camelias es una película más interesante por lo que deja entrever que por sí misma. Detrás de ella se vislumbra, un maestro de la imagen, tan bueno que sabe disolverse en su obra, con un dominio absoluto de la puesta en imagen. En pocas películas he visto ese continuo trasiego de personajes que entran y salen, resuelto con esa habilidad, tanto más notable, cuando no se hace notar. También se percibe a un artista de una gran sensibilidad para lo humano, especialmente lo femenino, y capaz de plasmar con asombrosa facilidad todas las miserias de un tiempo y un ambiente sin por ello dejar de ser un poeta.
      Disfruté mucho viendo está película, pero sobre todo me ha abierto el apetito por este gran cineasta, que para mí era un desconocido.

jueves, 24 de octubre de 2013

Sinister (Scott Derrickson, 2012)

Probablemente alguno de vosotros creáis experimentar una deja vú. No es que la mente os esté jugando una mala pasada... ya escribí sobre esta estupenda película hace algún tiempo. Sin embargo, nunca estuve contento con mi artículo. En realidad, nunca lo estoy del todo, pero en este caso acabe realmente frustrado... lo que se plasmó en pantalla no tenía apenas relación con mis pensamientos, y, sinceramente, opino que era una crítica horrible, que no decía nada. Mi intención es arreglar este entuerto y hacer algo de justicia a esta película tan buena como infravalorada, salvo honrosas excepciones, y devolverle algo de los buenos (malos) momentos que he pasado viéndola.
     Con ese título supongo que no costará demasiado darse cuenta de que esta película es de terror. Confieso mi admiración rendida por este género, que es mi favorito. Cuando adolescente me encantaban las pelis de acción, y parece que con los años me he oscurecido un tanto. Pero no quiero ser el típico fan descerebrado. Precisamente al contrario... dado que es un género que adoro, detesto verlo tan maltratado, convertido en un producto de consumo rápido, de moda, casi una caricatura de sí mismo y enfocado incomprensiblemente a adolescentes. En mi opinión no es justo: la comedia y el terror son los dos géneros más subestimados, probablemente debido a una vacía pose de intelectualidad. Es cierto  que contadísimas películas de miedo pueden considerarse grandes películas (Psicosis, El Resplandor, Rosmary's Baby, Carrie, Alien y muy pocas más). Pero ahí están, demostrando lo que el género puedey no es por negligencia y prejuicios. Recordemos el caso de Hitchcock, uno de los grandes maestros, que consagró su vida básicamente a asustar al personal, y que no me vengan con la distinción entre Thriller y Terror, que es meramente nominal.
       ¿Tiene esto algo que ver directamente con la película que nos ocupa? Pues sí, y mucho. Sinister es en primer lugar un acto de amor hacia el cine de terror. El primer gran acierto Scott Derrickon, (director y coguionista), que ya había mostrado sus buenas maneras en El Exorcismo de Emily Rose, es entender y sentir su película como un sincero homenaje a lo mejor del género. Con esa buena intención construye una sólida película que bebe de las mejores fuentes, sin dejar por ello de ser profundamente original.
      Al contrario que en la inmensa mayoría de películas de miedo, los personajes no son estereotipos, sino que se han creado con mimo, gusto e inteligencia. La clave de Sinister es que, despojada de sus elementos de género sigue siendo una magnífica película, profundamente humana. Una historia sobre la obsesión por el triunfo y el consiguiente miedo al fracaso, sobre la imposibilidad de salir de un circulo vicioso una vez se ha caído en él a pesar de ver como se destroza todo nuestro mundo. También es la historia de cómo los cantos de sirena (dinero y fama) nos puede alejar de lo más valioso (el amor, la familia, nuestra propia salud...). Ethan Hawke compone un inolvidable personaje que debería pasar a la historia del género con mucho más motivo que el Jack Torrance de El Resplandor (al fin y al cabo, este último, un estereotipo de tipo que se vuelve loco debido al aislamiento). Su Ellison Ostwald es mucho más complejo, poliédrico, real... Un individuo tan consumido por sus propios demonios que no ve otros; inteligente, irresponsable, cabezota...
        Pocas películas recuerdo que hayan reflejado el amor de una manera tan natural y tan vivida. Estamos acostumbrados a las historias románticas de chico conoce chica, en las que cuando por fin se encuentran el uno al otro, el telón se baja. Como si estuviera en una etapa adolescente, el cine se resiste a mostrar el amor como algo que se construye día a día, la vida cotidiana de una pareja y una familia que se quiere. Hay determinados momentos de la cinta en los que imposible no sentirse reflejado, sobre todo cuando, como en la película se es un hombre complicado, frágil y con terror hacia el fracaso, incapaz de disfrutar de las cosas sencillas y verdaderas de la vida, pero se tiene la infinita bendición de contar con una maravillosa mujer al lado fuerte, comprensiva y dulce, la única  persona capaz de poner algo de verdadera cordura y orden en nuestra caótica vida.
       ¿Pero es que Sinister no es una película de terror? Por supuesto, y da mucho miedo, pero no en plan ¡uuuuhhhhh!, sino de una forma mucho más profunda y terrible. Pero prefiero que eso las descubráis vosotros mismos.
          Nos encontramos un precioso pájaro raro. Una magnífica película de terror, bastante mejor que Insidious y muchísimo mejor que La Conjura (no sé lo que los críticos vieron en ella), cuya mejor escena es una discusión marital.


miércoles, 23 de octubre de 2013

Solo Dios Perdona (Nicolas Winding Refn, 2013)

Pocas películas han sido tan criticadas este año como la última del director danés Winding Refn. Presentada en Cannes, fue mayoritariamente despreciada, con algunos miembros de la audiencia llegando, incluso, a irse durante su proyección. Dos fueron, principalmente, los motivos de su rechazo: su extrema violencia y lo absurdo de su historia, si es que la había (según algunos). Sin embargo, no perdí mi interés en verla, en parte porque Drive, su anterior película, es una de mis favoritas, sino porque también me encanta su trilogía Pusher. ¿Podía este señor tan talentoso hacer un auténtico pestiño? Desde luego, no sería el primer caso de una gran director que hace un gran bodrio... no fue así.
         Pocas películas resaltan tanto la subjetividad de toda crítica de cine. El buen crítico no se caracteriza por tener un gusto infalible (ninguno lo es) sino por la calidad de sus argumentos a favor o en contra de la película. Esto no significa que todo valga... las películas de un determinado estilo pueden gustarnos más o menos, pero no se puede decir es que Scary Movie sea tan buena o mejor que La Palabra, de Dreyer.
         Dicho esto, Sólo Dios Perdona me pareció magnífica, una de las mejores, más originales y sugerentes películas que he visto en lo que llevamos de año. Cierto que no es para todos, pues no tiene una estructura narrativa clara, aunque no por ello deje de contar una historia, más insinuada que narrada, con muchos puntos confusos e incompletos. No es una negligencia de Winding-Refn (también guionista), sino algo deliberado: crear una atmósfera onírica en la que el espectador no debe esforzarse por entender, sino dejarse impregnar de su sensualidad y su extraña e intensa belleza.
         Probablemente muchos se decepcionaron, al esperar una nueva película en la estela de la magistral Drive. Sólo Dios Perdona, no es una película tan redonda, tan potente argumental como visualmente. El estilo prevalece sobre el contenido, pero no en un ejercicio vacío como Holly Motors, y compone  en un hermoso y violento poema visual, en una imposible y soberbia comunión entre Tarkovsky y Tarantino.
         A mi juicio, Sólo Dios Perdona muestra que el director danés es uno de los mejores de su generación, si no el mejor. También se revela, como el mencionado Tarantino, en un genial reinventor de géneros "menores". Si en Drive creaba una obra de arte partiendo de la base de las pelos de acción de coches y chicas de los ochenta, en Sólo Dios Perdona hace lo mismo con el cine oriental de artes marciales. 



domingo, 6 de octubre de 2013

Gravity (Alfonso Cuarón, 2013)

Muy a mi pesar, ya que fui a verla muy ilusionado, Gravity me ha dejado una sensación agridulce. Los logros visuales de la película son innegables. Nunca hasta ahora se había hecho un uso tan bueno de las 3D en el cine. En esta película, la sensación de profundidad no es un mero adorno ni un recurso facilón para sorprender a la audiencia, sino una de sus razones de ser... un elemento esencial para atrapar al espectador y llevarlo literalmente a otro mundo. En Gravity, el espacio exterior no se ve: se siente. Estamos ante una película que por méritos propios se convierte en una experiencia nunca antes vivida.
      Junto con la tercera dimensión, el propio espacio exterior es el otro gran hallazgo de la película. Nunca el vacío se había mostrado  de manera tan precisa: el ambiente más inhóspito imaginable, donde no existe ninguna de las normas que permiten la vida. Sin aire, sin fuerzas de gravedad que proporcionen puntos de apoyo, sin rozamiento que frene o altere los movimientos una vez iniciados, este infierno oscuro y mayormente frío es la mayor amenaza para la vida, un ambiente en que los seres humanos son monigotes víctimas de las implacables leyes de la naturaleza, que tan benévolamente nos tratan en nuestro planeta, pero que tan despiadadas son fuera.
    Si a esto le sumamos una historia tan sencilla como efectiva y desasosegante, esta película tenían todos los números para convertirse en un hito cinematográfico. Sin embargo aquí empiezan los peros.
   Nadie duda del talento visual de Alfonso Cuarón. Lo demostró sobradamente en su anterior película Hijos de los Hombres. Sin embargo esa tendencia tan briandepalmesca al virtuosismo, con esos planos barrocos e interminables con movimientos de cámara imposible no es lo que mejor sienta a la película. Una dirección más pausada, con planos más lejanos y fijos hubiera sido más acertado en mi opinión, ya que hubiera resaltado mucho más la fragilidad humana en medio del espacio interminable.
     Tampoco el tratamiento de los personajes es, en mi humilde opinión, el idóneo. En primer lugar, en una historia tan primitiva cómo esta, pues a pesar de todo su artefacto, trata de la lucha por sobrevivir, la sobrexplicación de los protagonistas está de más. El tanto hablar de sus pesadillas, traumas, anhelos,... Distrae al espectador de lo realmente importante: el aquí y ahora de la historia. Además, tanto detalle personal convierte en estereotipos (el aventurero valiente y simpático, la intelectual traumatizada) lo que simplemente deberían ser dos personas luchando por vivir en un entorno donde ninguna de las habilidades que usamos en nuestra vida normal nos sirven. Por otro lado, el exceso de diálogo desentona en un ambiente mucho más propicio para el silencio y la contemplación.
     Que quede claro que Gravity es una película estimable, y que, básicamente, me mantuvo pegado a la butaca. Aún así, no pude evitar cierto fastidio al ver en este film tan prometedor los mismos defectos que en la mayoría de películas contemporáneas: la predilección por el espectáculo sobre la contemplación pausada, el miedo al vacío, como si el silencio y la pausa irremediablemente aburrieran al espectador, y esa tendencia a la verborrea explicativa, como si los que la vemos no fuéramos capaces de sacar nuestras propias conclusiones. ¿No tiene más encanto lo sugerido que lo explícito? Curiosamente los mejores momentos de la película son aquellos en los que Cuarón se olvidad de la trama principal y se recrea en la inmensidad y belleza del universo, cuando su inconsciente lo separa de Brian de Palma y lo acerca a Tarkovsky.
      Una pena, porque apuntando a obra maestra indiscutible se queda en buena película.

sábado, 5 de octubre de 2013

The Act of Killing (Joshua Oppenheimer, 2012)

Hay ciertas obras que están más allá de los criterios convencionales. Los hombres que leyeran las primeras noticias sobre los campos de exterminio nazis, ¿se pararían a juzgar el estilo literario del periodista? Evidentemente no, y es que hay veces que el contenido es tan rotundo que el estilo es una cuestión prácticamente irrelevante.
       Viendo la película de Oppenheimer me he sentido tan impactado y abrumado con lo que he he visto que poco me he detenido en pensar sobre sus aspectos estilísticos. 
       ¿De que trata este documental? ¿Del régimen de impunidad y crueldad que se instauró en Indonesia y que condujo a la muerte de más de dos millones de personas acusadas de comunistas? En principio, sí. Yo he visto más bien, una aterradora y surrealista crónica sobre la degradación humana, testimonios en primera persona de crueles verdugos presumiendo de sus torturas y ejecuciones. 
    Nos gusta llamar a estas personas monstruos, animales o psicópatas. Yo creo que son eufemismos... los monstruos no existen, los animales sólo excepcionalmente atacan a sus congéneres y los psicópatas son personas que padecen una terrible enfermedad de la que ellos son las primeras víctimas. No... los autores de esos crímenes de guerra son personas, y eso es lo que más nos asusta. Por eso queremos exorcizar nuestro miedo utilizando palabras que nos separan de ellos... pero son hombres como todos los demás. Desgraciadamente la crueldad, el sadismo son tan humanos como la compasión y el amor.
       La película es un auténtico descenso a los infiernos de la miseria humana. No encontraremos conflictos, sino una vulgaridad y una impunidad insoportables. A los "malos" le gusta verse en el cine. Los villanos de películas por lo general son sofisticados, misteriosos e inteligentes. Visten bien, están acompañados de chicas guapas, mantienen brillantes conversaciones cínicas, son carismáticos, valientes y tienen un peculiar código de honor que los asemeja con alguna extraña hermandad de guerreros. Roberto Saviano se quejaba en su extraordinario libro "Gomorra" del mal que las pelis de gángsteres habían causado, dando a los mafiosos de verdad una imagen idílica con la que identificarse. En la película basada en su libro, hay una clara intención de desmitificar a la "cosa ostra" sus "capos" son vulgares, horneras, feos, incultos, pretencioso y de un mal gusto insoportable, más dignos de un "Sálvame" que de un "Documentos TV", mas emparentados con un "culebrón" que con el cine negro.
           Todo lo que en la estupenda película italiana se entreveía, en el documental de Oppenheimer se muestra con toda su crudeza. Esos terribles verdugos, con miles de muertes y torturas sobre sí, son unas personas vulgares, jactanciosas y estúpidas, más típicas de una taberna de mala muerte que de un campo de concentración... la terrible banalidad del mal.
            Esta película no deja mucho aire al espectador, que asistirá repugnado y desconcertado a como estas personas, por puro egolatrismo, representan sus atroces crímenes (algunos difícilmente imaginables), a veces como ejecutores y otras como víctimas, creyendo que están haciendo una magnífica película de cine negro para que el resto del mundo sepa de su "valentía" y su "idealismo". Desde luego, la impunidad y el descaro con el publican sus crímenes ante sus propias víctimas, dice mucho sobre la justicia humana. Sin embargo, hay cierta esperanza de una justicia más profunda, inapelable y terrible... la de los fantasmas de sus víctimas que se aparecen en sus pesadillas, ese intento inútil de autoconvencerse de que hicieron lo necesario, para evitar unos remordimientos que no desaparecen, las arcadas al visitar los lugares de los crímenes.
        Viendo esta película sólo me queda sitio para una esperanza... la de la Justicia Divina, y que nadie piense en infiernos medievales, hablo de las pesadillas, los remordimientos, la imposibilidad de escapar de la propia conciencia, cómo el propio cuerpo se revela contra las maquinaciones de la mente, como si, a nuestro pesar, el signo divino que Dios puso en nosotros reclamara su lugar contra nuestra voluntad, recordándonos dolorosamente que fuimos creados para el bien y no para el mal. Creo que ese es el verdadero infierno, no un lugar, sino el vivir apartado del resto de tus semejantes, por la certeza de los crímenes cometidos, uno intentará evadirse con dinero, lujos, sexo... pero, como, toda embriaguez, pasa y llega la resaca, llena de miedos, soledad y dedos acusadores. 
       Puede que esto sea lo que yo quiero ver, y, sinceramente, en algunos verdugos, lo percibo. Y que conste que no lo busco por venganza, sino porque es la única forma de reclamar la dignidad humana que se me ocurre. De no ser así, de este mundo podría decirse lo que del infierno de Dante: Quien entre abandone toda esperanza.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Children (Terence Davies, 1976)

Sin ser uno de los directores más conocidos, en mi opinión, Terence Davies es sin duda alguna uno de los grandes cineastas de la historia, digno de contarse entre unos pocos elegidos, como Buñuel, Bresson, Dreyer, Bergmann o Tarkovsky, entre otros.
    Davies es una anomalía en el cine británico, de una alta calidad media, pero convencional y falto de autores realmente originales y con una perspectiva verdaderamente personal.  Gran Bretaña ha dado muchos buenos directores contadores de historias, artistas que trasmiten con eficacia, convicción e, incluso, belleza una buen argumento. Davies es algo más, y eso es lo que lo separa de sus compatriotas. Como los pertenecientes a la breve y excelsa lista que he citado, es dueño de un lenguaje propio, esencialmente cinematográfico y no traducible directamente a ningun otro arte. De estilo sobrio, sosegado, distante y cercano a un tiempo, una breve secuencia suya equivale a un parrafo de Dostoevski. Sus imágenes tienen por sí mismas, sin apenas el apoyo de las palabras, la capacidad de adentrarnos en los grandes misterios de la vida: el amor, el desamor, la soledad, la tristeza, la muerte... Davies nos transporta directamente a ellos de una forma directa, no conceptual, sin palabras, como la música. El cine Davies, y es algo que lo hace casi único, no trata de ideas, sino de sentimientos, en el sentido más profundo y verdadero de la palabra. Asimismo, este gran artista deja al espectador total libertad de interpretación. No juzga ni opina de sus personajes, los retrata. Al contrario que la nueva oleada de directores "intelectuales", como Haneke o Seidl, no es un entomólogo de la naturaleza humana. Aunque se mantenga a distancia, Davies no por eso es frío o desapasionado.
    Children es tristísimo cuento sobre la vida, pero sobre todo sobre la infancia. Normalmente pensamos en nuestra infancia como una época idílica, libre de las preocupaciones y sinsabores de la vida adulta. Sin embargo en esta pequeña joya de apenas 45 minutos, Davies me ha recordado esa otra cara de la infancia en la que casi nunca caemos. El desamparo, el miedo, la incomprensión hacia un mundo que no es el nuestro, ya que está hecho por y para los adultos, la infinita tristeza vivida a esa edad, mucho más terrible por que ni tenemos palabras para trasmitirla ni los que nos rodean nos entienden. 
    Ahora que lo escribo creo que la idea o mejor dicho vivencia que he sacado de este largometraje es que cada niño es una isla, muy delicada y con una inagotable necesidad de protección y comprensión. Queda claro que los grandes cineastas saben hacer mucho más que entretener. 

miércoles, 22 de mayo de 2013

Metallica: Some Kind of Monster/Anvil: The Story of Anvil (Joe Berlinger & Bruce Sinofsky/Sacha Gervasi, 2004/2008)

Hay algunas veces que tiene más sentido hacer una critica conjunta de dos películas que dos críticas por separado. No creo que haya mejor ocasión para hacerlo que esta. Metallica y Anvil (por abreviar los nombres) son, al mismo tiempo que películas gemelas, diametralmente diferentes. Ambas son magníficos documentales que tienen como protagonista una banda de heavy-metal, pero son el anverso y el reverso de una misma realidad: el rock (o mejor dicho, la industria discográfica)
          No es exagerado decir que el género documental está experimentando una especie de época dorada. Es frecuente que sean mucho mejores que su homólogas ficticias. La razón parece clara: quién quiere hacer un documental, generalmente, es alguien comprometido con la realidad y con una historia, mientras que muchas veces las películas de ficción solo se hacen pensando en la taquilla. Desde luego no voy a ocultar mi predilección por este género, que muchos consideran aburrido, pero que a mí pocas veces me ha decepcionado.
        Metallica y Anvil pueden parecer productos para aficionados a la música heavy y que poco tienen que decir al resto de nosotros. Nada más lejos de la realidad. Son documentales que diseccionan con una precisión quirúrgica muchos aspectos de la condición humana y de la sociedad.
       Como bien dice su título, Metallica es una especie de monstruo. Probablemente sea la banda de metal más importante de la historia, y no lo digo por sus ventas, sino por la mágnifica calidad de sus cinco primeros discos. Después de eso cayeron en una especie de depresión creativa. Metallica el documental, retrata la grabación de su úndecimo álbum, St. Anger, unos veinte años después de su época gloriosa. Su bajista acaba de abandonar el grupo, porque se siente cercenado creativamente. Lo que queda de la banda es una guerra de egos, especialmente entre el vocalista y guitarra y el batería. El proceso de grabación es poco menos que agónico y claustrofóbico. Nos agobiamos como ellos por la inspiración que no llega, asistimos al proceso de creación de unos músicos para los que la rabia es ya algo cerebral, una pose, y no una cosa que le salga de las vísceras. Ellos son consciente de ello, pero no pueden permitirse para la máquina porque es demasiado grande y mueve demasiado dinero. 
            Anvil es todo lo contrario. Una banda talentosa que sirvió de inspiración para muchas otras que triunfaron, a pesar de que ellos pasaron desapercibidos. Como no pueden dedicarse únicamente a la música, tienen otros trabajos (el vocalista es repartidor de catering). Sus problemas económicos son evidentes y viven en, cuando menos, humildes condiciones. De vez en cuando dan un concierto en algún bar local, donde asisten sus incondicionales, o les sale alguna gira por Europa, donde apenas se les anuncia o se les paga (pierden dinero con la gira). Es muy ilustrativo ver como llegan tarde a un concierto porque pierden el tren o porque no encuentran la calle del local. Sin embargo, no pierden la ilusión por la música y esperan tener la oportunidad de dedicarse a ella por entero y de que se reconozca su talento. Y realmente son buenos... no han perdido nada de sus frescura original y con cincuenta años tienen espíritu adolescente. Más que una banda de rock, son amigos y más que amigos son hermanos, en lo bueno y en lo malo.
          Como decía son documentales magníficos. Pero verlos juntos y compararlos enseña más sobre la condición humana que las obras de Shakespeare. No os los perdáis.