sábado, 18 de enero de 2014

La vida de Adele (Abdellatif Kechiche, 2013)

Desde que se estrenó todo han sido parabienes para esta película francesa. Desde luego cumple con todas las condiciones para ser adorada por la crítica. Es hermosa, indaga sobre los sentimientos, es provocadora y tiene su punto de rebeldía y cuestionamiento de lo establecido. 
    Yo, por mi parte, me propongo hacer de abogado del diablo y quiero resaltar lo que no me ha gustado de la obra. ¿A mi juicio, es una película que merece la pena ver? Desde luego. Si tuviera que hacer una lista de cinco películas de este año de obligada visión, ésta sería una. Lo que no voy a hacer es sumarme al carro del elogio incondicional que ha provocado, ya que si percibo en ella grandes virtudes, también grandes defectos, además con el agravante de que estos no se deben a falta de talento, sino más bien a falta de sensibilidad e incluso, me atrevería a decir a cierta mala idea por parte del señor Kechiche. No logro separar una obra de arte de sus aspectos morales, y no me refiero a los que se plantean en ella, sino a aquellos con los que se ha filmado, y tampoco puedo quitarme de la cabeza que, aunque con infinito talento, sensibilidad y belleza, La Vida de Adèle también se ha filmado con espíritu mirón e incluso cierre sadismo. 
    Me explico. La película, que al parecer es una adaptación de una novela gráfica, narra la evolución sentimental de Adele desde que es una adolescente hasta que se convierte en una joven maestra de ventipocos años. En su desarrollo, el factor decisivo es conocer a una estudiante universitaria algunos años mayor que ella con la que establece una apasionada relación.
    Lo que hace especial la película es la forma es que está contada la historia. El señor Kechiche es un genio. Cada plano y cada secuencia es un prodigio de belleza y autenticidad. Con una naturalidad pasmosa le basta un sencillo encuadre para captar matices sentimentales que prácticamente sería imposible poner por palabras. Junto con el talento de su director, el otro gran pilar de la película es la jovencísima actriz Adèle Exarchopoulos, una verdadera fuerza de la naturaleza interpretando, que desprende una autenticidad que pocas veces se ve en el cine, y que se adueña de cada plano en el que aparece, tan verdadera que más que es imposible separar actriz de personaje.
    Entonces, ¿dónde está el problema? Pues que el señor Kechiche se regodea un poco en los aspectos más carnales de la historia. A mi juicio eso no era necesario, y no me tengo por ningún puritano. Shame, de Steve McQueen, me encantó, ha pesar de lo explícito de su propuesta. Pero esa explicitud era precisamente la esencia de su historia: aunque duras e incómodas, cada secuencia debía ser así, porque también era duro e incomodo lo que se nos contaba.
    No ocurre así con la Vida de Adèle. Si lo que se quiere retratar es la historia sentimental de una joven, no creo que haya que cargar tanto las tintas en lo sexual. La primera escena de amor entre las dos protagonistas, viene a durar veinte minutos, y deja muy poco a la imaginación. Sin temor a exagerar es casi pornográfica, y no creo que haya que someter a las actrices a esa tortura. Una de ellas Lèa Seydoux, está destrozada desde el rodaje, y la otra, la joven Adèle, aunque no tan afectada dice que no quiere volver a filmar con Kechiche. Yo creo que todo esto es pasarse de rosca por parte del director, y no tiene mejor argumento que decir que Seydoux es una pija mojigata que quiere llamar la atención.
     Después de haber visto la película, opino que tras esa explicitud hay un verdadero espíritu de mirón e incluso un cierto abuso de poder. Al señor Kechiche no se le puede disculpar por ignorancia, su excepcional talento demuestra que el problema es de intención. 
    Además desequilibra la película. A pesar de su larga duración, unas tres horas, hay muchos aspectos deficientemente desarrollados. Si algunos minutos y neuronas de cómo mostrar con todo lujo de detalles como dos mujeres pueden hacer el amor de todas las posturas posibles, se hubieran dedicado a explicar sus malentendidos y conflictos internos, a lo mejor algunos elementos de la historia un tanto confusos se hubieran aclarado más.
     Con todo, creo que es muy buena película... No sé, me siento un poco bipolar respecto a ella. Desde luego lo que puedo decir es que con directores así, no querría que mi hija fuera actriz. Y también sospecho que si hubiera contado la historia de dos hombres a lo mejor se habría sido más sutil. Supongo que el tener cerebro en el caso del señor Kechiche, no impide que mande la bragueta, y que uno se aproveche de su talento para fines un tanto inconfesables.

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