domingo, 16 de marzo de 2014

Original y Copia I: Cape Fear (1962, J. Lee Thompson - 1991, Martin Scorsese)

Lo primero que quiero aclarar es que a menudo decir que la película más antigua es la original y la reciente la copia no es del todo exacto. Es común que ambas sean diferentes versiones de una obra anterior, normalmente un cuento, novela u obra de teatro, por lo que considerar que la primera película en hacerse es más original no tiene ninguna justificación. Incluso se da la circunstancia de que la película más nueva precisamente tenga la intención de reivindicar la obra original, que en la adaptación anterior no se ha respetado. 
    En definitiva, lo que quiero decir es que al hablar de originales y copias debemos matizar e informarnos bien y no ir por el camino fácil de afirmar que la más nueva siempre es una copia de la anterior.
     Bien... ¿Y cual es el caso de Cape Fear? La obra original es una novela de 1957 titulada The Executioners, de John D. MacDonald, lo que nos haría pensar que ambas versiones son hijas, una ciertamente mucho más joven que la otra, de la misma madre. Sin embargo, al comparar las dos versiones, claramente se aprecia que la de Martin Scorsese es descendiente directa de la de 1962, y que su relación con la novela es totalmente tangencial...
     Viendo las dos películas de manera seguida, lo que pienso que es un ejercicio muy interesante y formativo para cualquier cinéfilo, se aprecia una diferencia clara, que es extrapolable al cine "clásico" y al "contemporáneo" en general. 
     La película de 1962 es limpia, concisa, pausada e inteligente. Los actores están maravillosos (especialmente Mitchum, que literalmente es come las escenas), el guión se desarrolla natural e implacablemente, relatando el acercamiento sigiloso e imparable de un auténtico depredador, hacia sus desvalidas víctimas. No sobra ninguna toma, en ningún momento hay prisas o chapuzas. Todas las transiciones son naturales... El director sabe que los mejores platos se cocinan a fuego lento, y que es mucho más aterradora la amenaza sugerida que la manifestada.
    Por contraste, la de Scorsese es atropellada, exagerada y efectista. El histrionismo de los actores incluso la convierte en ocasiones en una comedia involuntaria. En ella se aprecia la mala costumbre del cine más moderno de buscar más que entretener o tensar al respetable, aturdirlo a base de ruido, montaje frenético y la sucesión de clímax tras clímax, lo que al final conduce a un hartazgo infinito. Y no es que sea precisamente reciente, por lo que creo que nos acercamos al cuarto de siglo de despropósito narrativo.
     No todo es malo en la versión de 1991. Scorsese es un buen director, y siempre podemos encontrar algo de interés en sus films. Aunque sólo fuera por los aspectos sociológicos, merece la pena ver la película, y, especialmente, compararla con la anterior. La familia modelo de la primera se ha desestructurado por completo, los papeles y cataduras morales se confunden. El padre ya no es padre, ni el marido es ya marido, como tampoco la niña es niña, etc. Lo moral, tan diáfano en la primera versión, se ha diluido y confundido. Tal vez, si Scorsese se hubiera agarrado con fuerza a este hallazgo hubiera hecho una gran película, profundamente distinta a la primera. Pero inexplicablemente, opta por el camino fácil... Llenar el vacío de su propuesta con ruido, sobreactuación y confusión visual... exactamente como lo haría un mediocre Roland Emmerich o un, aún peor Michael Bay.
     En este caso hay una clara ganadora. La original es una obra maestra, maravillosa, valiente e inolvidable. La "copia" es, siendo indulgentes, mediocre.

jueves, 6 de febrero de 2014

Valhalla Rising (Nicolas Winding Refn, 2009)

Ya he comentado dos películas de Nicolas Winding Refn, Drive (2011) y Sólo Dios Perdona (2013), y de ambas sólo he podido decir cosas buenas. Escribo esta crítica con miedo de resultar repetitivo, pero lo mismo va a ocurrir con la presente.
    Valhalla Rising es una coproducción británica y danesa, anterior al reconocimiento mundial que el director danés obtuvo tras la perfecta Drive. Pero no es ésta con la que guarda un mayor parentesco. Al igual que Sólo Dios Perdona, este film de 2009, es Winding Refn en estado puro, lo que significa que no será del agrado de todos. Incluso sabiendo ésto me sorprende su baja puntuación en IMDB (5,9), hecho que indica lo incomprendido del este director.
    Como la mencionada Sólo Dios Perdona, Valhalla Rising es una película apenas narrativa, sin historia clara, sino más bien una sucesión de imágenes de estructura más musical que literaria... evocativa, no descriptiva. En cualquier otro director, ésto me supondría un enojo y un aburrimiento infinitos, pero el danés es un cineasta con mayúsculas, capaz de hacer de cada secuencia y de cada plano una auténtica obra de arte. 
    Ver esta pelicula fue una experiencia hipnótica, palabra que no es la primera vez que utilizo con el danés. Sin entender del todo lo que se contaba, desde un principio me ví atrapado por su hiperviolenta, al mismo tiempo que hermosísima, atmósfera. Desde luego no es para todos los públicos. Muchos la verán desagradable, confusa, de mal gusto, e incluso absurda.
    Creo que percibí algo de lo que Winding Refn nos quiere decir. Sus reflexiones,o más bien impresiones, sobre Dios, la Naturaleza, el valor, la nobleza,la inocencia y la mezquindad del ser humano. Sobre la crueldad de la vida y lo ambiguo de la moral y de la violencia. El danés tiene una capacidad única para, sin decir nada en concreto ponerme en contacto con lo más básico de mi ser, aquello que nuestra cultura se empeña una y otra vez en reprimir. Todo lo que el Club de la Lucha necesita dos horas para contar, requiere menos de cinco minutos y un diálogo en esta magnífica película.
    Desde mi punto de vista nos encontramos con la obra de unos de los mejores directores en mucho tiempo... una obra coherente, valiente y sincera como pocas. Sólo espero que la incomprensión del público no acabe desalentando al genial danés. Sería una pena... Para todos.











martes, 4 de febrero de 2014

El Lobo de Wall Street (Marin Scorsese, 2013)

Fiel a mi nueva vocación de abogado del diablo me dispongo a bajar un poco una película unánimamente canonizada por crítica y público. 
    Desde su estreno, sólo he leído elogios sobre El Lobo de Wall Street. No negaré sus virtudes evidentes. Es una película divertida, vertiginosa y con poder narrativo y visual. Desde luego admiro esa eterna juventud creativa de Martin Scorsese, que a sus 72 años sigue haciendo películas con la frescura, garra y desparpajo de un talentoso treinteañero con ganas de comerse el mundo, cinematográficamente. Aprecio la honradez creativa de este gran neoyorquino, que nunca parece haber hecho una película sin alma, simplemente para cumplir. Esa capacidad para provocar y escandalizar son admirables en un autor de tan largo recorrido, y desde luego lo sitúa muy por encima de coetáneos suyos como Steven Spielberg o Francis Ford Coppola. Un artista tan fiel a sí mismo sólo puede despertar mi admiración, sobre todo en una industria tan canabalizada por los criterios comerciales y estereotipos como la del cine norteamericano.
    Sin embargo, esta coherencia autoral no es suficiente para hacer una obra maestra. Scorsese deslumbró en sus comienzos con dos joyas absolutas: Taxi Driver y, sobre todo, Toro Salvaje. Ya en sus comienzos mostró su predilección por los personajes oscuros y autodestructivos. Años más tarde rodó uno de los nuestros, una buena película, en mi opinión sobrevalorada. No le quito el mérito de ser un original film sobre mafiosos, lejos de la estela clasicista de El Padrino de Coppola. La película de Scorsese rezumaba cinismo y mala baba, con un humor negrísimo, que anticipaba a Tarantino. Era el reverso del sueño americano, con personajes siempre viviendo al límite, inmorales y contradictorios, movidos por los instintos más primitivos, cuyos ejes existenciales eran el dinero, la violencia, el poder y el sexo (no sé muy bien en qué orden), y con una vida sentimental de verdadera pesadilla. El tratamiento era cínico y cálido, de manera que despertaban incluso más simpatía que repulsión. Por último, desvelaban un Scorsese desatado, de ritmo frenético, casi de video-clip y que ametrallaba al espectador a base de diálogos e imágenes. Todo sucedía tan rápido que el que la veía no tenía descanso, sobre una montaña rusa de continuas subidas y bajadas, hasta la subida y bajada final.
    ¿Por qué tanto hablar de Uno de lo Nuestros? Por que desde entonces, el director parece empeñado en hacer una y otra vez la misma película, cambiando de marco. En Casino, otra supuesta obra maestra, la mafia seguía siendo mafia y Nueva York pasaba a ser Las Vegas. En El Lobo de Wall Street se mantiene Nueva York, pero la mafia se convierte en especuladores financieros , que en cierto modo son la nueva "cosa nostra". Siguen apareciendo las mismas situaciones. Desde el primer momento, supe todo lo que iba a pasar, y no por mi don de profecía, sino porque todo me recordaba a un camino ya andado. El dinero y el triunfo rápido siguen siendo los ejes principales, con la diferencia de que la violencia se ha sustituido por un gran aumento en la dosis de sexo, y por una irrupción masiva de psicótropos.
    La película me divirtió, pero eso no quita que todo me sonara demasiado familiar, y que el tobogán narrativo me agobiara a base de velocidad y ruido. Desde luego, que nadie espere una crítica sólida a la especulación financiera o un análisis profundo de la mente de un tiburón de las finanzas. Scorsese parece más interesado en arrastrarnos en el remolino de sexo, drogas y dinero, sin mayores complicaciones.
    Yo calificaría a El Lobo de Wall Street como una gran comedia, una mezcla entre Uno de los Nuestros y Resacón en Las Vegas. No se si era la intención de Scorsese, pero a mi parecer es su resultado.
    Para todos los deslumbrados con el papel de DiCaprio, simplemente decir que no es lo mismo un histrión que un gran actor. No dudo de que pueda ser ésto último, pero en esta película me saca de mis casillas. ¿Es que no se puede actuar sin tantos gritos y aspavientos? Claro que esto es aplicable al resto del reparto.
    En definitiva una película excesiva en todos sus apectos, en lo bueno y en lo malo, también en su duración.     


sábado, 18 de enero de 2014

La vida de Adele (Abdellatif Kechiche, 2013)

Desde que se estrenó todo han sido parabienes para esta película francesa. Desde luego cumple con todas las condiciones para ser adorada por la crítica. Es hermosa, indaga sobre los sentimientos, es provocadora y tiene su punto de rebeldía y cuestionamiento de lo establecido. 
    Yo, por mi parte, me propongo hacer de abogado del diablo y quiero resaltar lo que no me ha gustado de la obra. ¿A mi juicio, es una película que merece la pena ver? Desde luego. Si tuviera que hacer una lista de cinco películas de este año de obligada visión, ésta sería una. Lo que no voy a hacer es sumarme al carro del elogio incondicional que ha provocado, ya que si percibo en ella grandes virtudes, también grandes defectos, además con el agravante de que estos no se deben a falta de talento, sino más bien a falta de sensibilidad e incluso, me atrevería a decir a cierta mala idea por parte del señor Kechiche. No logro separar una obra de arte de sus aspectos morales, y no me refiero a los que se plantean en ella, sino a aquellos con los que se ha filmado, y tampoco puedo quitarme de la cabeza que, aunque con infinito talento, sensibilidad y belleza, La Vida de Adèle también se ha filmado con espíritu mirón e incluso cierre sadismo. 
    Me explico. La película, que al parecer es una adaptación de una novela gráfica, narra la evolución sentimental de Adele desde que es una adolescente hasta que se convierte en una joven maestra de ventipocos años. En su desarrollo, el factor decisivo es conocer a una estudiante universitaria algunos años mayor que ella con la que establece una apasionada relación.
    Lo que hace especial la película es la forma es que está contada la historia. El señor Kechiche es un genio. Cada plano y cada secuencia es un prodigio de belleza y autenticidad. Con una naturalidad pasmosa le basta un sencillo encuadre para captar matices sentimentales que prácticamente sería imposible poner por palabras. Junto con el talento de su director, el otro gran pilar de la película es la jovencísima actriz Adèle Exarchopoulos, una verdadera fuerza de la naturaleza interpretando, que desprende una autenticidad que pocas veces se ve en el cine, y que se adueña de cada plano en el que aparece, tan verdadera que más que es imposible separar actriz de personaje.
    Entonces, ¿dónde está el problema? Pues que el señor Kechiche se regodea un poco en los aspectos más carnales de la historia. A mi juicio eso no era necesario, y no me tengo por ningún puritano. Shame, de Steve McQueen, me encantó, ha pesar de lo explícito de su propuesta. Pero esa explicitud era precisamente la esencia de su historia: aunque duras e incómodas, cada secuencia debía ser así, porque también era duro e incomodo lo que se nos contaba.
    No ocurre así con la Vida de Adèle. Si lo que se quiere retratar es la historia sentimental de una joven, no creo que haya que cargar tanto las tintas en lo sexual. La primera escena de amor entre las dos protagonistas, viene a durar veinte minutos, y deja muy poco a la imaginación. Sin temor a exagerar es casi pornográfica, y no creo que haya que someter a las actrices a esa tortura. Una de ellas Lèa Seydoux, está destrozada desde el rodaje, y la otra, la joven Adèle, aunque no tan afectada dice que no quiere volver a filmar con Kechiche. Yo creo que todo esto es pasarse de rosca por parte del director, y no tiene mejor argumento que decir que Seydoux es una pija mojigata que quiere llamar la atención.
     Después de haber visto la película, opino que tras esa explicitud hay un verdadero espíritu de mirón e incluso un cierto abuso de poder. Al señor Kechiche no se le puede disculpar por ignorancia, su excepcional talento demuestra que el problema es de intención. 
    Además desequilibra la película. A pesar de su larga duración, unas tres horas, hay muchos aspectos deficientemente desarrollados. Si algunos minutos y neuronas de cómo mostrar con todo lujo de detalles como dos mujeres pueden hacer el amor de todas las posturas posibles, se hubieran dedicado a explicar sus malentendidos y conflictos internos, a lo mejor algunos elementos de la historia un tanto confusos se hubieran aclarado más.
     Con todo, creo que es muy buena película... No sé, me siento un poco bipolar respecto a ella. Desde luego lo que puedo decir es que con directores así, no querría que mi hija fuera actriz. Y también sospecho que si hubiera contado la historia de dos hombres a lo mejor se habría sido más sutil. Supongo que el tener cerebro en el caso del señor Kechiche, no impide que mande la bragueta, y que uno se aproveche de su talento para fines un tanto inconfesables.

jueves, 16 de enero de 2014

The Vanishing (George Sluizer, 1988)

A menudo me pregunto sobre el sentido de este blog: ¿para qué comentar lo que es tan obvio?... Que Kurosawa es un maestro, que El Club de la Lucha es una película genial, etc. Son cosas en las que casi todos los que amamos el cine estamos de acuerdo. Salvo que uno disponga de recursos y posibilidades especiales, al final acaba viendo las mismas películas que los demás, por lo que la sensación de no estar aportando nada es algo que experimento una y otra vez... Ese es uno de los motivos por los que la producción de este blog ha disminuido. De alguna forma, quiero ser una voz disidente, no para llevar la contraria, sino por ser, al menos, mínimamente original, tener un discurso personal y llevar a mis queridos lectores por otros caminos.
    Nada valoro más que las joyas escondidas del cine, películas desconocidas que resultan ser auténticas obras maestras, y que por circunstancias varias no han llegado al gran público. A menudo ocurre que estas películas han influido mucho en otras bastante más exitosas, pero no por eso mejores. Son las auténticas protagonistas de la historia profunda del cine, y ni siquiera han disfrutado del reconocimiento general. Pero, sobre todo, las aprecio porque me ofrecen la posibilidad de compartirlas con vosotros y recomendaros ver películas que probablemente signifiquen tanto para vosotros como para mí, y a las que a lo mejor no habríais llegado.
    Informándome sobre una película que me encanta y que todos conocéis (no diré cuál para no dar pistas sobre la trama de la que aquí comento), oí que una de sus principales influencias era un oscuro film holandés llamado The Vanishing. Desgraciadamente, todo lo que el comentarista  dijo sobre ésta acababa con gran parte de su misterio y la incertidumbre, algunos de sus pilares. A pesar de eso, por respeto a la conocida peli cuyo nombre no quiero decir y por el interés que me despertó la desconocida obra europea, decidí verla.
    Y di con un tesoro escondido. The Vanishing es una obra maestra, redonda, perfecta en cada detalle. La sencillez de su planteamiento no mina la profundidad de su visión. Es uno de esos escasísimos "thrillers" cuyo aspecto más cuidado es el humano. Tiene el encanto del cine europeo, sin los defectos que a menudo lo caracterizan... Tiene naturalidad, honestidad, valentía, minimalista en su puesta en escena... todo ello sin caer en lo artificioso, pedante, y sin exigir al espectador un esfuerzo inhumano de comprensión y tolerancia.
    En eso reside la grandeza de esta maravillosa película: nunca antepone el estilo al contenido... no es un ejercicio masturbatorio de eso que tanto aborrezco llamado "cine de autor", a mi juicio el principal motivo que aleja al espectador del cine de nuestro querido continente.
    The Vanishing es una película adictiva, emocionante, desgarradora, única...  que se clava irreversiblemente en el cerebro del que la ve. Atrapa desde el primer momento al espectador con una absoluta naturalidad. No hay plano que sobre, no hay plano que falte. Todo lo que se ve es lo que hay que ver. Todo lo que se dice es lo que hay que decir. De apenas, una hora y media, probablemente acompañe a su espectador para siempre. Sin ninguna pretensión filosófica es una magnifica reflexión sobre mucho de lo más profundo de nuestra naturaleza. Y lo que constituye el verdadero milagro es que todo esto se logra entreteniendo al público, sin tener que ejercitarse previamente en comprender lo incomprensible y valorar lo insoportable. 
    El gran Alfred Hitchcock, de alguna forma, consagró su carrera a demostrar que el arte y la diversión del público no son incompatibles. The Vanishing es la mejor prueba de este punto de vista, hasta el punto de que, a su lado, las obras del genial británico parecen artificiales, efectistas, previsibles y hollywoodienses. Es duro escribir algo así, pero no es demérito de Hitchcock, uno de mis directores favoritos, sino mérito de esta humilde y escondida coproducción Franco-holandesa, una película única que lleva al espectador por caminos nunca antes recorridos, y que, por desgracia, es muy difícil se vuelvan a recorrer.
    UNA MARAVILLA.


miércoles, 18 de diciembre de 2013

Guerra Mundial Z (Marc Foster, 2013)



No soy precisamente aficionado a la películas de “zombies”. Ni siquiera sé muy bien por qué La Noche de los Muertos Vivientes tiene tanto predicamento entre tantos círculos cinéfilos, haciendo de ella una película de culto. Muy a pesar de George A. Romero, el padre del subgénero, que nunca ha entendido esta nueva hornada de “caminantes” hiperactivos y ágiles, este tipo de películas ha vivido una segunda juventud desde el estreno de la interesante y muy británica 28 Días Después. Soy de la opinión de que el cine de ciencia ficción (y en sentido amplio, los zombies entran dentro de esta categoría) reflejan los miedos y neurosis de su tiempo y lugar. Si en los años 60, esta variante del apocalipsis se debía a misteriosos accidentes atómicos, hoy día la causa suele ser una infección vírica, que más que muertos vivientes genera individuos rabiosos, en el sentido más estricto de la palabra.
    Me resulta curioso que el venerable Romero critique la nueva visión con la excusa de la poca coherencia científica, como si esto fuera posible con estas películas. En este sentido, Guerra Mundial Z, un título, por cierto, mucho mas atractivo en sus siglas originales, WWZ, recoge la nueva sensibilidad y la lleva incluso un poco más allá, con unos infectados campeones de atletismo y con la capacidad destructiva de una marabunta elevada a su enésima potencia.
     Pero aunque espectacular, no es en las grandes escenas donde WWZ más brilla. Marc Foster es un gran cineasta, de estilo sobrio, potente y efectivo, aunque no siempre elija guiones a la altura de su talento. Los mejores momentos son los previos a a tormenta, aquellos en lo que la amenaza se intuye sin que se sepa por donde va romper.
     Sin ser una gran película, WWZ es una entretenida e interesante revisión del género, que introduce un original e inteligente contenido de política internacional en su trama, y cuyo guión en los aspectos “científicos” no es ridículo (lo que ya es mucho decir) y que no desprecia los componentes más humanos de la historia.
    En opinión de un humilde servidor, la mejor peli de muertos vivientes, por más que los puristas y mitómanos se puedan rasgar las vestiduras, y otro logro más en la carrera de Brad Pitt, que en los últimos años está mostrando una capacidad exquisita para involucrarse en proyectos estimables... En este caso, además como productor.

Elysium (Neill Blomkamp, 2013)

El sudafricano Neill Blomkamp ya demostró su talento en la magnífica Distrito 9, una de las películas de ciencia ficción más entretenidas y originales de los últimos años. Elysium sigue una línea parecida. Blomkamp sigue siendo deslumbrante en las  escenas de acción, y su capacidad para mezclar lo poético con lo bizarro continúa intacta, demostrando que puede ser al mismo tiempo Schubert y Metallica.
    Al igual que su anterior película, Elysium contiene una fuerte crítica social... un alegato contra la discriminación que incluye la denuncia profética y evangélica de que los últimos serán los primeros y los primeros los últimos. 
    La nueva película de Blomkamp no es perfecta. Sigue las líneas maestras de su anterior obra, por lo que la originalidad, una de las grandes bazas, se pierde. Sin embargo, aunque acusa de ciertos tópicos, el autor sudafricano (también escritor y coproducto del film), logra salir airoso de ellos, y si lo que vemos nos resulta familiar, la honestidad y profundidad con la que se cuenta logre que  lo perdonemos. Sin ninguna duda, la película elude el mayor peligro de este tipo de películas: optar por un sentimentalismo facilón y empalagoso.
     Elysium no será una obra maestra, pero sí una muy digna película de ciencia ficción, correcta en su planteamiento y soberbia en su ejecución. Con ella, Blomkamp sigue demostrando que tiene mucho que decir en el cine, tanto creando de historias, como contándolas. Sólo me atrevo a darle un pequeño consejo: que se busque un buen coguionista, que le ayude a darle otra perspectiva y riqueza a sus ya buenas historias, pues en general todos los escritores-guionistas, por capaces que sean, pecan en lo mismo: sus películas acaban por parecerse demasiado.