domingo, 23 de marzo de 2014

Original y Copia II: La Mosca (Kurt Neumann, 1958 - David Cronenberg, 1986)

En la anterior entrega de "Original y Copia" señalé una clara ganadora. En esta ocasión nos encontramos ante dos películas que, pese a parir de la misma base: un relato corto escrito George Langelaan en 1957 para la revista ¡Playboy!, son completa y maravillosamente distintas. Incluso se da la paradoja de que me inclino personalmente por aquella que cinematográficamente es más débil... Como decía Pascal: el corazón tiene razones que la razón no entiende. Intentaré explicarme a continuación.
    La versión más antigua es un claro ejemplo del cine de ciencia ficción de serie B de finales de los 50, con sus motivos recurrentes: las dos caras de la ciencia, que la hace pasar de sueño a pesadilla, la incapacidad del hombre por controlar los resultados de sus propios logros y el peligro de jugar a ser Dios. Nos encontramos en plena guerra fría, con la amenaza nuclear pendiendo sobre nuestras cabezas y la Física es el paradigma de ciencia (en la versión moderna lo será la Biología): se habla de átomos, radiaciones y electromagnetismo. Muchos se ríen de la absurda base científica de la obra. No estoy de acuerdo. En primer lugar porque la película no pretende disertar sobre la posibilidad de un hombre-insecto, sino que lo utiliza para resaltar los resultados monstruosos a los que la aplicación imprudente de nuestros conocimientos nos puede conducir. Me apasiona la ciencia, y en este sentido, la película me interesó de principio a fin. La Mosca no es una obra maestra, ni pretende serlo, lo que yo considero que es su gran virtud. Tengo la impresión, de que su única intención es poner en imágenes lo que Langelaan escribió apenas un año antes, sin más pretensiones, lo que hace de manera admirablemente sencilla y eficaz, cuidando los aspectos intelectuales y, sobre todo, humanos de la historia (inolvidable la escena en la que el científico, en un ballet, al que ha invitado a su esposa, se ausenta de todo lo que ocurre y empieza a desarrollar ecuaciones en un folleto... en esa breve secuencia se resume el comportamiento científico: la frágil frontera entre curiosidad, interés y obsesión, el científico como eterno niño, alejado del mundo "adulto"). Y, lo que no tiene menor mérito, en ningún momento se acerca al gran referente de toda historia sobre hombres-insecto: La Metamorfosis de Kafka.
    La película de Cronenberg sólo se parece a la anterior en el título. El director canadiense es uno de los grandes autores del último cuarto de siglo, con una obra profundamente personal y sorprendentemente sólida, desde Scanners (1981) a Promesas del Este (2007), en la que ha encadenado maravilla tras maravilla. Evidentemente un artista tan personal no se va a limitar a los tópicos de un cine que obedece a un género y a una época muy concretos. Más bien parece que Cronenberg utiliza la historia de Langelaan como excusa para desarrollar su propia obsesión: la carne en todas sus facetas, como deseo, como adicción, como sustancia frágil, degradada; la carne que duele, que muere, que desea, que vive; atrayente y repulsiva al mismo tiempo,... una lectura bastante personal y bizarra de la eterna lucha entre el amor y la muerte, que no da tregua al espectador y que lo somete a secuencias que lo llevan al límite de su aguante. Curiosamente este discurso tan propio lo acerca al referente kafkiano, lo que es otra paradoja. El horror en Cronenberg (y todas sus películas son, en un sentido u otro, horribles) nunca es gratuito, sino que es algo inherente a su visión del mundo; algo que nos podrá gustar más o menos, pero cuya originalidad y autenticidad no podrmos negar. Muchas veces pienso en el canadiense como en un Edgar Allan Poe contemporáneo, un poeta de lo enfermizo.
    Concluyo diciendo que si la primera es una típica película de género, la segunda es una típica película de autor. ¿Esto hace a la segunda mejor? Desde un punto de vista estrictamente "cinematológico" puede que sí. En teoría lo primero que se espera de un artista es que sea personal. Sin embargo en este caso me quedo, por una ligera ventaja, con esa humilde obra sin pretensiones que relata la historia de un científico al que un experimento le sale rana (en este caso, mosca), frente a la obra de un artista complejo y difícil que nos enfrenta con su grotesca cosmovisión. Se me podrá decir que como la primera versión hay muchas películas. Ciertamente la película de Neumann es una película de género, a lo que yo diré que también lo es la de Cronenberg, aunque en este caso el género sea su propia obra. A veces simpatizo más con el humilde director-artesano que se anula en su obra, que con el complicado artista que se sobrepone a ella. Además, siempre encuentro un aliciente en la sutileza, y la primera película logró conmoverme sin ser tan (dicho suavemente) gráfica.

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