lunes, 25 de febrero de 2013

Silencio de Hielo (Baran Bo Odar, 2010)


En los países mediterráneos sentimos una gran admiración e, incluso, una cierta envidia por los desarrollados países del Norte como Alemania, Holanda, Austria, Suecia, etc. Admiramos su estupendo nivel de vida, su magnífico estado del bienestar, el mimo que sienten hacia la educación, la ciencia y la cultura. Pero, como el dios romano Jano, me temo que todo tiene una doble cara, y creo que la gran laca de estos estados es la soledad y la incomunicación.
       Silencio de Hielo es un maravilloso título para una estupenda película, una más que muestra el excelente estado de forma en que se se encuentra el cine alemán. Se trata de un tristísima historia sobre un crimen, pero sería un error calificarla como una película policiaca.
      Silencio de hielo es una negra parábola sobre las funestas consecuencias de la soledad. Una historia cuyos protagonistas son víctimas, de la culpa, la incomunicación, la irreprabilidad de la peŕdida de un ser querido.... personajes marcados, de una u otra manera, de por vida. Una implacable radiografía de los demonios internos y su gran aliado: el silencio, ya que sólo la comunicación, el sentirse querido y comprendido logra excorcisarlos... pero ¡ay, la vergüenza nos impide hacerlo!
Como toda buena película, Silencio de Hielo bebe de buenas fuentes. De la obra maestra M toma la continua amenaza que se cierne sobre los niños, la herida profundísima y que nunca cicatriza que deja su falta, y la imposibilidad de protegerlos. Como Fargo deconstruye el género policiaco, mostrando agentes que por debilidad unos y por mediocridad otros son incapaces de ir al fondo del caso. Y, al igual que Memories of Murder, tiene ese ritmo lento, frustrante en el que la historia parece no avanzar y girar una y otra vez sobre sobre el mismo eje. Y, como en las tres citadas, su gran acierto es utilizar el crimen como un motivo de reflexión sobre la condición humana, y no una mera excusa para mantener en vilo al respetable. 
        Lo mismo que la fisiología debe mucho a la patología, ya que muchas veces se ha comprendido el funcionamiento del cuerpo sano por comparación con el enfermo...la reflexión profunda y honesta sobre la mente crminal puede arrojar luz sobre quienes somos, aunque puede que luz no sea la mejor palabra. Evidentemente no somos lo que queremos... lo que deberíamos ser, pero el reconocimiento de nuestra enfermedad es el primer paso para curarnos. Si algo he aprendido de esta película es que debemos aceptar nuestros demonios y también que debemos contárselo a los otros. Aunque no nos entiendan, es mejor ser un incomprendido que un solitario.
      La película tiene muchas más aristas, y perfectamente podría servir de base para un taller de psicología. Todo ello sin dejar de ser una adictiva y angustiosa película de intriga.
    Una última reflexión como decía anteriormente hay algo profundamente alemán en esta historia. Una película redonda, buenísima y, además, accesible para todo público. Decir que es recomendable es quedarse corto.

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